La ciudad consciente del tiempo

En el pasado, los modelos temporales y cotidianos que acabamos de describir se solían tolerar sin quejas ni preguntas. En la ciudad consciente del tiempo, en cambio, entienden como una prudente relación con el tiempo de las personas y se abren a la conformación social consciente.

Dentro del ámbito urbano es especialmente evidente que en cada vida cotidiana individual entrecruzan diferentes tiempos. Coexisten los tiempos de trabajo, de movilidad, organizaciones del tiempo individuales y familiares, tiempo «Libre», que  en conjunto forman los «tiempos de la ciudad». Son la expresión directa de lo que Jürgen Friedrichs, entroncando con Émile Durkheim, llamó «características funcionales de la ciudad »: división del trabajo y diferenciación.

La simultaneidad aglomerada de la división del trabajo y la diferenciación condiciona una red de referencias y dependencias cambiantes que exige una constante coordinación temporal. En las sociedades de servicios desarrolladas, estas dependencias son reforzadas como mínimo por dos características: la primera, con la transformación de la gestión de existencias y tiempo, la logística como dimensión de flujo (por ejemplo, en forma de la relación proveedor-cliente que encontramos detrás los sistemas just in time) pasa a tener un papel clave también en el terreno industrial (Ihde, 1999). Y la segunda, el avance hacia la sociedad de servicios y del conocimiento hace que el principio de simultaneidad sea más pertinente que en la sociedad industrial, ya que los servicios generalmente exigen la presencia de proveedor y consumidor en el mismo lugar y al mismo tiempo.

Los tiempos urbanos diferenciados por la división del trabajo coinciden-en condiciones de copresencia, según la escuela Lund de la geografía del tiempo  -, se concilian o dejan de conciliarse. La descentralización, la diferenciación y la flexibilización hacen que las redes temporales sean más complicadas y más variables. Las «instituciones temporales» se cuestionan y se derrumban (Por ejemplo, el fin de semana, los horarios comerciales,
las instituciones temporales específicas de cada oficio). Surgen nuevas instituciones temporales, como por ejemplo el horario de trabajo flexible, la apertura nocturna o la idea del «día del ciudadano».

Las instituciones temporales atraen el interés de la sociedad y de las familias. El tiempo es un recurso para alcanzar determinados objetivos y constituye también un medio cultural que tiene que ver con la interpretación y la transmisión de sentidos, con la tradición y la transformación de valores. Las instituciones temporales de las sociedades postradicionales generan nuevas organizaciones del tiempo por diferentes vías.

Estas nuevas organizaciones pasan entonces a ser componentes de los hábitos y los usos cotidianos de los miembros de esta sociedad, e incluso se convierten en «instituciones». Vemos ejemplos de cómo nacieron en la historia del domingo o del telediario de la noche. Ambos casos demuestran que los tiempos «se hacen», porque no son elementos que ya están establecidos. En las sociedades premodernas, las autoridades establecían y imponían los tiempos (la iglesia, la campana del trabajo, el ejército, etc.), sin que pudiera tenerpuesto ningún tipo de crítica.

La sociedad industrial produce instituciones temporales y actores que las conforman. La historia del sábado, del fin de semana y de las vacaciones fue el nacimiento de las instituciones temporales. Los actores de la política de tiempo eran, en consecuencia, las partes firmantes de convenios colectivos y los legisladores. Esto explica que en la sociedad industrial casi todas las instituciones temporales fueran estatales.

La llegada del terciario, la sociedad del conocimiento y de los servicios revoluciona las instituciones temporales de la sociedad industrial. Destruye las instituciones temporales tradicionales -A través de la flexibilización y la tendencia hacia a la sociedad de las 24 horas-y crea instituciones nuevas.

Por nuevos actores en la escena de la conformación del tiempo: a la posición que antes ocupaban los aspectos estatales, ahora aparecen actores y foros de toma de decisiones y de negociación de las dos naturalezas, la globalizada y la descentralizada. Por esta razón, la organización del tiempo es cada vez más diversa: por un lado, se incardina en la sociedad global y de otra se integra en vecindarios, barrios y comunidades locales.

En esta fase pueden surgir elementos tan diversos como los «planes locales de dirección del tiempo» de Italia, pactos temporales de ámbito local, días del ciudadano, bibliotecas que abren el domingo, nuevos espacios públicos, pactos de movilidad y nuevas agencias territoriales, como las «oficinas del tiempo». Las instituciones temporales «Pueden» surgir, pero en ningún caso esto sucede automáticamente.

Que la sociedad de servicios y del conocimiento esté en condiciones de generar nuevas instituciones temporales o que, al contrario, se derrumbe en una anomia temporal, depende de los actores de la política de tiempo.

Autor: Diana Perilla

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