FAMILIA EXTENSIVA

Una de las situaciones más difíciles de sobrellevar cuando vivimos en el desarraigo es la pérdida de los vínculos familiares. Nuestros abuelos, tíos y primos desempeñan un papel muy importante a lo largo de nuestro desarrollo, en especial en la primera etapa de nuestra vida.

A lo largo de mi niñez no tuve la oportunidad de compartir momentos de tertulia, celebraciones familiares, cumpleaños etc, y claro que por muchos años sentí que me había perdido una parte importante de vivencia familiar, en especial sentí mucho la falta del vínculo con mis abuelos.

Los abuelos nos transmiten sabiduría, experiencia, memoria y tradición en la familia, prácticamente una historia familiar. En un artículo publicado en lafamilia.info lo manifiestan de la siguiente manera:

En los abuelos está la representación más pura del amor filial, especialmente en el lazo que se forma con los nietos. Esta es una relación dotada de reciprocidad, ambos se nutren del amor que expresan. Los nietos se convierten en fuente de vida y les enseñan a los abuelos a ver con los ojos de la alegría y la esperanza.

Al mismo tiempo, los nietos experimentan una vivencia única con sus abuelos, es algo así como una amistad pero con alguien que le triplica en edad. Amistad que es posible dadas las condiciones, puesto que no está de por medio la labor educativa que sí pertenece a los padres, de esta manera queda el camino libre para que los abuelos se den el lujo de consentir responsablemente”.[1]

De mi propia experiencia, trato ahora como madre, que a pesar de la distancia mis hijas puedan establecer mejores vínculos. Los hijos siempre tienen curiosidad por saber cómo eran sus padres de chicos y quién mejor que los abuelos para transmitirles parte de la historia.

Es nuestra responsabilidad como padres, independientemente del país que habitemos, de fortalecer estos vínculos, de transmitir a nuestros hijos el valor de respeto por nuestros mayores, no podemos permitir que sean excluidos del ambiente familiar.

Durante el discurso de Benedicto XVI a la Asamblea Ordinaria del Consejo Pontificio para la Familia, expresa lo siguiente:

  “Ojalá que los abuelos vuelvan a ser una presencia viva en la familia, en la iglesia y en la sociedad. Por lo que respecta a la familia, los abuelos deben seguir siendo testigos de unidad, de valores basados en la fidelidad a un único amor que suscita la fe y la alegría de vivir. Los así llamados nuevos modelos de familia y el relativismo generalizado han debilitado estos valores fundamentales del núcleo familiar. Como con razón habéis observado durante vuestros trabajos, los males de nuestra sociedad requieren remedios urgentes. Ante la crisis de la familia, ¿no se podría recomenzar precisamente de la presencia y del testimonio de los abuelos, que tienen una solidez mayor en valores y en proyectos.

En efecto, no se puede proyectar el futuro sin hacer referencia a un pasado rico en experiencias significativas y en puntos de referencia espiritual y moral. Pensando en los abuelos, en su testimonio de amor y de fidelidad a la vida, vienen a la memoria las figuras bíblicas de Abraham y Sara, de Isabel y Zacarías, de Joaquín y Ana, así como de los ancianos Simeón y Ana, o también Nicodemo: todos ellos nos recuerdan que a cualquier edad el Señor pide a cada uno la aportación de sus talentos.”[2]

El estar tan lejos de nuestros afectos no justifica el abandonar  los vínculos, debemos esforzarnos por mantenerlos presente, debemos crear momentos en familia para conversar con nuestros hijos de sus abuelos, llamarles de manera frecuente, recordarlos y pedir por ellos cuando recemos y no sólo en ocasiones especiales.

Honremos a nuestros mayores, hagámoslos partícipes de nuestra vida familiar, especialmente en ésta época donde pareciera que lo único valorado es lo joven, nuevo y hermoso.

