GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ: LO MARAVILLOSO Y LO COTIDIANO DE LA VIDA MISMA

Con García Márquez la literatura latinoamericana se reviste de un nuevo cariz representado a nivel no sólo de creación, sino también de reconocimiento y re-conocimiento. Si bien, desde Borges nuestra literatura se había hecho un lugar a nivel mundial más tarde con Rulfo, Cortazar, Carpentier adquiría un nuevo status, pero con García Márquez la creación literaria se ubicaba en un peldaño un poco más elevado. Esta creación que proponía García Márquez no es más que la representación de lo cotidiano, de lo real revestido con el toque maravilloso y fantástico que caracteriza nuestra América, que caracteriza este ser latinoamericano.

Este texto pretende a partir de la lectura de tres cuentos de García Márquez, a saber: Alguien desordena estas rosas, monólogo de Isabel viendo llover en Macondo y El ahogado más hermoso del mundo; identificar lo fantástico instalado en la cotidianidad representado especialmente mediante la soledad y la muerte, además mostrar de qué manera esta nueva cotidianidad revestida de visos fantásticos permite la construcción de sociedad, de comunidad y, sobre todo, de ser humano.

El problema de lo fantástico, de lo maravilloso con Carpentier, Cortázar y García Márquez se convierte en una posibilidad de creación, en creación misma. Pero justamente esta posibilidad encierra una forma diferente del manejo de la realidad, puesto que ante todo lo fantástico y lo maravilloso están inmersos en la realidad, en lo cotidiano; no es una fuerza o un fenómeno ajeno a la realidad, simplemente es un aspecto más de dicha realidad, que aunque particular, no se desliga de ella, no pretende la adopción de mundos paralelos, o de realidades alternas; es una sola, simple y llana, pero percibida desde todos los puntos de vista posibles, vista bajo el lente de la posibilidad, de la contingencia, aquel en el que todo es posible; es decir bajo el punto de vista de la literatura. La literatura permite ver ese más allá que aunque cotidiano se escapa a las leyes tradicionales, un más allá donde todo puede ser al mismo tiempo. Cortázar en El sentimiento de lo fantástico afirma: hay como pequeños paréntesis en esa realidad y es por ahí, donde una sensibilidad preparada a ese tipo de experiencias siente la presencia de algo diferente, siente, en otras palabras, lo que podemos llamar lo fantástico.

De esta forma, sólo la sensibilidad del escritor puede dar cuenta de la realidad en su totalidad con sus causas y sus efectos tanto aparentes como de aquellos que se ocultan bajo un halo de misterio y de incredulidad. Más adelante en la misma conferencia Cortázar nos dice: ese sentimiento, ese extrañamiento, está ahí, a cada paso, vuelvo a decirlo, en cualquier momento y consiste sobre todo en el hecho de que las pautas de la lógica, de la causalidad del tiempo, del espacio, todo lo que nuestra inteligencia acepta desde Aristóteles como inamovible, seguro y tranquilizado se ve bruscamente sacudido, como conmovido, por una especie de viento interior, que los desplaza y que los hace cambiar.

Y es justamente sacudir la visión tradicional, aristotélica, europeizante lo que permite que lo fantástico pueda instalarse en el plano de lo cotidiano, alterando brevemente su realidad, pero sobre todo fundamentando lo real. Este movimiento casi telúrico, esta adherido a la historia latinoamericana desde el momento mismo del descubrimiento. Sacudir la visión tradicional es ver a Latinoamérica con ojos del latinoamericano, entendiendo los vaivenes de su historia, entendiendo los muchos y, a veces, contradictorios por qué de su pasado, de su presente. En este sentido Carpentier y, especialmente, García Márquez dan cuenta de lo poderoso, de lo maravilloso como pautas para la creación literaria, en la medida en que no abogan por copiar un modelo extranjero, sino en la necesidad de expresar, la realidad, la historia de la forma como ocurre, de la forma como tradicionalmente se ha mostrado es decir: de una manera real maravillosa.

