Hibridación cultural y arte popular: Carnaval de Negros y Blancos

El Carnaval de Negros y Blancos en San Juan de Pasto, es una celebración al aire libre que convierte a la ciudad en un escenario artístico en torno a los imaginarios colectivos que re-elaboran sus herencias culturales año tras año. Este encuentro colectivo nace del cruce de diferentes razas, imaginarios, forma de ver y conocer, modos de estar y habitar en el mundo. Es así como el carnaval se convierte en una manifestación artística y cultural que se origina gracias al encuentro de múltiples expresiones correspondientes a la amazonia, los andes, el pacifico y la fusión de la cultura española, fundado en la necesidad de libertad y resistencia que reafirma el sentido de la tradición identitaria. El carnaval es el espacio propicio para el encuentro con el otro y consigo mismo, donde transcurre y se refleja la vida.

En sus principios, el carnaval surge por el choque, contacto e imposición con la cultura tradicional y pagana europea durante el periodo colonial. Por otro lado, la representación por medio de la danza, el juego, el canto y el rito por parte de los imaginarios y pensamiento indígena, como una manifestación reflexiva de la contemplación del mundo y la naturaleza. Y además, el festejo de parte de los esclavos africanos que conquistaban su día libre en tierras del cauca. Así, “este sincretismo cultural estructura el Carnaval de Negros y Blancos, tradición popular genuina que incorpora y rinde homenaje a las etnias indígena, negra y blanca” (Goyes, 26) en un tiempo profano de liberación del cuerpo, de la risa, del juego y como una manera de reafirmar el lugar de encuentro que determina la posición de los sujetos y los modos artísticos de enunciación.

De esta modo, se realiza un dialogo entre las culturas que se entremezclan entre sí, creando formas de pensamiento, simbologías, lenguajes e imaginarios que develan un auténtica “hibridación” como modos de producir visiones, creencias, conocimientos y saberes. Se hace importante entonces advertir cómo entre este campo de tensiones se ha construido un gran imaginario compartido en la relación herencia-territorio a partir del carnaval, que le da a la comunidad una herramienta de cohesión y pertenencia.

Como irreemplazable práctica social, el Carnaval de Negros y Blancos se construye a partir de la herencia, el sentir, las vivencias y experiencias pues tanto los artistas del carnaval, como los participantes, año tras año convierten las calles de la ciudad en un escenario fantástico que exalta la cultura y la identidad popular, puesto que “Los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el pueblo. Durante el carnaval no hay otra vida que la del carnaval” (Bajtin, 10). El artesano Nariñense, representa una fibra del tejido de historias y saberes presentes en esta celebración, razón por la cual existe una reciprocidad en el conocimiento y sensibilidad, puesto que el artesano se inspira en su cultura, en la gente de la ciudad y sus alrededores, en los visitantes, en las diferentes maneras de concebir el mundo para crear sus motivos, lo que evidencia que “el artista popular es un médium, chivo expiatorio de la multitud, sacerdote secular o chaman que carga con la culpa y que busca redención colectiva con su obra. Su yo es, en realidad, nosotros” (Goyes, 34).

Es bajo este sentido que se mantiene el Carnaval de Negros y Blancos como manifestación popular, que se configura como una forma alternativa de producción simbólica al margen (y de cierta manera en oposición y resistencia) a los medios masivos. Es así, como frente al proyecto modernizador, concentrado sobre todo en los ejes urbanos, se establecen nuevas relaciones entre el sujeto y el tipo de percepción que éste configura para sí del espacio urbano y las prácticas colectivas. Es de esta manera, que el Carnaval es una forma de romper la rutina, pues convierte las calles en lugares llenos de goce, dándole un color diferente a la vida, cuestionando la realidad en medio de esta sociedad capitalista y globalizada.

Sin embargo, frente a esto, se debe tener en cuenta un peligro que puede amenazar el sentido profundo de esta manifestación cultural: Las estrategias invasivas del capitalismo que por medio de la invasión de los espacios, adulterando y banalizando por medio del lenguaje propagado de la publicidad, mercantilizando la cultura y negando el derecho de las comunidades a defender lo netamente propio. El expansionismo de las marcas erosiona la cultura a través del patrocinio de acontecimientos, tradiciones y manifestaciones propias de la cultura, haciendo ver que estas se interpreten como meras muestras folklóricas, desvirtuando su sentido y esencia

Es por esto que se debe tener en cuenta, resaltar y visibilizar el carácter popular de la fiesta, puesto que el carnaval es un encuentro no solo con distintas razas, sino también, teje lazos de unión colectiva con la tierra y con los imaginarios culturales de la región, convirtiéndose estos en una herramienta de resistencia frente a los poderes hegemónicos que se infiltran en la cultura popular. Además es un espacio de encuentro donde se ve reflejada la vida, donde la niñez perdura y nos hace recordar lo que somos a través de la herencia cultural, del juego, los colores, olores y formas del carnaval, “Donde la plasticidad cultural proporciona los elementos constitutivos para que la producción estética resulta por un lado desestabilizante para los modelos hegemónicos y por otro, reivindicadora de los valores y las tradiciones propias de la cultura latinoamericana” (Rama, 31)

Bibliografía.
– Barbero, Jesús: De los medios a las mediaciones. México, Anthropos, 2010
– Bajtin, Mijail: La cultura popular en la edad media y el renacimiento. Madrid, Alianza editorial, 1987
.- Goyes Julio Cesar: carros alegóricos del Carnaval de Negros Y Blancos, revista Porik An, Universidad del cauca, 2009
– Rama, Ángel: Transculturación narrativa en América Latina. México, siglo XXI, 1987

Escritor: Cristina Villota Imbacuan