ETNOGRAFÍA Y EL COMPORTAMIENTO NO VERBAL

La comunicación no verbal desde 1940 comenzó a influir como una herramienta portadora de información para los antropólogos y etnógrafos. Esto es significativo puesto que la corriente positivista de la investigación había tomado muy en serio a la razón derivada a través del lenguaje. Sin embargo, de acuerdo con investigaciones en la comunicación se halló que los contenidos de los mensajes eran percibidos a través de signos paralingüísticos como la velocidad de la conversación, indecisión, tono, vacilaciones, o desde la expresión corporal: gestos, manejo corporal. Llegando al grado que más de las dos terceras partes de la comunicación adquiría sentido desde lo no verbal.

A pesar de las ventajas descriptivas de la comunicación no verbal, hay reparos en cuanto a que la aproximación cualitativa de la realidad humana nunca es neutral . Por esta característica es aconsejable la combinación de las metodologías cuali-cuantitativa, puesto que si un estudio trata sobre inflación en la ciudad X, lo más razonable es mostrar cifras, datos y curvas de crecimiento; pero, cómo se describe en términos cualitativos la calidad de vida que ha sido medrada por la disminución de la capacidad adquisitiva. Además del método, el investigador debe ser una persona avezada en el terreno humano con dotes de astucia y perspicacia en aras de extraer la información más fiel a la investigación.

A diferencia de la investigación cuantitativa, lo cualitativo no pretende comprobar o refutar hipótesis. No. Su fin es interpretar el sentido de los actos. Por esto, la comunicación no verbal fortalece este tipo de búsqueda. Por ejemplo, se puede analizar de manera ortodoxa los discursos de los candidatos presidenciales, previendo si sus propuestas son factibles de llevar a cabo o no. Otro asunto es la lectura emotiva que los ciudadanos hacen de sus gobernantes, ven un sentido materializado en gestos y todo el manejo corporal. Un mensaje percibido no verbalmente puede tener más validez en términos de autenticidad de la información .

Otro aspecto por considerar es la preponderancia espacial en la comunicación. Informa sobre la intimidad y distanciamiento que hay entre los grupos culturales, caso es el manejo tan estrecho del cuerpo de los costeños cuando bailan, hablan o se saludan; por el contrario, está la prevención y rigidez de los bogotanos. Por otro lado, la relación que el hombre establece con su hábitat denota un modo de vivir la cultura y de relacionarse con sus congéneres. Los espacios adquieren sentido no por la intención abstracta de los urbanistas sino por la apropiación viva de los ciudadanos.

Desde la perspectiva del trabajo de campo, la comunicación no verbal adquiere otras dimensiones participativas, además de recolectar información el investigador, él también entra en escena con la comunidad en cuestión. Porque es un emisor de una determinada gestualidad cultural, este cruce comunicacional hay que saber manejarlo en aras de no violentar simbólicamente a la cultura o grupo estudiado. Una determinada manera de mirar puede significar agresión o seducción, es cuestión de decodificar estos códigos culturales para establecer una comunicación sin obstáculos. Es mantener cierta sintonía con la cultura investigada sin perder la propia identidad.

Se infiere que la comunicación no verbal dota de significado al trabajo etnográfico. El lenguaje no hay que desecharlo, pero si mirarlo con lupa para separar lo auténtico de lo falaz. El investigador debe tener un ojo agudo para describir, traducir e interpretar el lenguaje no verbal, haciendo diferencia entre un comportamiento individual y colectivo. Es cuestión de seguirle la pista a todas esas señales latentes que demarcan el ámbito de la cultura.

Escritor: Carlos Mario Idárraga.

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