Carpentier en el prólogo de El reino de este mundo, da su visión de lo maravilloso, visión que permite aferrarse a una realidad total desde muchas perspectivas y puntos de vista, pero sobre todo propone una fe, una creencia particular de ese modo de ver, de enfrentarse a la realidad: Para empezar, la sensación de lo maravilloso presupone una fe. (Carpentier, 12) Y más adelante: Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en las vidas de los hombres que inscribieron fechas en la historia del continente y dejaron apellidos aún llevados: desde los buscadores de la Fuente de la Eterna Juventud, de la áurea ciudad de Manoa, hasta ciertos rebeldes de la primera hora o ciertos héroes modernos de nuestras guerras de independencia de tan mitológica traza como la coronela Juana de Azurduy (Carpentier, 14)

De esta manera lo real maravilloso es inherente a la historia, a lo cotidiano, la historia misma deviene real maravillosa, pero adquiere esta aura de fantasía en el momento en que se plasma literariamente, en el momento en el que el autor debe acudir a todos los recursos del idioma, incluso cuando debe superar los recursos del idioma, para representarla. Es decir el autor primero debe entender esa realidad híbrida, maravillosa, cambiante y luego debe intentar plasmarla, intentar representarla lo más acertadamente posible, lo más maravillosamente posible. No podemos dejar de preguntarnos al igual que lo hace Carpentier ¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso? (Carpentier, 16). Sí, toda la historia de América, y en especial de Latinoamérica, responde a una certeza de lo fantástico, toda literatura debe responder a esa misma constante, es decir debe intentar mostrar las diferentes facetas del ser latinoamericano, en este punto encontramos a García Márquez quien siguiendo los mismos parámetros de Carpentier.

Cortázar nos brinda una visión particular del concepto de lo maravilloso visto desde el punto de vista del ser latinoamericano, García Márquez instala lo maravilloso en el caluroso clima del Caribe colombiano, pero esa instalación eleva ese Caribe a un nivel que sobrepasa cualquier acepción primera, eleva el Caribe colombiano a un nivel mundial haciéndolo literatura.

García Márquez al igual que Carpentier es consciente de la dicotomía presente en la historia latinoamericana, dicotomía que con el paso del tiempo ha hecho increíbles muchos de los sucesos históricos y trascendentales de nuestra América. Un ejemplo es el delirio áureo que maravilló a los conquistadores y que lleno de sangre muchos rincones de nuestra geografía, en un afán de riqueza inimaginable.

Desde esa histórica búsqueda del oro esquivo Latinoamérica ha sido blanco de la incredulidad pero también de la maravilla, como una tierra desaforada y misteriosa ha sido blanco de muchas críticas y de falsos encasillamientos. Puesto que no se puede ver Latinoamérica desde un punto de vista que no sea el propio, ya lo vimos con Cortázar, pero García Márquez va más allá, en su discurso de aceptación del premio Nobel nos dice que Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida.

García Márquez le apunta al ser latinoamericano, pero sobre todo le apunta a la creación del ser latinoamericano, el arte de crear que para él debe sobrepasar cualquier modelo de imitación extranjero, cualquier afán de encasillamiento absurdo a modelos europeos, puesto que la realidad es particular, la forma de contarla debe ser igualmente particular. Es así como García Márquez le apuesta a la poesía, desde su primaria acepción de creación, de poiesis, como la única arma netamente latinoamericana, es decir aboga por la magia creadora de esta tierra, la poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.

