JUSTIFICACIÓN DE UNA UD DE ESGRIMA COMO CONTENIDO CURRICULAR PARA SECUNDARIA EN EL MARCO LEGISLATIVO DE LA ACTUAL LOMCE

Hoy día, casi nadie duda del valor educativo del deporte, y el propio Ministerio desde 1992, matiza que el deporte tiene sentido entre los contenidos del currículo porque constituyen un “hecho educativo, con carácter abierto, sin que la participación se supedite a características de sexo, niveles de habilidad u otros criterios de discriminación”.

La clave se sustenta en el desarrollo de aprendizajes significativos y funcionales, tal y como planteó la LOE y que hoy se perpetúa con la actual LOMCE 8/2013 del 9 de diciembre. Este propósito, trasladado al aula, requiere de la motivación del alumno en su proceso de aprendizaje de forma que muestre interés tanto por el trabajo que se desarrolla dentro como fuera del aula.

La experiencia me dice que cuando se dejan de lado las actitudes de los alumnos hacia el aprendizaje esperando que aparezcan por sí mismas, éstas no solo no aparecen, sino que se acaban generando actitudes poco deseables como la desmotivación. Además, cuando el trabajo está referido al ámbito deportivo, estas se ven incrementadas como consecuencia de la influencia socio-cultural a la que nuestros alumnos están expuestos, como la rivalidad excesiva, individualidades o el pensar que el “resultado es lo único importante”…Son las actitudes positivas hacia el proceso las que permiten conseguir y perpetuar los hábitos saludables relacionados con la actividad física.

Contenidos como los deportes de combate en el currículo de Secundaria, no tienen demasiada implantación en los centros educativos…la pregunta es…¿por qué?
Pongamos de ejemplo la esgrima. El elevado precio del material, el supuesto fomento hacia actitudes violentas, o la complejidad del deporte son causas que reiteradamente se han venido alegando por los docentes para descartar este deporte en sus programas escolares.

Se trata de un deporte de adversario en el que, la característica más diferenciadora, es la utilización de un arma. Esto aporta que, siendo un deporte de lucha, la fuerza deja de tener un papel relevante. Además, la esgrima es el único deporte de combate en el que no existen categorías por peso, lo cual permite que se pueda trabajar fácilmente con grupos heterogéneos.

Para eliminar el inconveniente de altos costes en cuanto a material, se autoconstruirá un sable espuma con un churro de piscina como material alternativo. Éste tipo de material es ligero y resistente y a la vez permite realizar una práctica segura sin la necesidad de otras protecciones complementarias, ya que no hace daño a la hora de realizar los tocados.

Es importante destacar que la práctica de un deporte no lleva implícita una relación unívoca con determinadas actitudes (en este caso violentas), sino que debe recaer en la figura del profesor la responsabilidad de transmitir las actitudes formativas que poseen estos deportes de oposición directa.

La propuesta que propongo, trata la esgrima desde una perspectiva amplia, no sólo desde su vertiente deportiva, sino también desde la escénica (motivo de desarrollo en este artículo). Ello será aprovechado para presentar un deporte que inicialmente es excesivamente técnico, a uno motivador que aumentará el interés de los chicos hacia esta modalidad y opten por su práctica en su tiempo de ocio.

La estructura de la Unidad Didáctica, estará dividida en tres partes, una inicial de “TRABAJO PREVIO de lucha escénica” en la que los alumnos aprenderán y realizaran gestos técnicos marcados por el profesor para que los interioricen, otra de “PREPARACIÓN del Montaje” y finalmente una “DEMOSTRACIÓN de lo preparado”, siempre bajo una Metodología Actitudinal, cuya intención es crear una motivación y confianza inicial hacia el trabajo, por encima de la priorización de los conceptos y procedimientos
Centrémonos en esta última parte de la Unidad Didáctica, la DEMOSTRACIÓN. En grupos de tres o cuatro personas tendrán una o dos sesiones para diseñar y poner en práctica una coreografía de lucha escénica, guiado en su proceso por parte del profesor y considerando como requisitos mínimos que se incluyan elementos técnicos trabajados en clase, que dure como mínimo un minuto y que todos los componentes del grupo deberán pasar por la coreografía entrelazándola.

El día previo a la exposición del Montaje Final, se entregará a cada grupo una rúbrica como instrumento de calificación, definida y que a su vez será la misma para el profesor, con diferentes aspectos a valorar, como por ejemplo, la “coordinación entre los miembros del grupo”, “la globalidad” o “incluir uno o dos elementos técnicos trabajados en clase”.
El día del Montaje Final, se entregará al profesor un guión de la lucha escénica que se va a realizar, y que supone un porcentaje de la nota final. Nos servirá para comprobar si verdaderamente lo que han escrito lo han llevado a la práctica.
El examen valdrá un porcentaje, que será grabado y sobre la planilla que les hemos facilitado el día previo, realizarán una AUTOEVALUACIÓN-COEVALUACIÓN INTRAGRUPAL (que supondrá la mitad de la nota), valorándose como grupo en función de la composición de su lucha escénica. Este trabajo conlleva una serie de beneficios en los alumnos, como permitir la valoración y el consenso durante todo el proceso, acostumbrarse a ser objetivos en el trabajo en grupo, se educan en el diálogo, intercambian ideas y consultan sus dudas. La otra mitad de la nota será puesta por el profesor (HETEROEVALUACIÓN) en base a la misma planilla utilizada por los alumnos.

Como conclusión, podemos determinar que las actividades de lucha, han de incluirse en la educación física para ofrecer un currículo diverso. Dicha inclusión nos ayudará a romper con los estereotipos deportivos de género, ya que las actividades de lucha tienen muy buena aceptación por parte de ambos sexos, lo cual facilita percepciones y vivencias igualitarias. Además, estas actividades no estimulan la violencia, sino todo lo contrario, producen cambios positivos en el alumnado con conducta disruptiva y fomentan actitudes de respeto hacia uno mismo, hacia sus compañeros y hacia el profesorado.

Escritor: Marina Escobosa González