LA EDUCACIÓN COMO UTOPÍA

Entender la educación como utopía1, desde el punto de vista formal, permite aproximarnos a posibles alternativas y herramientas útiles en el desarrollo de los procesos que diariamente siguen los actores que intervienen en los diferentes contextos educativos. En ese sentido, las reflexiones de grandes académicos y estudiosos se refieren a conceptos como complejidad, holismo, integralidad, transversalidad, etc., que son medios por los cuales se puede construir un proceso o un modelo para emerger dentro de la diversidad, apuntando a un desarrollo humano acorde con las necesidades inmediatas de una sociedad o cultura.

De la mano de ellos, diferentes disciplinas atraviesan la educación preocupadas por abonar cada vez más las tendencias educativas, máxime cuando se piensa en la diversidad, el relativismo cultural, las culturas emergentes, las modas, usos, tendencias, representaciones simbólicas, mass media, etc., a las que está expuesta la sociedad; éstas inundan la mentalidad de las personas creándoles una visión y percepción del mundo, de país, de cultura, de sociedad. Basta mirar el contexto de forma general para darnos cuenta de que el estatus de la educación (formal) ha decaído en los últimos tiempos2, puesto que no preocupa entender su importancia, el sentido de la misma, sus propósitos, dinámicas.

1 Se entiende por utopía el sentido que se le da desde el Diccionario de la Real Academia de la Lengua: Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación

2 Entiéndase desde la pretensión de abordar calidad y cobertura como sinónimos; ejemplo de ello es el número creciente de alumnos por maestro de aula. Para ver más remítase a: MOLINA, P. (2006) Derecho vs Servicio: perspectiva de la educación en Colombia. En: revista educación y cultura N°73. Págs. 41-43.

 tensiones, variables y visiones que como agentes sociales, padres, maestros y ciudadanos estamos mandados a conocer, revisar, analizar y replantear diariamente para garantizar una calidad en su sentido estricto. 1997; pág.12); así, las posiciones educativas deben tener un carácter ético frente a la realidad; ética como el asumir un lugar en la realidad que se vive, partiendo de visiones retro y prospectivas, tomando como punto de partida la historia que ha acompañado la educación y los fenómenos que ella conlleva; teniendo en cuenta las diversas transformaciones, cambios, paradigmas y ejes sobre los cuales se ha fundamentado el quehacer educativo; entender que el tiempo que vivimos es un tiempo acelerado desde todo punto de vista.

En ese sentido, los avances tecnológicos, el manejo de la información y las conexiones en red son cotidianos para este tiempo. La cuestión es pensar en la utilización de esas mismas herramientas, alguna vez lo dijo Sacristán (2005) al indicar ésta utopía de forma análoga, cuando propone que es posible aún la educación, porque que creemos en la posibilidad de redescubrirla, redimensionarla y llenarla de sentido en la medida en que se haga explicito el cómo afecta, directa o indirectamente, el mundo globalizado particularizando cada persona; qué papel jugamos como actores sociales en una comunidad con índices de violencia elevados; cómo hacemos explicito los objetivos e ideales que promueven los currículos, PEIs y planes de desarrollo.

No veamos entonces como imposibles proyecciones y transformaciones, así sea a muy largo plazo; no mirar para atrás con el ánimo de lamentar errores, desaciertos y falencias que en su momento sirvieron para fundamentar teorías y modelos a los cuales se les cita con un tono apático3 pero que aún se ven aplicados en las escuelas y espacios educativos.

3 Por ejemplo los métodos tradicionales que se satanizan pero que hacen parte de la historia De por sí, la educación es y ha sido una utopía; pero una utopía que está en curso, que se está trabajando, que se está moldeando, que tiene un camino largo por recorrer; un camino interminable por el dinamismo y cambio constante. En palabras de Morín (1999), la tarea es desparasitar la mente humana e intentar conocer el conocimiento y educar para la condición humana, solo así se podrá enfrentar el contexto que nos rodea, un mundo líquido lo llamaría Bauman o vacío en palabras de Lipovetsky (2000), pero con destino planetario común y con la educación como herramienta para el cambio.

La educación en sí misma es un acto utópico, algo que en su momento de plantear se asume como irrealizable, como imposible. Ahora la pregunta, cómo asumirla, cómo transformar pensamientos, hábitos, etc., y la respuesta la podríamos encontrar en la reflexión de que las grandes transformaciones surgen de pequeñas desviaciones en determinado tiempo y esas desviaciones se dan a través de la interacción en la educación, en las diferentes dinámicas que envuelven el entramado sociocultural no solo en las escuelas sino en la cotidianidad, en el diario vivir.

Siguiendo a Freire (1997) basta pensar acertadamente, pues solo quien lo hace “…puede enseñar acertadamente aun cuando, a veces, piense de manera errada” (pág. 29), al pensar acertadamente hacemos acertadamente (ibíd.); así, la manera de emprender la educación como utopía es tomando una postura de maestros auténticos, preocupados por el qué, para qué y por qué de la educación; optando por un trabajo interdisciplinar frente a las problemáticas sociales, políticas, económicas y culturales; enfrentando con respeto la diversidad; vivir bajo la dinámica de la reciprocidad entre maestros y demás profesionales del conocimiento, en fin, sin un respeto por la educación, difícilmente se puede aportar a la empresa educativa, a la educación como utopía.

Bibliografía:

Freire, P. (1997) Pedagogía de la autonomía. México: siglo XXI editores.
 Lipovetsky, G (2003) La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama.

 Morín, E. (1999/2001) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Bogotá: cooperativa editorial Magisterio.

Sacristán, G. (2005) La educación que aún es posible. Madrid: ediciones Morata.

Escritor: Daniel Arturo Casallas Rodríguez

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