El análisis de estos tres cuentos en particular nos debe introducir en esa atmósfera de creación, de poiesis que sobrepasa una visión particular por medio de la instalación de aquello fantástico, de esa energía secreta como motor de una cotidianidad y de una realidad total revestida de credibilidad por medio de lo fantástico, de lo maravilloso. El primer cuento es Alguien desordena esta rosas, del libro Ojos de perro azul. En el cual se narra una visión particular de la muerte. Desde el punto de vista de un narrador-niño, la narración se centra en una casa donde la instalación de lo fantástico radica precisamente en la convivencia vida-muerte que allí se lleva a cabo. Lo maravilloso no es que el fantasma-niño sea el que mueve y desordena las rosas, sino la posibilidad de que en la misma casa sobrevivan en una aparente armonía la vida, la muerte, el recuerdo, la frustración, la soledad.

En una lucha tenaz el narrador pretende llevarse unas rosas para adornar su tumba, allí radica toda la acción del cuento, en la interacción que sobrepasa toda lógica aparente. A lo largo de la narración nos enteramos que el narrador murió siendo niño en esa misma casa y aquella, que ahora es la señora que la habita, fue una niña también y estuvo presente en el momento de la muerte. Y ahora muchos años después habita en la casa, quizá como una expiación de un pecado mayor, de un pecado que no conocemos pero que tampoco es necesario conocer, lo cierto es que ella habita la casa así ha estado en el mecedor durante veinte años, zurciendo sus cositas, meciéndose, mirando hacia la silla, como si por ahora no cuidara del niño que compartió con ella las tardes de la infancia, sino del nieto inválido que está aquí, sentado en el rincón desde cuando la abuela tenía cinco años (García Márquez, 1994, 88).

Como ya dijimos lo fantástico radica en la relación muerte-vida, presente en el cuento, el narrador en un afán titánico pretende hacerse a un ramo de rosas, pero aquello que lo detiene es la presencia más que material, casi fantasmal de la dueña de la casa, como si se cambiaran los papeles, y aquella que está viva adquiriera una presencia fantasmal, de acecho, de incertidumbre y aquel que está muerto presentara la totalidad de la acción en el cuento, se revistiera de una actuar y de una presencia más que viva. Además de la relación muerte y vida que materializa la instalación de lo fantástico en lo cotidiano se suma la posibilidad de que ella sea consciente de todo lo que pasa a su alrededor, que sea consciente de algo más que acompaña su cotidiana existencia, pero no la asusta, no la asombra en lo más mínimo, la presencia que habita con ella es fruto del imaginario de pueblo que brinda la posibilidad de pensar en un más allá de la muerte, en el cuento esta posible conciencia de lo que pasa se ve representada por la necesidad sobrenatural de vigilar las rosas, de estar al acecho.

El domingo pasado fue más difícil. Tuve que esperar casi dos horas a que ella cayera en el éxtasis. Parecía intranquila, preocupada, como si la hubiera atormentado la certidumbre de que súbitamente su soledad en la casa se había vuelto menos intensa. (García Márquez, 1994, 86) Esta relación se matiza en la medida en que el narrador es consciente de todo lo que pasa su alrededor, es consciente del paso de los días, de cómo cambia la naturaleza de las cosas, el paso del tiempo es fundamental en la narración especialmente en lo que se refiera a ella: No había empezado a engordar, ni los tobillos le abultaban bajo las medias, como ahora. Yo estaba cubierto de polvo y telaraña cuando ella abrió la puerta y en alguna parte de la habitación guardo silencio el grillo que había estado cantando durante veinte años. Pero a pesar de eso; a pesar de la telaraña y el polvo, del brusco arrepentimiento del grillo y de la nueva edad de la recién llegada, yo reconocí en ella a la niña que en aquella tormentosa tarde de agosto me acompañó a coger nidos en el establo (García Márquez, 1994, 87).

