¿Es posible evitar los impactos negativos y riesgos de la investigación científica?

La ciencia y la tecnología han brindado soluciones y alternativas al mundo actual en el que vivimos y sus aportes han mejorado la calidad de vida en diferentes campos, como el medio ambiente y la salud. A través de la ciencia, el hombre ha procurado garantizar y mejorar su nivel de vida mediante un mejor conocimiento del mundo que le rodea, buscando soluciones a problemas de diferente índole. El uso de la ciencia y la tecnología se ha aplicado para curar enfermedades, aliviar el dolor, incrementar y diversificar los alimentos, protegerse de los rigores del clima, vencer obstáculos marítimos y aéreos, comunicarse más velozmente, educar y cultivar el intelecto y, en fin, hacer el tránsito por la vida y la permanencia en el planeta más plenos.

Los progresos científicos han modificado radicalmente la relación del hombre con la naturaleza y la interacción entre los seres vivos. Si bien, la ciencia y la tecnología han aportado incuestionables resultados a la humanidad, también han propiciado la acelerada destrucción del medio ambiente y han derivado problemas como el aumento poblacional, problemas de salud y de alimentación y conflictos armados; en algunas ocasiones, la utilización del conocimiento científico es impredecible y podríamos decir que, muchas personas hoy en día temen que la ciencia y la tecnología lleguen a destruir el mundo.

Muchos son los ejemplos de esta dualidad de impactos positivos y negativos de la ciencia y la tecnología. Por ejemplo, la llegada de la energía nuclear después de su aplicación bélica en la segunda guerra mundial o la creación de ARPANET, el antecesor del actual Internet, que surgió con fines bélicos en la Guerra Fría y garantizaba la seguridad de los datos enviados entre las bases militares, sin ser interferidos como las líneas telefónicas.

En este punto surgen algunas cuestiones como, ¿Cuál debe ser la posición del científico frente a estos posibles impactos negativos de su actividad? ¿Se pueden evitar estos impactos negativos de la ciencia y la tecnología? Con respecto a estas cuestiones, la posición del científico debe ser reflexiva y tener en cuenta las medidas que puede tomar para que los resultados de su investigación se limiten a beneficiar el medio ambiente y la humanidad, debe tener la capacidad de prever el futuro cercano o lejano y vislumbrar los potenciales efectos negativos de su actividad. En este punto, juega un papel muy importante la ética científica, donde el investigador debe considerar las normas éticas, teniendo claro el objeto de su investigación, los beneficios que se obtendrán con su trabajo, el uso de medios adecuados de acuerdo a las normas y leyes propuestas y prestar atención a los posibles daños que se puedan causar.

Con respecto a este último punto, los científicos deben identificar los riesgos relacionados con su investigación y evaluarlos objetivamente para encontrar posibles soluciones. De allí surge y se establece el Principio de Precaución, que puede orientar a los investigadores sobre las consecuencias de una determinada actividad y ayuda a visualizar los pros y contras de la investigación realizada. El principio de precaución permite reaccionar rápidamente ante un posible peligro para la salud humana o el medio ambiente. De hecho, en caso de que los datos científicos no permitan una determinación completa del riesgo, el recurso a este principio permite tomar medidas para impedir o reparar dicho riesgo.

Este principio surge tras la evidencia abrumadora de que el daño para los seres humanos y el medio ambiente a nivel mundial es de tal magnitud y gravedad que se hace necesario encauzar las actividades humanas. El principio nos invita a una ética de responsabilidad, en donde debemos asumir que el conocimiento sobre las consecuencias de los avances científicos y tecnológicos es incompleto e incierto y que al actuar en contextos de incertidumbre es necesario extremar la precaución para no causar daños mayores. No debemos esperar a actuar sobre las consecuencias sino anticiparnos a ellas y así definir las medidas preventivas para evitar futuros impactos negativos. Es un principio de toma de decisiones responsables que pretende prevenir los riesgos causados por la ciencia y la tecnología, minimizar los efectos de un peligro inevitable, crear una conciencia social sobre las consecuencias de la tecno-ciencia y de las biotecnologías para el medio y para los individuos y ofrecer información transparente sobre los riesgos, sin discriminar a nadie y sin crear situaciones de pánico o de angustia injustificados.

