Humedal de Cartagena

Cartagena es un balneario que se encuentra a un poco más de 100 Km. de Santiago, otrora era el lugar de veraneo de la aristocracia chilena, aquí se inspiró el poeta Vicente Huidobro y desencarnó mi profesor de Historia del Arte, pintor y escritor, Adolfo Couve. Hoy es un lugar de veraneo popular, cientos de personas se cuelgan de los buses piratas para poder chapotear en sus playas.

Hace unos días estuve ahí, apacible por esta época, sus arenas se observan despejadas y limpias, hacía mucho frío a pesar de encontrarnos bien entrados en la primavera y que en Santiago la temperatura se elevaba sobre los 30° C. Han pasado más de seis años de la última vez que estuvimos con mi esposa, en ese entonces y como lo es durante todos los veranos estaba atestado de gente, mucho ruido y basura. A pesar de la prohibición existente estos peculiares turistas hacen sus picnic, pelan tomates, huevos duros y frutas, se sirven pollo asado bien grasiento o lisa y llanamente cocinan un “cauceo”, preparan una fogata, acercan sus toallas y se juntan alrededor de una olla a cucharear mariscos u otro cocimiento. Luego se van dejando vestigios de sus banquetes esparcidos por todos lados, huesos, papeles, bolsas de nylon, entre otras. Son sus vacaciones y para estas personas es muy económico esta parte del litoral por su cercanía a la capital, el bajo valor de los hospedajes y la posibilidad de acampar en zonas asignadas por el municipio. Es por esto que este balneario es llamado por muchos: “Rascagena”, haciendo alusión al nivel social y cultural de quienes lo visitan.

Pero como decía, en esta fecha aún no llegan los visitantes y pude pasear tranquilamente por sus calles, entre sus añosas y majestuosas casas que hablan de un esplendoroso pasado, hoy refugio de la bohemia, artistas plásticos, escritores y poetas que huyen del cotidiano estrés de Santiago mientras no hay veraneantes.

En esta caminata por la costanera llegué al Humedal de Cartagena, es una laguna de alrededor de 200 m. de longitud por no más de 50 m. de ancho, en ella abundan gran cantidad de patos silvestres, cormoranes, gaviotas, golondrinas, taguas, cisnes y otras variedades cuyos nombres desconozco que llegan a anidar entre la vegetación, de hecho observé gran cantidad de retoños que nadaban en el lugar. La última vez que estuve aquí esto era sencillamente un basural, en el agua se podían ver escombros, neumáticos y todo tipo de desperdicios, aparte del mal olor. Ahora el municipio cercó el lugar que posee dos accesos y solo se solicita que los portones se cierren al salir y al entrar, además cuenta con la presencia de un guardia que vigila el ingreso de los paseantes. Conversando con el encargado me comentó que esta iniciativa se llevó a cabo hace no más de tres meses y al comentarle que me parecía una acción muy loable, me trasmitió sus reparos por la llegada del verano, este humedal se encuentra entre la playa y el camping por lo que teme que se produzcan daños al recinto por los mismos visitantes.

Es de esperar que exista suficiente resguardo e información a estas personas para que respeten este bello lugar, pero debo reconocer que esas aprensiones también las tengo yo. Es muy probable que el portón permanezca abierto, que ingresen perros a perseguir a las aves y niños a sacar los huevos, que los postes del cierre sean robados para usarlos como leños y que el lugar termine siendo nuevamente un basurero, es de esperar que no, pero la experiencia dice otra cosa. No es el único humedal en Chile, estos pequeños ecosistemas se extienden a lo largo de todo Chile, en ellos se vierten indiscriminadamente basura en general, desechos provenientes de las mineras y de otros procesos industriales, como el caso de los cisnes de Valdivia, que murieron porque sus aguas fueron contaminadas por la Planta de celulosa CELCO.

No sé cuando volveré por Cartagena, no sé si encontraré el humedal como lo vi, pero me quedaré con el recuerdo de esas hermosas aves revoloteando y trinando junto a mí.

Escritor: Gerardo González García