De allí que la conciencia de la muerte adquiera un nivel superior, puesto que la relaciona directamente con la vida. El narrador adelantándose en el tiempo al lugar que ella muera deberá ahora si llevar a cabo una tarea real, deberá salir de su casa, una tarea de verdad no la tarea utópica que ahora se encarga, Este día habrá una transformación en todo esto, porque yo tendré que salir otra vez de la casa para avisarle a alguien de que la mujer de las rosas, la que vive sola en la casa arruinada, está necesitando cuatro hombres que la conduzcan a la colina. Entonces quedaré definitivamente solo en el cuarto. Pero en cambio ella estará satisfecha. Porque ese día sabrá que no era el viento invisible lo que todos los domingos llegaba a su altar y le desordenaba las rosas.

Lo fantástico radica justamente en la posibilidad de entrever que ella en el fondo sabe quien desordena las rosas, que el día en que muera será simplemente la comprobación de lo que ya sabía hace mucho. De esta manera lo fantástico no es más que la vivencia cotidiana de la vida y la muerte, que no sobresalta como tampoco llena de morbo, simplemente es la vivencia fruto de la soledad y de la tragedia, el ser se acostumbra a su soledad y convive con sus propios fantasmas en un estado de tranquilidad y de adecuada convivencia.

Por otro lado en el cuento monólogo de Isabel viendo llover en Macondo del mismo libro nos encontramos con otro tipo de realidad, con otro tipo de sobrellevar las adversidades. La narradora en este caso nos muestra la forma como la lluvia cambia la forma de pensar tanto de ella como de su familia, pero también la forma como el estado del tiempo transforma no solo las conciencias sino también la forma de las cosas, los objetos, el ambiente en general. Lo fantástico en este cuento no radica en una lluvia que se prolonga por semanas, ya García Márquez en Fantasía y creación literaria en América Latina y el Caribe nos dice La descripción está muy lejos de ser una obra maestra, pero bastaría para estremecer de horror al europeo menos crédulo.

De esta manera la lluvia no es lo fantástico, puesto que aquí llueve y ha llovido durante siglos de formas poco convencionales, lo fantástico es precisamente cuando la lluvia toma presencia latente en el pueblo, cuando se hace una fuerza invisible que puede transformar conciencias. Me acordé de las noches de agosto en cuyo silencio maravillado no se oye nada más que el ruido milenario que hace la tierra girando en el eje oxidado y sin aceitar

Súbitamente me sentí sobrecogida por una agobiadora tristeza. (García Márquez, 1994,99) La lluvia de esta forma se convierte en una fuerza sobrenatural que empapa todo a su alrededor, desde los sentidos hasta los cuartos, la casa misma, el pueblo mismo se convierte en una gran masa informe, húmeda y nauseabunda. Ese día perdimos el orden de las comidas. Mi madrastra sirvió a la hora de la siesta un plato de sopa simple y un pedazo de pan rancio. Pero en realidad no comíamos desde el atardecer del lunes y creo que desde entonces dejamos de pensar. (García Márquez, 1994.100). Cuando lo fantástico se instala de tal manera en lo cotidiano se pierde la noción de los días, de las distancias, se deja de pensar y de sentir, se vuelven seres húmedos y casi transparentes.

Mi madrastra apareció en el vano de la puerta, con la lámpara en alto y la cabeza erguida. Parecía un fantasma familiar ante el cual yo no sentía sobresalto alguno porque yo misma participaba de su condición sobrenatural. Vino hasta donde yo estaba. Aún mantenía la cabeza erguida y la lámpara en alto, y chapaleaba en el agua del corredor. “ahora tenemos que rezar”, dijo. Yo vi su rostro seco y agrietado, como si acabara de abandonar una sepultura o como si estuviera fabricada en una sustancia distinta a la humana. Estaba frente a mí, con el rosario en la mano, diciendo: “Ahora tenemos que rezar. El agua rompió las sepulturas y los pobrecitos muertos están flotando en el cementerio … “No has dormido mucho” a lo sumo serán las tres”. Y yo, temblando, sintiendo resbalar el plato entre mis manos: “las dos y media del viernes…”, dije. Y ella, monstruosamente tranquila: “las dos y media del jueves, hija. Todavía las dos y media del jueves”. (García Márquez, 1994, 102).

