Quién no ha ido alguna vez a visitar un país y ha probado casi todas las costumbres culinarias propias de la región y se ha asombrado con el hecho de que, sí, todo, absolutamente todo, se puede llegar a comer cocinado de una u otra manera. Seguro que si fuiste al continente asiático probaste más de un plato autóctono frito que guisos con cientos de especias huevo hervido de en la mayor parte del sur de denominado el rey de las frutas pero que debido a su fuerte olor su consumo ha sido los nidos de golondrina, y un largo etcétera.
Algo que puede parecer un tanto asqueroso ya que no estamos acostumbrados a ingerirlos, pero que no hay que olvidar que es una de las partes principales del viaje. Labcomida es la fuente de energía para seguir el camino. Sin embargo, no hace falta desplazarse a miles de kilómetros para degustar productos autóctonos que se salgan de la norma, aunque aquí hemos preparado sólo los manjares más dulces.
Una tarta cocinada como un pollo asado Basta con darse una vuelta por alguno de los mercados tradicionales que existen en la mayoría de los pueblecitos del sur de Francia, para ver que son muchos los productos nuevos que están ahí esperando a ser degustados. Así es cómo se descubren ante el viajero los crêpes de cactus y de ortigas, en la aldea de St.-Girons (con un sabor muy-muy-muy dulce), los helados de lavanda en la región de la con un palo en medio y dando vueltas, sí, exactamente igual, salvo que éste ni tiene alas ni hay que desplumarlo–, entre otros.
y es una tarta con forma de árbol de Navidad compuesta de la mezcla de ron y vainilla, ingredientes que se van echando a la vez que el palo da vueltas. Lo que es curioso de este dulce es que para su preparación se necesita un palo que gira sobre su propio eje. La violeta, una flor que se come Puede parecer extraño comer flores, pero cuando la tradición se remonta al siglo XIX y en la localidad francesa de Toulouse ha pasado de generación en generación, el viajero debería parar unos minutos en el puesto en la calle que hay en la plaza del capitolio de la Ciudad del Espacio y probar las violetas de Mamie Bonbon.
nacieron en 1860 en la cuna de una de las expone Lisa Olier o lo que es lo mismo porque me decían que soy como las es una manera cariñosa y añade la vendedora. se tardan más de veinte días en explica Mamie. La diferencia con la violeta más comercializada a modo de caramelo, como pueden ser las que se venden en la plaza de Sevilla en Madrid (España), está en que éstala de no es el resultado de una fabricación con aromas artificiales y compuestos de azúcares sin más, sino que lo más gratificante de ella es que la flor de la violeta está realmente dentro del caramelo. Lo ideal es chupar el azúcar una vez se introduce la violeta en la boca, y minutos después surgirá en el paladar la violeta natural para poder saborearla. , y como decoración para las recetas de pasteles. Unos gustos curiosos, para paladares diferentes.
Escritor: Bárbara M. Díez
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