La evaluación neuropsicológica se encarga de explorar personas con daño orgánico conocido, o pacientes con diferentes patologías psiquiátricas asociadas a disfunción cerebral, con el objetivo de identificar posibles alteraciones en las funciones cerebrales superiores y establecer las necesidades de tratamiento. En este sentido, la evaluación neuropsicológica está orientada a describir de manera pormenorizada las consecuencias cognitivas, emocionales y conductuales asociadas a una lesión o disfunción cerebral conocida o sospechada, contribuyendo al diagnóstico clínico y el diseño de un programa de rehabilitación o estimulación individualizado que estará enfocado en optimizar el desempeño independiente y la calidad de vida del paciente, tomando en cuenta no sólo el déficit, sino también las habilidades conservadas (Burín, Drake & Harris, 2008).
La evaluación neuropsicológica implica el uso de diferentes técnicas y estrategias, siendo las más relevantes la revisión de informes previos o historia clínica, la entrevista al paciente y sus familiares, las técnicas de neuroimagen y la aplicación de pruebas neuropsicológicas. Generalmente, la evaluación inicia con la revisión de informes previos, los cuales brindan evidencia respecto a la naturaleza y gravedad de la disfunción, presencia de complicaciones asociadas, evolución del cuadro y nivel de recuperación logrado (Tirapu, Martínez, Casi, Albéniz & Muñoz, 1999) Con base en estos datos, se realiza una entrevista al paciente orientada a recabar información sobre distintas variables biopsicosociales moduladoras del trastorno como edad, género, escolaridad, nivel socioeconómico, situación laboral y nivel de funcionamiento previo. Del mismo modo, se establece la presencia de comportamientos que pudieran agravar el desajuste psicosocial como abuso de sustancias o escasas habilidades sociales. Finalmente, se profundiza en la problemática actual, el grado de conciencia, la opinión y la importancia que el paciente le da a las limitaciones existentes (Galindo, Molina & Balderas Cruz, 2004).
De igual forma, siempre es importante realizar una entrevista independiente con los familiares para confirmar la información obtenida y evaluar el grado de acuerdo entre las partes, lo cual brinda más información referente a la gravedad del trastorno y nivel de funcionamiento del paciente (Basuela Herreras, 2006; Tirapu Ustárroz, 2007).La información recabada permite formular la hipótesis del caso y elegir los instrumentos de evaluación para contrastarla. Del mismo modo, la entrevista es el espacio ideal para el establecimiento del rapport (Ruiz Valverde, 2000).
La evaluación neuropsicológica formal implica la valoración de procesos cognitivos tan diversos como la velocidad de procesamiento de la información, atención, habilidades perceptivas y motoras, lenguaje, comunicación, capacidad de aprendizaje y memoria, razonamiento, solución de problemas, funciones ejecutivas y funcionamiento intelectual general. Las opciones con que el profesional cuenta para realizar esta labor incluyen escalas breves o pruebas de rastreo cognitivo, baterías neuropsicológicas generales y/o tests específicos (Tirapu Ustárroz, 2007).
En el caso de la tercera edad, la evaluación neuropsicológica tiene dos objetivos principales, la estimación precisa del grado de deterioro cognoscitivo, y el diagnóstico diferencial entre envejecimiento normal o patológico. La evaluación en esta población es de alta complejidad dado que el envejecimiento normal implica grandes cambios a nivel sensorial, motor e intelectual, observándose en los individuos sanos un deterioro de las funciones cognoscitivas a partir de los 50 años, con un agravamiento a partir de los 70 años, situación que varía de un caso a otro dependiendo de variables como escolaridad, ocupación y el entorno específico de cada paciente (Galindo et al., 2004).
En términos generales, en el envejecimiento normal se presenta un patrón deficitario caracterizado por una disminución significativa en la velocidad de respuesta ante tareas psicomotoras, la habilidad constructiva y la organización de secuencias espacio-temporales. Mientras que la capacidad verbal se encuentra preservada, lo cual facilita el desarrollo de tareas que requieren el uso de conocimientos generales, manejo del léxico y razonamiento lógico formal (Ostrosky-Solís, 2006).
En contraposición, la demencia, que es el trastorno más grave del envejecimiento, comprende un deterioro significativo del funcionamiento cognoscitivo, que en el caso del Alzheimer se caracteriza por la aparición temprana de un déficit profundo en la memoria, que puede afectar otras funciones y deteriora la calidad de vida, siendo necesario que la evaluación neuropsicológica sea exhaustiva y cubra un amplio grupo de procesos cognitivos para evaluar la demencia, entre los cuales se encuentran estado cognitivo general, atención, lenguaje, memoria, praxis y funciones ejecutivas. (Ruiz Valverde, 2000).
Finalmente, se debe resaltar que siempre es prudente complementar la evaluación con medidas de los aspectos motivacionales, emocionales y de personalidad, así como implementar observación en ambiente natural con tareas no dirigidas por el evaluador y que denoten flexibilidad cognitiva (Basuela Herreras, 2006). En el mismo sentido, no es suficiente con los datos cuantitativos arrojados por las pruebas psicométricas, por lo cual estas se deben acompañar de un análisis cualitativo del desempeño que tenga en cuenta las estrategias implementadas y los tipos de errores cometidos por el paciente durante la evaluación (Galindo et al., 2004). Por último, el establecimiento del diagnóstico debe hacerse en términos de probabilidad, dado que en el caso específico de las demencias, la primera evaluación no es definitiva, a menos que el cuadro este en una fase avanzada, requiriéndose adecuado seguimiento y comparación de diferentes ejecuciones para evitar el sub o sobre diagnóstico (Ruiz Valverde, 2000).
Referencias
Basuela Herreras, E. (2006). La evaluación neuropsicológica: procedimiento, instrumentos y variables. Boletín de estudios e investigación, 7, 19-26.
Burín D. I., Drake, M. A. & Harris, P. (2008). Evaluación neuropsicológica en adultos. Buenos Aires: Paidós.
Galindo, G., Molina, V., & Balderas Cruz, E. (2004). La evaluación neuropsicológica del anciano. Salud Mental, 27(3), 9-18.
Ostrosky-Solís, F. (2006). Evaluación neuropsicológica: diagnóstico diferencial entre envejecimiento normal y patológico. Archivos de Neurociencias, 11(1), 40-48.
Ruiz Valverde, S. (2000). Evaluación neuropsicológica en demencias. Revista Colombiana de Psiquiatría, 29(2), 193-199.
Tirapu Ustárroz, J. (2007). La evaluación neuropsicológica. Psychosocial Intervention, 16(2), 189-211.
Tirapu, J., Martínez, M., Casi, A., Albéniz, A., Muñoz, J. M. (1999). Evaluación de un programa de rehabilitación en grupo para pacientes afectados por síndromes frontales. Análisis y Modificación de Conducta, 25(101), 405 – 428.
Escritor: José Parra Guarnizo