Con el fin de analizar la comunicación alternativa para el cambio social, es necesario conocer que la ésta ha sido relegada a un puesto de herramienta o propaganda por mucho tiempo, olvidando su fuerza mediadora y de cambio. “En muy pocos casos, la comunicación ha sido un instrumento de diálogo y un elemento facilitador en el proceso de participación ciudadana, una garantía para un desarrollo humano sostenible, cultural y tecnológicamente apropiado” (Gumucio, 2004, p.4).
A pesar de esto, la comunicación para el cambio social nace para dar una transformación a lo tradicional, a los pensamientos y actitudes que habían predominado por siempre; se crea con la intención de dar fuerza a los procesos comunicativos y, a la vez, empoderar a la sociedad. Alfonso Gumucio (2004) narrador, poeta, ensayista, fotógrafo, cineasta y especialista en comunicación para el desarrollo, plantea que la comunicación para el cambio social busca fortalecer la teoría comunicativa con “la propuesta dialógica, la suma de experiencias participativas y la voluntad de incidir en todos los niveles de la sociedad” (p.5).
Es por ello que en el panorama del cambio social basado en la comunicación, se busca constantemente modificar, solucionar o mejorar situaciones que alteran el bienestar de una comunidad; se usa la comunicación para cambiar escenarios que dañan o alteran el bien común.
Las prácticas y procesos comunicativos que se plantearon desde las potencias mundiales buscaban intereses propios y, a la vez, mantener a los tercermundistas relegados y sometidos en busca de un desarrollo que jamás llegó. Unas prácticas y procesos comunicacionales supuestamegnte concebidos en beneficio del progreso, al final se convirtió en un concepto meramente institucional, debido a que no se tuvieron en cuenta aspectos culturales, económicos y sociales fundamentales para el cambio.
A pesar de todo ello, la comunicación alternativa y para el cambio social se ha dado con mayor fuerza en América Latina, suministrando herramientas a la comunidad para que luche por sus intereses, por la solución de sus problemáticas y por la democratización de las prácticas y procesos comunicativos, para que todos puedan participar activamente en las acciones, campañas y estrategias que busquen el bien común, sin limitaciones y prohibiciones, contrario a lo que se pretendió con la comunicación para el desarrollo, planteada por los países de primer mundo para ser implementada por los países tercermundistas.
Es así que Rosa María Alfaro (1993), investigadora en comunicación, política y desarrollo, plantea que “estas relaciones comunicativas comprometen la construcción de la propia identidad, individual y colectiva, porque de ellas las personas y los grupos se enriquecen, reciben, reciclan y usan, modificando las maneras de ser y de relacionarse en el corto o en el largo plazo, según el tipo de dimensión humana y social que comprometa” (p. 3).
Para concluir, es importante resaltar que la comunicación para el cambio social está interdisciplinariamente ligada con otras áreas como la ciudad, la salud, la cultura, la participación y la educación. Sin embargo, no existe motivación externa ni interna para generar procesos y prácticas comunicativas en las comunidades conforme al desarrollo cultural y social. Los integrantes de éstas esperan que los conflictos o problemáticas sean solucionados por una tercera persona, valiéndose de la comunicación, entre otras herramientas, y omitiendo la generación de estrategias para la transformación de la sociedad, ya sea a corto, mediano o largo plazo.
El planteamiento anterior tiene su razón de ser en la educación y la cultura en la que estas comunidades se encuentran inmersas. Se enseña a las personas a seguir ciertos estándares de vida, a suplir unas necesidades básicas, a defender lo poco o mucho que se tiene, sin importar el bien colectivo, buscando un placer inmediato, unas comodidades individuales y unos beneficios personales, sin importar las consecuencias; es de allí que probablemente parten la indiferencia, el descuido y la ignorancia por parte de la gente para generar procesos comunicativos de cambio y participación. De
acuerdo a esto, Alfaro (1993) afirma que “al existir influencias mutuas, construcciones colectivas, las interlocuciones se convierten en educativas en varios sentidos. Los propios sistemas de mediación son útiles para reconocerse y conocer a otros, para provocar procesos de aprendizaje, para dialogar con sus contrarios o con los simplemente diferentes. No hay educación posible sin comunicación, la que posibilita significativas interacciones de enseñanzas y aprendizajes” (p. 11).
Es necesario, para que la comunicación genere verdaderas transformaciones significativas, volver a educar a la sociedad, enseñarle que existe un camino diferente al pasivo, que invita a la reflexión y al cambio desde las relaciones de sí mismo con la sociedad y su ambiente. Este tipo de educación puede enseñar al ser humano a romper las cadenas mentales y físicas con las que la sociedad lo ha atado desde los ámbitos social y cultural.
Es importante gestionar, educar y guiar hacia un modelo horizontal, participativo, de transformación, dinámico, ágil, nuevo e innovador, que obligue y empodere al ser humano, sin importar edad ni género, en busca de una transformación colectiva que lo beneficie y, a la vez, a sus coterráneos. Un modelo de esta clase daría a la comunidad herramientas educativas y comunicacionales para que sean sujetos de acción y cambio.
Alfaro, R. M. (1993). Una comunicación para otro desarrollo: para el diálogo entre el norte y el sur.
Gumucio, A. (2004). El cuarto mosquetero: La comunicación para el cambio social. Investigación y Desarrollo.
Escritor : Lucía León C.