Pero, ¿realmente el principio de precaución es una opción válida para evitar los resultados indeseables de las investigaciones científicas? Aunque el principio de precaución es importante y razonable, su aceptación en el campo del derecho, la política y la ciencia, así como su puesta en práctica, se han caracterizado siempre por la controversia y la confusión. Han surgido diferentes posturas que defienden el principio centrándose en sus fortalezas y posturas que se oponen a él, presentando objeciones y críticas al respecto. Algunos autores presentan el principio de precaución como una seria amenaza contra la ciencia, el comercio mundial, la libertad de los consumidores y el progreso tecnológico.

El científico Robert Nilsson ha señalado su preocupación por la excesiva prevención y afirma que la posibilidad de hacer algún daño, es suficiente para prohibir el uso de cualquier sustancia, que este principio exige que quienes desarrollan tecnologías demuestren que son seguras, lo cual es científicamente imposible. Algunos autores dicen que la aplicación rígida de este principio podría llevar rápidamente a la sociedad hacia la más completa inactividad, ya que la acción, por sí misma, implica siempre cierto riesgo. No es razonable querer reducir el nivel de riesgo por debajo del límite que marcan las normas, es decir, la búsqueda de un inaccesible riesgo cero.

Muchos autores se centran en los esfuerzos del principio para combatir problemas como el cambio climático, la degradación de los ecosistemas o el agotamiento de los recursos naturales, los cuales continúan agravándose con mayor rapidez de que la sociedad dispone para identificarlos y corregirlos. Señalan algunos bioeticistas que la toma de decisiones de forma precautoria no es enemiga del conocimiento científico sino que es consistente con la ciencia. No es aceptable que se tenga que esperar una evidencia científica sobre posibles daños de una determinada actuación antes de emprender acciones preventivas.

Todo esta discusión que se ha presentado en torno al principio de precaución, donde encontramos diferentes opiniones y argumentos, nos lleva a retomar la pregunta con la que se inició este ensayo ¿Realmente se pueden evitar los impactos negativos y riesgos de la ciencia y la tecnología? Desde mi punto de vista, no es posible evitar totalmente los riesgos, ya que los riesgos son inherentes al desarrollo científico y tecnológico, pero si es posible reducirlos, haciendo uso del principio de precaución. En cuanto a los impactos negativos, no siempre es posible que el conocimiento científico solamente sea utilizado con fines positivos por parte de la sociedad, y creo que tras cada descubrimiento se encontrarán las dos caras de la moneda, una dualidad de aspectos positivos y negativos, de pros y contras, que dependerá de quién lo esté analizando y utilizando.

A la hora de tomar decisiones en una investigación científica, que necesariamente se da en condiciones de incertidumbre, ya que se trabaja en circunstancias nuevas y desconocidas, es fundamental poner en práctica el principio de precaución. No debemos esperar a que haya pruebas suficientes de daño antes de actuar para evitar ese daño, pues esto causaría altos costos e impactos a los individuos y a la sociedad, tanto en la actualidad como en el futuro.

Es importante la aplicación del principio de precaución en la actualidad, ya que la nueva sociedad a la que pertenecemos ha sido caracterizada como la sociedad del riesgo, en la que nos encontramos sometidos a un marco, cada vez más complejo, de incertidumbres y de peligros para la salud y el entorno. Pero es necesario aclarar que el éxito de este principio depende de su forma de aplicación, ya que las aplicaciones absolutistas y fuertes de este principio generan prohibiciones que causan más riesgos que los que evita y las aplicaciones suaves harían que el principio no cumpliera con sus funciones propias. Precisamente, las críticas que han surgido con respecto a este principio se refieren a sus aplicaciones defectivas, permitiendo concluir que los entes involucrados necesitan una adecuada información y formación para emplearlo de manera adecuada.

Este principio nos invita a reducir el riesgo y los efectos adversos que los nuevos usos de la ciencia y la tecnología pueden producir sobre el medio ambiente y la salud de los seres vivos, sobre todo porque está en juego el bienestar de las generaciones futuras. La cuestión con que nos enfrenta este principio es la del riesgo y sobre todo cómo actuar frente a él. Un modo es ignorarlo y esperar que desaparezca, otro que se convierta en peligro manifiesto para destruirlo y otro hacerle frente a partir de herramientas de la bioética. Cada persona involucrada en el campo científico, tecnológico, ético, jurídico y político, puede estar de acuerdo o no con este principio, pero hay que recordar que hasta el momento, es la propuesta más factible para evitar y reducir los riesgos de la investigación científica, así que es importante tenerlo en cuenta, estudiarlo y aprender sobre él, pero sobre todo aplicarlo de la manera más adecuada cuando se considere necesario.

Escritor: Ivonne Lorena Diaz Ariza