Historia cultural china – 8 parte –

De todos modos, era innegable que la innovación retórica que efectuaron los autores y su costumbre de refinar el vocabulario y de abusar de la belleza sentaron precedente para el esteticismo literario que apareció en las seis dinastías.

 

A fin de describir bien una cosa al máximo, además de tener buen dominio de las palabras, los autores tenían que conocer y mostraban gran interés hasta cierto punto sobre el objeto que querían cantar. Evidentemente, la fundación de un gran imperio unificado como la dinastía Han les amplió tanto los hoirzontes como el corazón a los letrados. Los autores del Fu estaban llenos de curiosidad intelecutal por el entorno que les rodeaba y, poco a poco empezaron a explorar, a explicar hasta intentar controlar el mundo donde habitaban.

 

Así que cuando componían, siempre tenían muchas ganas de mostrar a todo el mundo que sabían mucho, mientras también exigían mucho, sobre todo, exigían que todos los detalles salieran a la perfección. Pusieron un paisaje en una observación bastante minuciosa que siempre les hacía alabar con admiración a los lectores. Mientras pusieron mucha atención examinando el exterior del paisaje y percibiendo su cualidad interior, nunca desatendían el espacio y su ubicación geográfica en el medio ambiente natural, así que el paisaje reproducido en los Fu de Han, en general, no sólo abarcaba una vista panorámica magnífica, sino se veía algo muy diminuto.

 

Aunque los poetas de Las Elegías de Ch’u ya trataron de dibujar un espectáculo adornado con detalles como sonidos naturales y cambios climáticos, pero a la larga, lo que intentaban representar era un cuadro dibujado a grandes rasgos; los autores del Fu, al revés, nos mostraban una pintura paisajística detallista más jugosa, más ordenada y la describía más que antes.

 

Fue la época de la dinastía Wei y Jin la que estrenó el poema paisajístico chino en la historia literaria. Y la metafísica de Lau tzu (老子) y Juang tzu (莊子) que estaba en moda por aquel tiempo, fue justamente el gran impulso que promovía que este tipo de poemas viera la luz.

 

La metafísica de Lau tzu y Juang tzu fue el fruto de un despego de la política y de toda la sociedad; y también de un aprecio que tenían los intelectuales hacia la vida y hacia el espíritu de cada uno. Tal mentalidad al final produjo un amor, común entre los intelectuales de este período, a los inmortales, a vivir en el retiro y a visitarse en el campo. En el transcurso del tiempo, las zonas campestres estaban lejos del alboroto, lejos de las molestias mundanas, convertidas en el objeto de los poetas para cantar y para contemplar en la poesía en tales circunstancias.

 

Se dice que los inmortales se apartan del mundo. El sitio donde residen, donde habitan, se llama el reino de las hadas, naturalmente está muy lejos de nosotros. Aunque tienen varios orígenes, y es difícil saber su paradero, según las obras literarias que cantaban a los inmortales en el período de la dinastía Wei y Jin, sabemos que los poetas y escritores de aquel entonces estaban convencidos de que vivían en aquellas montañas elevadas y famosas.

 

Es decir, creían que si una persona corriente iba en busca de los inmortales, también tenía que alejarse de las poblaciones primero, para buscarlos luego en las profundidades de las montañas. Creían que era posible encontrar a uno en persona durante la subida a las montañas, y sería inmejorable si el inmortal le diera elixir de larga vida para lograr vida eterna. Entonces, al principio, el mayor motivo para los poetas fue entraron en las montañas era tener un encuentro casual con los inmortales, inquiriendo el secreto de ascender al Cielo con ellos, y recoger hierbas medicinas por todas partes esperando conseguir la inmortalidad.

 

No obstante, en cuanto entraban en las montañas, tenían que mirar aquí y allá muy atentamente, o para descubrir donde estaban los inmortales, o para hallar las píldoras de inmortalidad. En todo el curso de la búsqueda, tenía muchas ocasiones dando observación panorámica desde  distintos ángulos para examinar las montañas, los bosques y las cuevas…etc. Además, después de tomar el supuesto elixir, necesitaban caminar o pasear media hora o más para que la medicina surtiera efecto mejor. Después de dar una vuelta, solían visitar aquellos puntos de interés en la naturaleza, para relajarse y para refrescarse. Poco a poco, visitar aquellos lugares bonitos en la naturaleza al final formó parte indispensable de la excursión en busca de los inmortales y, claro, iban a contar todo lo que habían visto y lo que habían observado.

 

Pero de todas formas, ir en busca de los inmortales fue impracticable e impráctico. Los poetas inventaron aquellos encuentros casuales con los inmortales cuando sufrían tropiezos en su vida real, a fin de buscar una salida temporal para escapar de todas las molestias que les rodeaban. No obstante, si dejamos aparte la razón por qué estaban tan fascinados por una vida eterna, era muy saludable y sano estar en comunión con la naturaleza, con tal de que tuvieran tiempo, podían hacer turismo en las montañas elevadas y por los ríos grandes cuando quisieran.

 

Sobre todo, cuando estaban rodeados por los sublimes árboles, por las montañas grandiosas, o por los valles profundos o por la densa niebla, siempre les ilusionaba el estar justamente en el mismo sitio donde vivían los inmortales. El ambiente agradable del entorno natural no sólo les inspiraba para crear, sino les fortalecía y les facilitaba la perspectiva del paisaje, porque una vez que entraran en las profundidades de las montañas, estarían solos y necesitarían concentrarse mucho observando, o para buscar a los inmortales o para recoger los elixires legendarios,  sin salir de allí dentro de poco. Nunca es fácil estar solo en un sitio despoblado, pero para aquellos que podían aguantar la soledad y estar aislados en el monte muy tranquilo sin ser distraidos por las bagatelas mundanas por un largo tiempo,  conocerían más la naturaleza mientras mejorarían el gusto en la belleza del paisaje.

Autor:  Wang Jung