El presente texto se ocupa de algunas consideraciones dadas por Junichiro Tanizaki en relación a la imagen de la cocina tradicional en el Japón, resaltando dos aspectos fundamentales: por un lado, la comprensión y percepción histórica del Japón nos ubica en el lugar del otro, es decir, se reconoce la existencia de algo diferente que contiene rupturas, pero que aun nos sigue hablando: el pasado. Por otro lado, se realza la sensibilidad de ese pasado a través de la sombra, de lo opaco, de lo tenue y de lo negro como una belleza antagónica a la cultura occidental.
Tanizaki manifiesta a partir de su texto otra manera de vivir la estética, otra manera de recrear e interpretar la vida a partir de la sombra. Por lo anterior en Oriente, particularmente en Japón, la comida tradicional y los objetos que la acompañan (por ejemplo, los recipientes de laca) se manifiestan sutilmente gracias a los elementos que nos proporciona la sombra, en esa “luz incierta” que devela el alma, el silencio de la imagen y la armonía del ser, para finalmente analizar el recuerdo de la cultura y liberar la identidad entre lo ajeno y lo propio.
Para Tanizaki, la transformación de la cultura japonesa ha sido inducida por el actuar forzado de la cultura occidental. El afán por el progreso, los avances en las técnicas de construcción-edificación y las demás consideraciones totalizantes del diario vivir hacia la modernidad, configuran la pérdida de valores y costumbres tradicionales sin ser algo necesariamente reprochable, sin embargo, es necesario pensar si la facilidad y la inmediatez en la vida moderna deben admitir una renuncia a la belleza.
El autor de El Elogio de la Sombra representa ese grito estético y de equilibrio espiritual japonés como respuesta al silencio de la evolución frenética, pues en su búsqueda por reivindicar la identidad nostálgica de la vida a través del pasado, también se pregunta por el ahora existente para conducir al lector a la respuesta por el futuro. Hans-Georg Gadamer precisa una de las intensiones de Tanizaki en relación al pasado: “no existe ningún conocimiento de la realidad y tampoco ninguna capacidad de adivinar el futuro que no asocie el pasado, lo que fue, con el presente y con aquello que debemos presenciar”. (Gadamer, 1990. Pág. 20)
La relevancia de la obra de Tanizaki no reside sólo en la arquitectura (espacios), ni en la reflexión sobre los materiales y elementos modernos que no encajan con la sutileza de las casas tradicionales, o en los colores que adornan y dan significado representativo a los templos y a los ropajes del teatro kabuki, lo que realmente se explora es el enigma de la sombra. La opacidad, la penumbra y lo negro expresan un trasfondo histórico profundo, cercano, propio, la huella en el tiempo de los objetos que constituyen la experiencia con el mundo que nos rodea. Ahora bien, lo que se desea resaltar es el cuidado estético mediado por las sombras en la incidencia gastronómica.
Al momento de disfrutar de un plato de comida japonesa, es imprescindible que éste sea disfrutado visualmente y pueda ser pensado, “Se ha dicho que la cocina japonesa no se come sino que se mira; en un caso así me atrevería a añadir: se mira, ¡pero además se piensa!”(Tanizaki, 2006. Pág. 38). Por ejemplo, la hermosa descripción que realiza el autor para acercarnos a la volatilidad, delicadeza, armonía y equilibrio natural en los alimentos que conforman el Sushi, sólo puede ser percibida a través de la oscuridad o de las sombras.
El misterio de la vida surge a partir de lo que comemos día a día, al igual que de los recipientes y el lugar donde se come, pues esto eleva el contraste entre la oscuridad y los diferentes colores que acompañan a la comida. La manera en que tradicionalmente vivimos el mundo es lo que permite observar la luz de lo cotidiano (de la comida), pues en el mundo moderno también la palabra se hace presuntuosa, es decir, las cosas se ponen en uno de los lados del camino, mientras que nosotros del otro lado, hablamos sobre ellas: todo empieza desde el propio enunciado del plato y termina en la factura del restaurante donde uno lo ha comido.
Los platos con largos enunciados en los menús de los diferentes restaurantes, manejan las expectativas del comensal como si se tratase de un hecho excepcional o de la espera hacia un gran conocimiento; las personas se asustan pensando que lo que se ofrece es único, es real, es universal o que sólo queda una unidad, y por ello hay que apresurarse a pedirla, y la cocina que antes era embellecida por la calidez de la llama ahora es opacada por la luminosidad de las lámparas eléctricas, que suscita en nosotros la impresión de la comida como algo fijo e inmutable. “Los visitantes quieren tener esa “vivencia”, no precisamente para ser tocados por el pensar, sino únicamente para poder decir que han visto…” (Heidegger, 2001. Pág. 290).
Al observar más detalladamente la cultura japonesa, nos damos cuenta que la sombra proyectada por los candiles ha sabido encontrar en esa luz difusa una forma de vida, una transformación en las expectativas de quién se encuentra atento a degustar uno de los alimentos tradicionales, pues se descubren ante las consideraciones arcaicas del buen comer.
Es claro que la función de la modernidad es el progreso y la “evolución” de la humanidad, sin embargo, toda nuestra comprensión e interpretación es de carácter histórico y no productivo (de resultados). La memoria impresa en las cosas y del actuar que se repite, llena de sentido el presente al volverlo una condición cotidiana, pues al valorar lo antiguo lograremos escribir nuestra historia sin prejuicios. En relación a los alimentos, las marcas que ha dejado el tiempo en la cocina y en la existencia misma del ser humano logran borrar los límites entre lo real y lo imaginado, lo nuevo y lo antiguo.
Tanizaki revela la receta tradicional del Sushi no como un manual de instrucciones y pasos a seguir (como si se tratase de un programa de televisión), sino que se convierte en la desocultación de lo histórico, es decir, a través de lo descrito por el autor (receta) se muestra lo que es, se devela algo que no estaba, y la comida en la historia japonesa sale a la luz como un despertar o como un motor del recuerdo.
Escritor: Laura Elizabeth Avila Lancheros