Juan Emar: críticas de arte y modernidad.

Juan Emar, seudónimo de Álvaro Yáñez Bianchi, fue un destacado escritor chileno en la vanguardia de los años 1920 y 1930 que ejerció una profunda labor como crítico de arte, motivo central en este artículo, y que a través de sus escritos publicados en el diario La Nación durante la década del 20 generó grandes polémicas con otros periódicos de la época creando una confrontación por la estética y lo moderno.

Emar se enfrentaba contra la institución Arte y además contra el Estado en sus formas de concebir el acto estético y la conquista de las sensibilidades ligadas a una idea de lo moderno como representación. Tal como lo expresa Patricio Lizama: “Al interior del campo artístico surgían tensiones originadas por la existencia de dos líneas antagónicas: una, el esfuerzo de modernización y cambio impulsado por una élite cosmopolita y por grupos medios; otra, las tendencias de conservación implementadas por un Estado que administraba y ordenaba el campo cultural”

El arte no sólo se convierte en una forma de expresar lo inexpresable a través de un misterio, una comunicación de la subjetividad, sino que se convirtió en una forma de hacer política en términos de discurso. El eje modernizador con que Juan Emar retorna a Chile después de su paso por Europa se ve contrastado con un estado del arte chileno que se arraiga al siglo XIX y contra el cual el crítico establece distancias teóricas profundizando y enriqueciendo la discusión con la finalidad de extender el campo del debate. A su retorno se integra al grupo Montparnasse formado por Luis Vargas Rosas, Henriette Petit, Julio Ortiz de Zárate y José Perotti. En palabras de Marco Bontá “Desde 1900 y más acentuadamente a partir de la guerra de 1914, París vive convulsionado en el plano de las ideas pictóricas. Una revolución se ha planteado entre los llamados ‘viejos moldes’ y el ‘arte moderno’”; y fue el Grupo Montparnasse el encargado de traer esa revolución a la pintura chilena, enclaustrada hasta ese momento en la tradición de la academia naturalista.”

Es fundamental para Juan Emar realizar una diferencia entre lo moderno y el arte chileno de la época. Lo primero, proveniente desde las vanguardias emergentes con las cuales tuvo contacto en Francia, estaba alejado del criollismo naturalista que tenía expresión en nuestro país y dicha confrontación queda de manifiesto en su novela Umbral donde trata la pugna entre la crítica oficial y la vanguardia emergente que él llamará “arte vivo”. Otro elemento que podemos encontrar en las críticas es el acercamiento al enigma de la obra, la posible explicación de ésta en su forma y fondo a través de la apreciación. Dichos elementos se ven en conflicto debido a la precariedad del medio chileno en cuanto a este tipo de discusiones.

Las obras del salón de Junio, exposición organizada por el grupo Montparnasse en 1925, son interpretadas de forma errada por otros periódicos de la época, llegando incluso a la imposibilidad de distinguir qué era lo que realmente quería expresar el artista. Emar trata con ironía a sus contemporáneos marcando la necesidad de abrir un lenguaje como expresión de modernidad a través de una interpretación correcta que permita el avance de la institución arte. “La legitimidad estética se realizaba a través de la crítica de arte. En los diarios y revistas de la época; Ricardo Richon-Brunet, José Backhaus, Nathanael Yáñez Silva, Paulino Alfonso, entre otros, consagraban y valoraban estéticamente el arte académico, mientras que el público, la clase dirigente y el gobierno, lo legitimaba económica y socialmente” .

El arte tradicional de la época está anclado al naturalismo ya que responde a las necesidades de una institución guiada por élites que a su vez tienen tanto el poder económico como el estatal por lo que el estado del arte, y por ende su crítica, se hacen funcionales a las necesidades de las altas esferas. El choque de Emar no es casual, si bien Latinoamérica en aquellos años recibía un eco constante desde las vanguardias europeas este abismo se hace palpable debido las diferencias sensibles expresadas en las críticas publicadas por los diferentes periódicos.

El Estado educa y moraliza a través de la crítica de arte haciendo ingresar un lenguaje que debe ser aprendido y racionalizado para su transmisión a todas las capas sociales con sus respectivas descendencias. La modernidad de la que habla Juan Emar es constitutiva de la vanguardia europea, es decir, una vanguardia que abre las fronteras del conocimiento y re educa los valores estéticos hacia una liberación.Juan Emar se vuelve un personaje paradigmático durante el transcurso de la primera mitad del siglo XX consiguiendo desplazar a la academia y al criollismo. Con ello ha ganado un campo en las representaciones para el grupo Montparnasse pero al no ser pintor, sino escritor, recibe muy poca atención en su producción literaria también influida por las vanguardias.

Quizás Emar no se haya dado cuenta en aquel entonces que a través de sus críticas no sólo generó una disputa en el campo de la pintura en torno a los conceptos de modernidad sino que puso en cuestión todo un sistema de significaciones y seducciones estéticas que estaban arraigadas en el tradicionalismo de las clases dirigentes. El diario La Nación terminó siendo expropiado por Carlos Ibáñez del Campo en 1927 debido al golpe militar que él comandó y con ello las críticas de Juan Emar llegan a su fin, pero el debate ya estaba instalado. El sentido del arte en su comprensión, ese proceso intermedio en que trabajan los críticos para intentar explicar lo inexplicable, ya no podía ser revisado de la misma forma y era imposible no reconocer un cambio estético y con ello una verdadera problemática para las élites.

Escritor: Alex Durán Riquelme

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