ES POSIBLE UNA NUEVA RESISTENCIA CIVIL COMO INSTRUMENTO PARA ALCANZAR LA PAZ Y PARA LA CONFROMACION DE UNA NUEVA CULTURA DE MOVILIZACION?

Son impresionantes las fases por las cuales el ser humano ha de perpetrar a fin de cumplir con el deseo vehemente de un Dios, que exige con austeridad la aceptación de una vida y la conservación de la misma. Y peor aún, cuando habiendo recorrido el pedregoso camino y siendo presa de la creencia de haber dirigido cada paso con honestidad y decoro, se abren dolorosamente los ojos al cruel descubrimiento, se torna inmóvil el cuerpo, a la vez que el alma cae en el ámbito de lo inexplicable, a causa del frio cuadro que la verdad nos presenta; para este caso la resistencia civil en Colombia más exactamente, ya que es poner el dedo en la llaga más protuberante de este país, porque entremezcla las dimensiones individuales y colectivas del trauma que ha dejado una sistemática política de exterminio, ante la cual no queda otra reacción que la indignación, pero no basta solo con este sentimiento, la idea con este escrito es tratar de hacer catarsis mediante la reflexión de construir los sentidos y los sinsentidos que llevan a que en este país se cometan miles de millones de muertes anunciadas ante la indiferencia, la pasividad o la complicidad del estado y de la sociedad colombiana.

Es el caso de la UP (unión patriótica), que registra episodios de vida y muerte enmarcadas en los rasgos estructurales de una política de emancipación y transformación que concebía a los partidos tradicionales como mecanismos de adhesión forzosa que encuadraban a la población, con sus diferentes mecanismos de participación política en la sociedad, al tratar de ponerse fuera de ellos, intentando la construcción de una tercera fuerza, una alternativa al reparto bipartidista del poder, era en este país ponerse por fuera del mundo tradicional político; para llenarse de razones para combatir al adversario.

De ahí la incapacidad o la capacidad del sistema político colombiano de ocultar las macabras atrocidades tras las supuestas prácticas de la democracia, fenómeno que excepcionalmente hace particularmente difícil llevar casos como este de la aniquilación de todo un grupo político a todos los escenarios tanto nacionales como internacionales.

La unión patriótica chocaba contra esas prácticas centenarias de la política colombiana, mediante un proceso de paz y de movilización claro, como una tercera fuerza electoral de gran importancia para la vida democrática del país, que hacia factible una salida política al conflicto armado; siendo así, que se convierte en una opción política sin precedentes en la historia de la movilización izquierdista del país y de los grupos independientes y de oposición, no obstante esto se trunca, con la eliminación sistemática de sus líderes, militantes y simpatizantes, en todos los lugares del país, mediante masacres, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones, enjuiciamientos penales infundados, atentados, amenazas, que ponen entredicho la posibilidad de una participación democrática en la vida política de este país. “Los homicidios llevados a cabo en los municipios perseguían no sólo erradicar la competencia electoral que representaba la militancia de izquierda, sino además saldar los conflictos sociales relacionados con los problemas laborales, de tenencia y acumulación de tierras, o de cobertura y costo de servicios públicos en el ámbito local.

Entre las víctimas se han contado personas que junto a su filiación política estaban vinculadas a sindicatos, eran miembros de movimientos cívicos y organizaciones comunitarias, educadores o personas que, en su mayoría, tenían simplemente una relación de simpatía con la organización. Como puede verse, la interpretación de que el genocidio de la UP ha sido una “cuenta de cobro” a la guerrilla encubre la desarticulación y destrucción de procesos de oposición social (Gaviria 2004, 88-90)”

Ciertamente, éste no es el único caso de criminalidad masiva que se ha practicado en Colombia contra grupos y movimientos de oposición, e incluso contra los partidos políticos que han ejercido tradicionalmente el poder. “La supresión violenta de los adversarios ideológicos ha operado continuamente en la historia contemporánea del país, y ha impedido el surgimiento de opciones pluralistas y de una participación realmente democrática” .

No obstante, lo sucedido con la UP y el Partido Comunista Colombiano –su componente mayoritario– tiene rasgos sobresalientes y específicos. La Unión Patriótica “surgió como una convergencia de fuerzas políticas a raíz del proceso de negociación adelantado a mediados de la década de 1980 entre el gobierno del presidente Belisario Betancur y el estado mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. En 1984, y como fruto de esos diálogos, las partes pactaron varios compromisos sellados con la firma de los llamados “Acuerdos de La Uribe”. En ellos se estipuló el surgimiento de un movimiento de oposición como mecanismo para permitir que la guerrilla se incorporara paulatinamente a la vida legal del país”.

Las condiciones que permitirían ese tránsito a la legalidad consistían en un compromiso oficial para garantizar plenamente los derechos políticos a los integrantes de la nueva formación, y la realización de una serie de reformas democráticas para el pleno ejercicio de las libertades civiles.