García Márquez explica bellamente la forma como el ambiente hace al hombre, como el marasmo y la incredulidad se calan tan hondo en el ser humano que se hace uno con su entorno, con su ambiente. Como vimos no sólo afecta la conciencia sino todo a su alrededor, se tuercen los espacios, las distancias, los tiempos. Allí radica lo fantástico de este cuento instalado en un ambiente cotidiano, nada más cotidiano que una semana de lluvia en el Caribe colombiano, pero eso fantástico no hace sino ratificar lo netamente latinoamericano, la posibilidad de ser uno, como ya fue dicho, con el entorno.

De allí que todo sea tan natural y tan maravilloso al tiempo, hasta tal punto todo se tuerce y se reviste de incredulidad y de extrañamiento que luego de esa narración escalofriante, húmeda y monótona la narradora afirme Dios mío- pensé entonces, confundida por el trastorno del tiempo-. Ahora no me sorprendería de que me llamaran para asistir a la misa del domingo pasado””. Una vez más lo fantástico instalado en la cotidianidad.

Por último, en El ahogado más hermoso del mundo del libro La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. Asistimos a otro tipo de instauración de lo fantástico en la cotidianidad, esta vez en un espacio de comunidad, un espacio abierto, una localidad frente al mar. El hecho la narración estar cerca del mar le brinda un aire diferente a la monotonía y encierro de los dos pueblos de los cuentos anteriores, también afirma un aire festivo propio del Caribe y de Colombia. En este, un grupo de niños encuentran un ahogado en la playa: Los primeros niños que vieron el promontorio oscuro y sigiloso que se acercaba por el mar, se hicieron la ilusión de que era un barco enemigo. Después vieron que no llevaba banderas ni arboladura, y pensaron que fuera una ballena. Pero cuando quedó varado en la playa le quitaron los matorrales de sargazos, los filamentos de medusas y los restos de cardúmenes y naufragios que llevaba encima, y sólo entonces descubrieron que era un ahogado. (García Márquez, 1982, 39).

Lo fantástico de este cuento reside en el cambio que ejerce el ahogado en el imaginario primitivo del pueblo. El pueblo se fortalece en su identidad de comunidad al acoger al ahogado. Como si de alguna manera el pueblo mismo se formara cuando acogió un ahogado expósito. Una primera imagen del pueblo aparece monótona y sin encanto aparente, simplemente: el pueblo tenía apenas unas veinte casas de tablas, con patios de piedras sin flores, desperdigadas en el extremo de un cabo desértico (García Márquez, 1982, 40). Más adelante se verá cómo esa concepción del pueblo cambia tajantemente al ser tocada por la presencia mortuoria del ahogado.

Cuando se dieron cuenta de la naturaleza monumental del ahogado, los habitantes del pueblo, tanto hombres como mujeres, se vieron tocados en lo más profundo de sus seres. Las mujeres con una diligencia no habitual en ellas, le vistieron y le adornaron, adorándolo en lo más profundo de sus corazones, sintiendo envidia por sus maridos y por los hombres en general, los hombres por su parte se sintieron pequeños ante la naturaleza del aparecido. El cambio, lo fantástico toco cada fibra de los habitantes del pueblo, ejerció un poder sobrenatural, un poder no conocido, que los impulsó a ponerle nombre: Esteban. Puesto que según ellos no le cabía otro nombre. El relato transcurre con maestría mostrando la diligencia y dedicación de las mujeres y la búsqueda de los hombres por saber si el ahogado era conocido. En el momento en el que saben que no es de los pueblos vecinos, es decir que lo pueden acoger como propio, es cuando lo fantástico se instala en la cotidianidad y ejerce un poder mayor, hace que la comunidad se una, que se forme en verdad el imaginario social, el imaginario de pueblo.

