GALILEO: EL PUNTO DE ENLACE ENTRE DIOS Y LA CIENCIA.

La ciencia y la teología marcan notablemente la postura del ser humano frente a aquellos problemas de tipo antropológico que han existido a lo largo de la historia. Por lo tanto, cuando cada ser humano indaga sobe su propio origen, debe hacerse a la idea que en la ciencia o en la teología puede solventar este cuestionamiento etimológico. Tanto la corriente científica como la teológica han postulado diversas teorías sobre el origen del ser humano y del universo, las cuales han sido de nuestro conocimiento gracias a nuestros padres, la escuela, la comunidad religiosa a la que pertenecemos y los medios de comunicación.

El interés de este escrito no se centra en cuestionar alguna de las teorías que describen el origen del universo ni tampoco el carácter científico o teológico que las sustentan, más bien, nuestro propósito es mostrar que tanto la ciencia como la teología se pueden juntar para resolver el problema etimológico del universo y a su vez anular el principio de disyunción al que fueron sometidas por parte de sus propios progenitores. La primera impresión que me dejaron estas impresionantes letras fue la de otra de las tantas formas metafóricas que se usan para caracterizar las matemáticas, pero después de pasar una y otra vez por cada una de esas palabras descubrí una relación intrínseca establecida entre Dios, la ciencia y el universo. Podemos verlo de una manera más significativa si partiéramos en dos esta frase.

En la primera parte de la frase Galileo compara a las matemáticas con un alfabeto. Cuando hablamos de “alfabeto” nos referimos con precisión a un sistema simbólico que da paso a un lenguaje estructurado conocido como idioma. Entonces, si las matemáticas representan un alfabeto, podemos intuir que existe un idioma que está siendo representado por las matemáticas. Pero, ¿quién viene siendo ese idioma? y ¿cómo lo podemos deducir? La deducción no resulta difícil si se tiene en cuenta que las matemáticas como representación general de lo abstracto, manifiestan en sí, un lenguaje simbólico que sirve de base para el desarrollo de las leyes que rigen el universo. Esto quiere decir que el idioma al que hace referencia Galileo de forma implícita no es más que el conjunto de leyes físicas al que está sujeto nuestro enorme hábitat.

Ahora veamos como la fe de Galileo depositada en su Dios, termina relacionándose directamente con su amada ciencia. Galileo finaliza su frase haciendo mención de que el universo es una obra escrita por Dios. Para interpretar estas palabras, solo basta con observar la inminente obra de la escultura conocida como El David, cuyo autor fue el arquitecto, escultor y pintor italiano renacentista Miguel Ángel. La obra refleja por si sola el uso de diferentes combinaciones de materiales y medios al igual que una impecable calidad del uso del cincel por parte del autor, el cual tuvo que recurrir a algunos cálculos para obtener el punto más preciso en cada detalle. Así como en El David, no cabe la menor duda de que cada escultura, pintura, novela, poesía u obra de arte en general, tiene su propio autor; aquel que con su ingenio da a conocer su forma de pensar y al mismo tiempo expresa sus más íntimos sentimientos.

Lo anterior implica, sin lugar a dudas, que la obra del universo está totalmente patentada y además, gracias a la enorme complejidad que manifiesta en su interior, podemos asegurar que sólo un ser con capacidades superiormente extraordinarias pudo realizar este grandioso trabajo. Así, sin la necesidad de citar algún libro teológico, podemos inferir que existe un ser supremo que hizo posible un lugar lleno de grandes misterios que puede funcionar gracias a las leyes generales postuladas por la ciencia.

Por tanto, queda claro que los aportes teológicos cimentados en la fe y las leyes más importantes impartidas por la ciencia se encuentran unidos tácitamente, y que juntos pueden dar una explicación acertada y coherente a los problemas etimológicos del universo que indagan la mente humana desde la antigüedad. Además, esto es aún más valedero sabiendo que la fuente que nos motivó y que de igual modo sustentó la relación existente entre ciencia y teología proviene del propio pensamiento de un hombre que luchó incansablemente para dejarnos las bases en las que se fundamenta el funcionamiento del universo. ¡Gracias Galileo!, tu obra supera todos los límites de tiempo y aún permanece entre nosotros.

Escritor: Raúl Yesid Flórez Plata.