El problema hoy no radica entonces en que se oculte que ha ocurrido un exterminio; el debate consiste más bien en demostrar cuál es su verdadera naturaleza. O en otras palabras, la cuestión del reconocimiento social e internacional radica en que se admita que ha sido perpetrado un genocidio con móviles ideológicos.”La dificultad de este reconocimiento estriba, entre otros factores, en que desde el punto de vista del derecho internacional la definición del crimen de genocidio no incluye a los grupos políticos” . El presidente Uribe Vélez, aseguró durante la campaña electoral para su elección, que el “error” cometido con la UP es comprensible, pues no se puede querer “combinar la política con los fusiles” . “A pesar de haber prometido respetar a la oposición en reiterativos pronunciamientos públicos, bajo la administración Uribe se han presentado nuevas modalidades de persecución contra los sobrevivientes de la diezmada colectividad política: detenciones masivas y arbitrarias, procesos judiciales montados sobre la base de testimonios suministrados por cooperantes anónimos de la llamada “red de informantes”, abusos de toda índole en “zonas de rehabilitación” en las que la autoridad civil es sustituida por mandos militares, etc. Los atropellos se han cometido con especial intensidad en los departamentos de Arauca, Tolima, Meta, Norte de Santander, Cundinamarca, y Caquetá, entre otros” .

Por todas estas razones, el genocidio contra la UP se ha convertido en uno de los factores más poderosos de la clausura de una salida política al conflicto armado en Colombia. Para muchos sectores, su perpetración ha ratificado que los procesos democráticos en Colombia se estrellan inmediatamente con la barrera de la violencia sistemática y el homicidio político como únicas vías para resolver los conflictos sociales. Retomando la pregunta a desarrollar, ¿Es posible una nueva resistencia civil como instrumento para alcanzar la paz y la conformación de una nueva cultura de movilización?

Desde el rol del psicopedagogo y más bajo la reflexión y la crítica suscitada en este seminario de pedagogía de paz, y tomando como ejemplo claro de resistencia civil a la UP, la resistencia se debe dar en el aula, y no bajo los términos de una revolución que se traduce en acciones de delincuencia común sino en una revolución ideológica que incentive la reflexión y la crítica a la realidad a la que nos vemos enfrentados todos los días, que parte de la cotidianidad del sujeto, que asiste más de la mitad de su tiempo a la escuela, esto no quiere decir que sea un camino fácil o una opción tangible, tocar el tema de procesos de paz en la escuela, o en los campos educativos en los que se desenvuelve el psicopedagogo, debe optar por un “enfoque flexible y fluido, que no imponga tradiciones sobre otras con el objetivo de reproducirse a sí misma a través de las ideas y del expansionismo estructural”, tal como lo diría Johan Galtung; es claro que debe partir de la escuela los procesos de movilización, que no solo movilizan agentes pasivos, sino que movilizan sujetos con historia, con memoria, que se reconstruyen y construyen acariciando la expectativa de una paz duradera, en la convicción de que esta podrá facilitar procesos de reconciliación social desde una conciencia de reciprocidad con el otro.

De ahí la importancia de generar sentido crítico en los alumnos, para mantener viva la resistencia y la movilización inventando otros caminos a este país perturbado, para que ellos que están vivos hablen para que los muertos que alguna vez pensaron esto vivan. No es posible entender el proceso de reparación de una fuerza política como la simple indemnización económica de los familiares de las víctimas directas, ni como un proceso de restitución del número de sus parlamentarios o diputados locales en el momento del exterminio. En el presente caso, una reparación debe partir de la comprensión de que una fuerza política es mucho más que sus miembros individuales, y mucho más que sus representantes en instancias de poder local o nacional.

Como se ha expuesto anteriormente, el genocidio contra la UP ha comprendido la destrucción de redes y espacios sociales en los cuales su programa político tenía la posibilidad de desarrollarse; mientras continúe aconteciendo un hecho de la magnitud y el significado del genocidio prolongado de todo un grupo político, la sociedad colombiana no podrá ser considerada una sociedad auténticamente democrática. En este sentido, las políticas de reparación en este caso deben considerar el plano del resarcimiento individual de los miembros del grupo perseguido y sus familias, pero adicionalmente trascender a trasformaciones del sistema político.

A menos que, desde la escuela se pueda abordar estas historias de vida, para reconstruir esa memoria, para sacar del olvido a la comunidad, “porque algunos ya no quieren recordar, otros han perdido la razón, otros viven en el silencio huyendo del terror, otros se han ido al exilio escapando de la muerte, otros sufren en silencio el dolor por los ausentes” ,pero algunos contamos la historia, no nos resignamos al silencio, a la vacuidad de la vida, se habla para que la verdad se conozca y porque no pensar en que se llegue a la justicia, la voz es una arma de alerta, y todos estamos llamados a escuchar si queremos un país medio reconciliado, es levantarnos con la idea fija de que un día no se producirá más de lo que se espera, es dormir con la desesperación del deber, es vivir con la aflicción constante de no tener las horas suficientes para sobrevivir, luego envejecer y morir sin haber resistido, sin haberse movilizado, sin haber vivido….

Escritor por: Luz Betty Oñate ParraLic