La educación además de ser un derecho es un instrumento de desarrollo mundial. Hace parte de las políticas de estado, pero con una gran brecha entre los niveles de inversión destinados para tal fin por los llamados países desarrollados y los en vía de desarrollo, donde la inversión en educación es más demagogia que realidad.
Solo basta ver en los medios de comunicación los niveles de inversión destinados a educación por cada país, su tasa de analfabetismo y el puesto que ocupa en el mapa de desarrollo económico mundial, para ratificar la relación a mayor educación mayor nivel de desarrollo. Los países pobres invierten en educación más no en nuevo conocimiento, caso contrario en los países desarrollados, donde la educación es integral, con un gran aporte al factor investigación. En los países pobres se educa para el trabajo más no para crear, para desarrollar ideas, hay que hacer parte del mercado laboral para vencer las barreras de la pobreza, lo que difícilmente se alcanza dedicando tiempo a la investigación científica, los recursos estales son limitados para tal fin, obligando a que los investigadores, los pocos que se dedican a ello de manera profesional, se convierten en seres altruistas en beneficio del país.
Pero centrándonos en lo que nos atañe, los procesos pedagógicos, toma relevancia esta reflexión del educador estadounidense Horace Mann “El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío”. No podemos olvidar que la educación es un proceso bidireccional, del que hacen parte más que un profesor, docente, como se le quiera llamar, y muchos estudiantes, la relación es con cada estudiante de manera individual.
Los estudiantes de hoy, en su mayoría, tienen una gran ventaja y es el uso generalizado de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) para todas sus actividades, educación, salud, recreación, comunicación y hasta para el más valioso sentimiento del ser humano construir relaciones afectivas de amistad, pareja, significando con ello la mundialización de lo económico, cultural y político y por supuesto del conocimiento.
Nos encontramos con estudiantes inquietos, ávidos del saber verdadero, estudiantes que confrontan a sus docentes con argumentos, de ahí el reto que tenemos, los que nos estamos formando como futuros docentes como los que ya
viene ejerciendo su profesión. Es nuestra responsabilidad desarrollar nuevas competencias personales, sociales y profesionales, si queremos: primero que el estudiante se sienta seguro del conocimiento recibido, segundo convocar al estudiantado, tenerlo activo, en términos paisas producirle “ganas” de aprender, de ir más allá, que se inquiete por la investigación, por crear y en tercer lugar si estamos formando seres humanos no podemos desconocerlo, es nuestra obligación contribuir para que el educando se reconozca como tal, encuentre sus valores, identifique cual es la orientación que le quiere dar a su vida.
Desde que hice mi primaria en los ochenta, donde los profesores eran venerados por sus alumnos y respetados por el pueblo, donde se les creía y consultaba para la toma de decisiones importantes, han pasado a ser uno más entre todos, pienso y es una opinión muy personal, que se les ha relegado, y ellos no han tenido la suficiente voluntad para dignificar nuevamente su profesión, han permitido que se les “manosee” como quiera unos por falta de interés en adentrasen en las nuevas teorías del conocimiento, muchos otros porque la docencia ha sido el refugio para dignificar su carrera al no encontrar otras oportunidades laborales y unos pocos por miedo. Pero señores maestros estamos ante nuevos retos, nuevas formas de ver y entender el mundo educativo, tenemos que despertar de ese retardo y ponernos a la vanguardia, el ser educador es un privilegio es la única profesión que te invita a estar en permanente actualización, a conocer un poco de todo y lo más gratificante para mí es poder desenmascarar al educando para conocer ese verdadero ser humano.
Con la introducción de las nuevas tecnologías se ha tenido que repensar y replantear los modelos tradicionales de enseñanza y aprendizaje, desafortunadamente se ha perdido el contacto directo con el educando, pero también han permitido reconocerle su capacidad, ahora el educando es protagonista y responsable de su propio aprendizaje, dejó de ser un ente pasivo para convertirlo en el actor principal del proceso, máxime cuando se está hablando de procesos de aprendizaje a distancia o virtuales, donde no se tiene la oportunidad de interactuar de manera directa con tutor y compañeros, pero a cambio se gana responsabilidad, compromiso y tiempo en el proceso de aprendizaje.
Como en todo nuevo proceso se pierden cosas pero se ganan muchas más, que es difícil la adaptabilidad por supuesto, pero son caminos de avanzada, ello no ha sido ajeno al proceso educativo, donde sus dos actores principales educador educando han visto alterados su roles, pero que han permitido mejorar en cobertura y calidad de la educación es cierto, que la ha deshumanizado también,
pero estamos en un mundo globalizado del cual no podemos apartarnos, antes por el contrario tenemos que apropiarnos de él.
La educación con calidad tiene que ser política de Estado, aclarando que calidad no es una simple certificación sino un verdadero aporte de valores para el estudiante como miembro de la sociedad humana.
Escritor: Rosa Inés Santa Blandón