¿Pero, por qué nooo? ¿Entonces tendré que pedir prestada la máquina de escribir que regalé para hacer ni ensayo? ¿Cómo, qué dice la miss? ¡Por qué no a Compu?” Todas éstas inconformidades, recuerdo haberlas escuchado de mis alumnos aquel día cuando pedí los lineamientos del ensayo: “rigurosamente escrito con máquina de escribir” y señalando la advertencia: “! y el que no tenga máquina de escribir, entonces lo hace a mano, porque cualquier otro formato no será aceptado!” Ya se imaginarán la indignación que causé a mis alumnos: Protestaron, renegaron, hicieron muecas, murmuraban: qué le pasa? Está loca? La dejó el novio creo que está de malas, A ver, deja le pregunto… la reforma y no precisamente educativa, sino informática… El inicio de la era digital, el inicio de la world wide web. ¿Cómo decir simplemente adiós a mi hermosa y enorme máquina de escribir Olivetti, verde olivo, electrónica, rápida, con corrector automático; con esas bolas enormes intercambiables, ¡la que me salvó de muchas, en esos ensayos universitarios con entregas de última hora! digamos algo parecido a mi antiguo Frankenstein de período, pero que en manos de estudiantes irresponsables y perezosos se convertiría en plagio.
Así los profesores de ese tiempo, no solo de Literatura sino todos aquellos que solicitaban a sus alumnos de preparatoria ensayos, sufrimos el inicio del internet y nuestra lucha contra marea resultó ineficaz; porque los alumnos ya no investigaban, no resumían, no redactaban, ya no pensaban, ya no concluían. Más aún, desafortunadamente hoy en día, se conocen plagios aún en profesionistas, que presentan proyectos como propios gracias a la facilidad de acceso que presentan los trabajos recuperados del continente más recóndito. El problema que se presentó en este caso fue, a mi parecer, de tipo estructural; inicialmente con profesores no lectores es decir; no leían en su totalidad lo que los alumnos presentaban como trabajos originales y propios. Se habían olvidado de enseñar los pasos de la investigación. Se conformaban con señalar volumen no calidad. Mientras más hojas se pusieran en manos del maestro mejor era la calificación. Hojas que únicamente serían palomeadas.
Y continuó con alumnos que no se preocupaban por crear, innovar, inventar. Alumnos que sabían como “darle gusto” al maestro. Con alumnos que tomaban la información simplemente porque la tenían a la mano sin preocuparse y ocuparse por aportar algo nuevo, que llevara su sello personal, algo suyo pero… ya no había tiempo para innovar porque la web no caminaba, volaba a velocidad increíble. Los profesores no tuvieron más remedio que volar también, al parejo, y tratar de adecuar estas nuevas tecnologías. Unos pidiendo redacciones y ensayos in situ, dentro del salón de clase. Otros leyendo en su totalidad e implementando estrategias para su combate. Otros compitiendo en creatividad e innovando estrategias. Y unos más, tal vez, haciéndose de la vista gorda, ¿Por qué no? Ahora, superada la experiencia, aceptamos, no nuestra derrota sino los nuevos retos a los que nos enfrentamos. La información sigue estando ahí, a la mano, sólo que hay que buscar estrategias para saber como mejorarla, como manejarla; finalmente no es un cuento muy nuevo. Como dice la canción, me caí de la nube que andaba, para toparme con una realidad de la que no existe escapatoria alguna sino retomar ahora otra nube, o mejor dicho el icloud.
Escritor: Patricia Martínez Bustos