Fue así como le hicieron los funerales más esplendidos que podían concebirse para un ahogado expósito … a última hora les dolió devolverlo huérfano a las aguas, y le eligieron un padre y una madres entre los mejores, y otros se le hicieron hermanos, tíos y primos, así que a través del él todos los habitantes del pueblo terminaron por se parientes entre sí … mientras se disputaban el privilegio de llevarlo en hombros por la pendiente escarpada de los acantilados, hombres y mujeres tuvieron conciencia por primera vez de la desolación de sus calles, la aridez de sus patios, la estrechez de sus sueños, frente al esplendor y la hermosura de su ahogado (García Márquez, 1982, 46).

El pueblo entero se volvió una gran familia, todos se convirtieron por mediación del ahogado en parientes. De esta manera lo fantástico no es encontrar un ahogado en la playa sino la adopción de un imaginario de comunidad como consecuencia del ahogado encontrado. El pueblo cambio tajantemente, adquirió conciencia de comunidad al acoger en su seno al ahogado, se volvió uno simplemente por tener entre sus miembros un ahogado, hermoso, extraño pero a la vez propio.

Pero también sabían que todo sería diferente desde entonces, que sus casas iban a tener las puertas más anchas, los techos más altos, los pisos más firmes, para porque ellos iban a pintar las fachadas de colores alegres, para eternizar la memoria de Esteban y se iban a romper el espinazo excavando manantiales en las piedras y sembrando flores en los acantilados, para que en los amaneceres de los años venturosos los pasajeros de los grandes barcos despertaran sofocados por un olor de jardines en altamar, y el capitán tuviera que bajar de su alcázar con su uniforme de gala, con su astrolabio, su estrella polar y su ristrea de medallas de guerra, y señalando el promontorio de rosas en el horizonte del Caribe dijera en catorce idiomas, miren allá, donde el viento es ahora tan manso que se queda a dormir debajo de las camas, allá, donde el sol brilla tanto que no saben hacia donde girar los girasoles, sí, allá, es el pueblo de Esteban.

La imagen del pueblo cambió radicalmente, se transformó en el imaginario un pueblo mejor, se hicieron comunidad. Todo ello debido a la adopción de una fuerza mayor representada en un ahogado. De esta forma, se hace nación, se hace Caribe partiendo de la unidad de la comunidad. Lo fantástico entonces reside en la posibilidad de acción, en la posibilidad de partir de lo cotidiano para formar conciencia, formar imaginario.

Finalmente y a manera de conclusión es pertinente afirmar que Gabriel García Márquez es un maestro del cuento, un maestro que sabe cómo con palabras expresar una realidad que sobrepasa barreras, sabe de qué forma encontrar lo fantástico en lo diario, en lo trivial de la vida y embellecerlo y engrandecerlo de una forma tal, que muestra esa misma realidad pero enriquecida con lo fantástico, pero sin alejarse nunca de lo fáctico, de lo visible de lo real latinoamericano. Y lo hace con un manejo asombroso del idioma, de la palabra, de la poesía hecha prosa.

BIBLIOGRAFÍA
Carpentier, Alejo. El reino de este mundo. Prologo. Bogotá : Editorial La Oveja Negra. 1983
Cortázar, Julio. El sentimiento de lo fantástico.
http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/cortaz5.htm. Revisado Febrero 8 de 2013.
García Márquez, Gabriel. La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada. Bogotá: Editorial La Oveja Negra. 1982.
____________________. Ojos de perro azul. Bogotá: Editorial La Oveja Negra.1994.
____________________. La soledad de América Latina.
http://www.ciudadseva.com/textos/otros/ggmnobel.htm. Revisado Febrero 8 de 2013.
____________________. Fantasía y creación artística en América Latina y el Caribe. http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/ggm7.htm. Revisado Febrero 8 de 2013.

Escritor: Gonzalo Alberto Sabogal

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