Innovación empresarial en universidad

Más que desarrollar estrategias para generar innovación en el aparato productivo de un País, se requiere impregnar una cultura de innovación y emprendimiento en todas las esferas del Estado incluyendo, por supuesto, el sector empresarial, las universidades, y la sociedad civil en general.

La innovación constituye el mecanismo óptimo para garantizar la sostenibilidad del crecimiento y la competitividad del país en el largo plazo. Innovar no sólo significa desarrollar nuevos productos y transformar los productos existentes. Consiste en crear nuevas formas de organizar, gestionar, producir, entregar, comercializar, vender y relacionarse con clientes y proveedores; logrando, en última instancia, generar valor agregado a través de toda la cadena productiva. Es por esto que la innovación y la inversión en investigación y desarrollo no son exclusivas a los sectores de alta tecnología. Por lo contrario, deben ser parte vital de todos los sectores económicos y hacerse extensivos a todos sus eslabonamientos.

Ahora bien, la innovación no sólo es pieza central en el desarrollo de las actividades productivas. Es, por lo contrario, parte fundamental de todas las esferas del desarrollo, incluyendo el Progreso Social, Buen Gobierno, Sostenibilidad Ambiental y la Adaptación al Cambio Climático. Por tanto, el primer paso para realmente generar impactos económicos y sociales de largo alcance es consolidar una cultura de innovación en las organizaciones sociales, en las instituciones de Educación en todos los niveles, entre los niños y jóvenes y en general, en todas las esferas de la sociedad.

En la actualidad, Nuestro País (Colombia) evidencia un rezago considerable frente a países de características similares en el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación. A modo ilustrativo, la inversión total en investigación y desarrollo en Colombia es del 0,2% del PIB; un nivel muy bajo en comparación con países como Argentina, que invierte el 0,5%; Chile el 0,7%; Brasil el 0,8%; o Corea del Sur el 3,2%. (1)

Con la Ley 1286 de 2009 se marca en Colombia el inicio de una nueva etapa en la historia de la investigación y la innovación. Aunque esta ley trae importantes retos y novedades, lo cierto es que para lograrlos se tomará un buen tiempo, pues se requiere de un cambio cultural y de la consolidación de una nueva institucionalidad, y ambos aspectos enfrentan restricciones, como la tradición reinante, un pulso de poderes entre actores gubernamentales y no gubernamentales por su rol y el acceso a recursos dentro del sistema, y la confrontación de visiones que en particular se tienen sobre la innovación y el papel que cumple la investigación en el desarrollo del país. Esto significa que la ley podría sufrir reveses en su implementación.

Entre los principales retos y novedades de la Ley 1286 se destaca el propósito de integrar, en un solo sistema, a la ciencia y la tecnología con la innovación. La Ley plantea el reto de construir un sistema unificado, el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, (CTeI) lo cual, además de significar un intento por formalizar la experiencia de las dos últimas décadas, apunta a una modernización para poner al país a tono con las tendencias internacionales y el avance de la literatura sobre ciencia, tecnología e innovación (CTeI).

Un segundo aspecto que conviene resaltar de la Ley, se refiere al propósito de conformar una nueva Institucionalidad y de elevar la importancia que en la agenda de las políticas públicas tienen la investigación y la innovación.

Este es, groso modo, el contexto nacional colombiano que nos convoca para reconocer la importancia de la innovación y asumir un estudio juicioso de las alternativas y propuestas que requiera el país para adelantar un proceso de largo aliento que de verdad contribuya a la transformación social y económica. El país se ve abocado a asumir la innovación como factor esencial para superar su nivel de desarrollo y ha dispuesto de un aumento considerable de recursos con miras a financiar actividades que favorezcan precisamente la innovación. De esta manera, debe reconocerse la importancia de contar con una institucionalidad y un ambiente cultural que busquen el mayor impacto posible en el uso de estos recursos.

Como Universidad Surcolombiana «USCO» donde laboro, debemos proponer realizar una autoevaluación del sistema de investigación y desde el punto de partida del proceso se debe plantear hacer modificaciones para contar con un sistema más abierto e integrado a los cambios del sistema nacional, con relaciones más efectivas con las organizaciones sociales, políticas y económicas, y con la consolidación de una cultura de la innovación, entre otros aspectos que marcarán la pauta en los próximos años.

Debemos abrir un espacio de diálogo con un formato bastante académico y convocando a que todos nos sintamos incluidos, llamados a participar de una conversación entre académicos, con el fin de construir y dejar una constancia que nos permita formular o consolidar una serie de políticas y estrategias, no solamente para la Universidad, sino que, además, debe buscarse trascender el espacio de la Universidad y propiciar un encuentro con las demás universidades, con el Gobierno y con instancias como el Comité Universidad-Empresa-Estado.

Asumimos así, que parte del reto que tenemos como Universidad es discutir y aclarar ¿cómo entendemos la innovación?, que no sea una palabra más que utilizamos, o incluso un conjunto de indicadores con los cuales también se presiona a las universidades publicas a comportarse.

Dos verbos se ligan de este modo: integrar a lo ya sabido lo nuevo, y crear algo que no existe. La innovación integra en su definición la comprensión de lo que se es y de aquello que se puede llegar a ser. La integración es el lema: lo que es y lo que apenas aparece. Lo nuevo y lo tradicional. La innovación exige capacidad para volver actuante lo tradicional. Innovación sin capacidad de preservar lo existente no es una noción digna de ese nombre. Toda política seria de innovación desarrolla una estrategia de conservación de conocimientos con las debidas protecciones éticas y jurídicas.

La innovación apunta, a la vez, a la producción de conocimientos, la distribución de los productos del conocimiento, y la apropiación y el consumo innovador. La innovación debe irrigar los tres elementos de la vida social. No solo se innova mediante la producción; también a través de la distribución de lo que hay y de la reinvención de las formas de consumirlo.

La idea que debe regir en todo momento a las sociedades del conocimiento en América Latina es la de que no hay innovación que se justifique si ella no parte de la protección de la diversidad cultural.

La Universidad debe asumir el reto de Conocimiento e innovación, Financiando actividades relacionadas con la innovación, aprovechando con proyectos recursos del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y el Sistema de Regalías, Impulsar iniciativas de innovación aprovechando los incentivos tributarios transitorios y modelos público-privados como el utilizado por Corfo en Chile, Mejorar la pertinencia y calidad de la educación para el emprendimiento y la innovación e implementar el Programa Jóvenes Investigadores e Innovadores en todos los currículos.

De esa manera, el desafío nuestro como Universidad, no es cambiar las funciones misionales tradicionales; se trata de renovar la forma en que algunas de estas se transfieren a la comunidad; es decir, producir y gestionar conocimientos con valor comercial. No se trata tampoco de agregar simplemente otra tarea a las que, históricamente, se nos asignó. Se trata de hacerlo de manera integral y armónica pues, la tecnología no puede sustituir al desarrollo científico en sus expresiones más «puras», es decir, en sus expresiones que, desde el punto de vista económico, sólo se encuentran más alejadas del mercado.

Finalmente quisiera decir que nos espera el reto de actualizar la definición de la labor universitaria. En una sociedad que ha cambiado profundamente, la idea de innovación salta de los textos de economía para hacernos comprender de la manera más dura que la innovación es una necesidad de supervivencia para los actores sociales, pues si un profesional, una empresa u otra institución no innova o, al menos, no actualiza sus conocimientos, otro lo hará por él y lo expulsará del mercado.