La deuda externa europea

Treinta y seis iglesias imponentes, casas de juego y escuelas de baile. Palacios riquísimos, salones y teatros con tapices, cortinas y obras de orfebrería. De eso sólo quedan palacios habitados por fantasmas, mucha pobreza, una montaña hueca, miles de aborígenes asesinados por la explotación minera y las esperanzas de supervivencia en el Cerro Rico, del que sólo se puede extraer estaño y poca plata.

Hoy en la actual Potosí permanece el recuerdo de ocho millones de cadáveres y las ruinas de su antigua riqueza; hoy es la pobre «ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene». se decía para elogiar lo que no tenía precio. Así era Potosí, así es hoy aquella ciudad que fue saqueada por Europa para su opulencia, la industrialización, el capitalismo y la dominación del Tercer mundo, al que hoy le devuelven sólo reclamos de deudas impagables y violentas catástrofes naturales como consecuencia de la hiperindustrialización y el calentamiento global. Ejemplo de nevados que eran eternos de Chacaltaya, La Paz y principalmente El Alto colapsarán por falta de agua potable y energía eléctrica. Esto es muy relevante, más si tenemos en cuenta que las futuras guerras serán por el agua. Gran paradoja.

fueron algunos de los apodos que se ganó el cerro. Es que, de 10 mineros que entraban, sólo tres salían vivos. le llaman los nativos a la enfermedad causada por la mina. Si a ello le sumamos la cantidad de accidentes, podemos hablar de un verdadero genocidio. Durante un año entero, los mineros dedicaban su vida al Cerro Rico. Así lo hacía una séptima parte de los pobladores entre 18 y 50 años, cada siete años. Se trasladaban con todo lo que era importante en sus vidas: sus pocas pertenencias y su familia. La pobreza y la explotación laboral no les permitían regresar a su lugar de origen, por ello es que se veían obligados a vender todas sus posesiones.

Ante tanta desolación, los obreros buscaban (y aún buscan) protección en una deidad a quien llamaban El Tío o Jorge. Todos los viernes, los mineros le hacían ofrendas (cigarrillos, copas y hasta fetos humanos) y le pedían protección. Otro ritual consistía en colocarle alcohol en los ojos para que El Tío les muestre a dónde estaba el metal. Como politeístas, los mineros creen en Jesucristo y en el diablo, a quien bautizaron con aquel nombre.

Mineros que la tierra se tragó, explotación de nativos, contaminación… De a poco fue creciendo la deuda externa de Europa, continente que logró el desarrollo del capitalismo gracias a la extracción de toda la plata del Potosí, sin derramar ni una gota en los socavones. El Cerro Rico contribuyó a la productividad de la región ya que la ciudad se convirtió en un excelente mercado para los productos sudamericanos y en un eje articulador para el continente del sur.

Pero fundamentalmente, ayudó a la creación de una forma de espacio económico unitario alrededor del mundo. La lujosa Potosí, con más población que París y Madrid, fue el principal centro de producción de la plata en los siglos XVI y XVII. En aquellos tiempos del temprano mercantilismo, las riquezas de las naciones se basaban en la acumulación de oro y plata. Por ello, aunque muy pocos conocen su nombre, Europa le debe su gran crecimiento a esta ciudad boliviana.

¿Qué quedó en Bolivia de toda esta riqueza? Pobladores nativos asesinados a causa de tanta extenuación, un cerro vacío del que sólo extraen unos pocos metales y varios palacios habitados por fantasmas. “Y esa voz no está tan lejos, que llora necesidad, caminando el laberinto sigue pidiendo igualdad”.

Escritor: Soledad Santander

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