¿ESTUDIAS O TRABAJAS?

Esta frase, que llegó a ser mítica para aquellas generaciones que los viernes por la tarde intentaban entablar una primera toma de contacto con el sexo opuesto en cualquier pista de baile de discotecas, salas de fiestas o garitos de clase similar, se ha convertido para nuestros jóvenes y para aquellos que no lo son ya tanto, en un interrogante que les sitúa en una encrucijada con tan múltiples y variadas opciones que, suelen convertir la elección del camino a seguir en un problema vital de muy difícil, cuando no imposible solución. Tal es el grado de frustración que se alcanza al intentar elegir dicho camino que, casi siempre, cansados de elucubraciones sin fin que no parecen llevar a ninguna parte, optamos por escoger la primera o última alternativa que se nos viene a la mente.

Siguiendo el devenir histórico de nuestra propia existencia, el primer momento en que se nos presenta este interrogante: ¿sigo estudiando o trabajo? acontece al en la que nada nos asusta. Todo lo tenemos al alcance de nuestra mano y las cargas familiares (en la mayoría de los casos representada por los padres) se hacen a menudo ” literalmente. Este sentimiento auténtico de autosuficiencia e individualismo en lo referente a las capacidades propias, es constantemente alimentado por la llamada Sociedad de la Información, vulgarmente denominada internet y más familiarmente definida en una sola palabra: GOOGLE.

En efecto, para el ser humano del siglo XXI, pero especialmente para los jóvenes que todavía no han adquirido un conocimiento basado en la experiencia que pueda ser contrastado con el aprendido a través de Google, ninguna realidad, ni por supuesto ningún conocimiento, puede escaparse de su control si uno navega adecuadamente por las inmensas posibilidades que se nos ofrece a través de la red. Si a ello le unimos la cultura de la implacable competitividad en la que nuestros niños desarrollan su aprendizaje desde su más temprana edad escolar y la mayúscula sobrevaloración del  más que por su abundancia, por su escasez en no es extraño encontrarnos con jóvenes alumnos, precedidos de un historial académico brillante en su formación obligatoria, ansiosos por soslayar cuanto antes los años de formación que les quedan (bachillerato, formación profesional y etapa universitaria en su caso), para incorporarse cuanto antes al mercado laboral con un único objetivo: ganar dinero no como medio de subsistencia vital, sino como un elemento imprescindible, unos para poder hacer realidad todos los sueños que a esas edades lógicamente se tienen y otros quizá para no acabar inmersos en las difíciles situaciones que observan en sus mayores. No se trata de egoísmo.

En definitiva, muchos jóvenes en la actualidad perciben claramente que el sistema formativo de hoy en día, con las inmensas posibilidades que les ofrece la tecnología a su alcance, se encuentra a años luz de ser el instrumento adecuado para una eficaz inserción en el mercado laboral. Y, dado que esa percepción de obsolescencia del sistema formativo la obtienen antes incluso de plantearse esas (tan típicas y tópicas) cuestiones que todos y cada uno de nosotros nos hemos hecho en mayor o menor medida al tener la primera posibilidad de elección, sin contar con las recientes nomenclaturas: ¿Ciencia o Letras? ¿Formación Superior o Formación Profesional? creo que sería un buen momento para replantearse la formulación de un modelo educativo que responda a estas nuevas inquietudes.

Una vez salvado este primer escollo, aparece sin solución de continuidad en el camino formativo del alumno la siguiente encrucijada: elegir la opción formativa más acorde con su verdadera vocación, proyecto vital o cómo quieran ustedes denominarlo, en forma de carrera universitaria, grado etc. O, siendo más pragmático, optar poral mundo laboral (una vez realizado el ) aunque no colmen exactamente sus expectativas. Es llegado a este punto donde quizá se hace patente la mayor madurez de nuestros jóvenes en comparación con generaciones anteriores, pues si éstas, a la hora de superar la mencionada encrucijada, tuvieron que – que abocó a muchos a cursar estudios no deseados y, lo que es más grave, a desarrollar una labor profesional soportada más que vivida con el componente de frustración vital que ello conlleva. Las nuevas generaciones disfrutan de una autonomía decisoria realmente sorprendente, unas veces por la abrumadora cantidad de nuevas posibilidades encomo ya hemos aludido tienen acceso a tal cantidad de información previa sobra las distintas opciones, que una vez sopesada dicha información y tomada una decisión por su parte, difícilmente podremos más que añadir matices secundarios a dicha decisión.

Por lo tanto, hoy más que nunca tenemos la obligación de aportar nuestro granito de arena para que los diferentes caminos que surgen de estas encrucijadas formativas a las que se enfrentan nuestros jóvenes, no les lleven a un callejón sin salida en el que se vean encerrados de por vida, tratando de complementar todo lo que ya tienen a su alcance con lo que sólo la vida puede dar y que aún no poseen: la experiencia.

Escritor: César Díaz