¿Cómo podríamos entonces mantener una estrecha relación con nuestros afectos, a pesar de la distancia? Aquí expongo brevemente algunas sugerencias que nosotros como familia las vivimos diariamente:

  • Nuestros hijos deben escucharnos hablar de la familia, de acontecimientos, experiencias y anécdotas familiares.
  • Hagamos un buen uso de la tecnología actual, nuestras hijas ven continuamente a sus abuelos, primos y tíos a través de los diferentes programas de video conferencias. Es una manera de sentirlos presente, de que nos acompañan a lo largo de nuestro desarrollo, de nuestros logros.
  • Dar espacio a los abuelos para que compartan a solas tertulias y momentos con sus nietos. En nuestro caso cuando tenemos la certeza de poder viajar y compartir unos días con la familia, suelo organizar y procurar momentos de encuentro, me encanta que mis padres puedan enseñarles fotos a mis hijas de nuestra niñez y adolescencia.
  • Aunque no tengamos la oportunidad de compartir el día a día con los abuelos, debemos procurar que el trato de nuestros hijos para con ellos sea respetuoso, generoso y con mucho cariño.

Durante estos 7 años de residencia en México hemos tenido la oportunidad de conocer a maravillosas familias mexicanas y con las cuales hemos compartido celebraciones familiares, que a pesar de sentir algo de nostalgia por nuestra propia familia, nos hace valorar muchos más esos momentos, es una excelente ocasión donde nuestras hijas van percibiendo el buen trato, el respeto por los abuelos, la armonía y el amor entre cada integrante.

Claro que hay otros vínculos como los tíos y primos, también importantes porque de alguna forma nos van acompañando a lo largo de nuestra vida, en especial durante la niñez porque son precisamente en las celebraciones y tradiciones familiares donde se fortalecen estos vínculos y nos van dando cierta sensación de seguridad, nos vamos identificando con la familia, se comparte una cultura determinada que nos dice que pertenecemos a esa familia y no a otra. Son parte de nuestra historia, nuestras raíces.

Sin embargo quisiera dar mi opinión muy personal de acuerdo a mi propia experiencia, he expuesto lo relevante de mantener los vínculos familiares, la influencia que puede tener el contacto cercano, el compartir las celebraciones familiares (fiestas navideñas, cumpleaños, las reuniones dominicales) pero el hecho de no poder tenerlo no es determinante en nuestra vida ni en la vida de nuestros hijos, no nos determina como persona, claro esto va a requerir de un esfuerzo mayor por parte de los padres como por ejemplo:

Coherencia

Sabemos que en nuestra vida de padres educamos con lo que hacemos. Séneca decía: ‘largo es el camino con preceptos, pero breve y eficaz con ejemplos’. Difícilmente podremos ayudarlos a fortalecer los vínculos familiares si nosotros no somos los primeros en procurar hacerlos.

Ocio y tiempo libre

Es muy difícil para las familias desarraigadas compensar por ejemplo, las reuniones familiares de los fines de semana. Por lo general sabemos que siempre tendremos ese momento para compartir en familia, intercambiar anécdotas de la semana, preocupaciones o nuevos proyectos por venir y es un tiempo sumamente enriquecedor para todos. ¿Pero se trata de compensar esos momentos?, creo que no, se trata de igualmente hacer vida en familia, de nutrirnos con actividades culturales, deportivas y recreativas. Por eso cada fin de semana nos demanda nuevos desafíos, tendremos que dedicar más tiempo en la programación de actividades que nos enriquezcan como familia y no simplemente pasar el rato en un centro comercial.

Manejo de los sentimientos

Más adelante lo veremos con mayor profundidad, pero aquí quisiera comentar que debemos alejarnos del sentimentalismo porque no nos conduce a nada positivo. No nos permite adueñarnos de nuestras emociones y sentimientos, sino más bien sumergirnos en nosotros mismos y nos dificulta mucho más nuestras relaciones personales. La alegría y la ilusión de vivir deben ser uno de los principales motores en nuestra vida diaria. Debemos consolidar aquellos hábitos que nos ayuden a llevar una vida saludable, con humor y con esperanza, a lograr un orden y armonía familiar.



[1] Abuelos y nietos: un vínculo de amor. Recuperado el 15/08/2013 de www.lafamilia.info

[2] Los Abuelos: su testimonio y presencia en la familia. Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia. 2008

Autor: Sabrina Moloney

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