El 10 de marzo, según lo dictaminado por el Ministerio de Educación (MINEDU), todas las instituciones educativas nacionales iniciarán clases (salvo algunas excepciones determinadas por los gobiernos regionales). Los maestros asistirán con novedosas ideas para aplicarlas en este año escolar, pero también acudirán con sus antiguos esquemas y falencias no enmendadas debido a la desidia instaurada por años en sus voluntades y, por la cual, no mejoran su irrisorio profesionalismo –triste realidad–.
Es cierto, cuando uno ve la labor docente piensa, de inmediato, en la deficiente preparación que han tenido los profesores en sus años de estudio, y diversos eventos actuales hablan por ellos: el 69% desaprobó el examen en el concurso de contratación docente 2014; a los educadores se les conoce por movilizar huelgas en cada periodo escolar –recuerden mi nombre cuando se realice la de este año–; los estudiantes (a quienes seguramente enseñaron) obtuvieron el último lugar en comprensión lectora, matemáticas y ciencia en la última prueba PISA. Por supuesto, con lo mencionado, lo más sencillo es señalar al docente como el gran culpable del fracaso educativo en el Perú. Sin embargo, ¿las condiciones en que se desenvuelve el maestro peruano son las adecuadas para efectuar una óptima labor educacional? Escribiré sobre un solo punto para no hacer tan trágico el texto.
El Ministerio de Educación, las Ugeles de cada sector, los municipios distritales, los especialistas educativos, los directores, los coordinadores académicos, los profesores, los padres de familia, los mismos alumnos, etcétera, todos ellos tienen en sus mentes la máxima que reza: “Cada estudiante debe tener una enseñanza personalizada”. Reflexionemos, ¿esto se cumple? ¿Existe alguna institución educativa del Estado en donde el salón de clases tenga una cantidad reducida de estudiantes, lo cual permita que el docente atienda a cada uno de ellos?.
Mencionaré un número promedio de educandos que suele encontrarse en un aula: cuarenta (estuve tentado a colocar cuarenta y siete con el objetivo de recordar a mi ex salón de colegio nacional). ¿Saben lo difícil que es tener a unos cuarenta adolescentes (cuarenta mentalidades, cuarenta problemas de identidad, cuarenta desilusiones, cuarenta carencias de afecto, de autoestima, de alimentación) encerrados en una misma habitación queriendo mostrar sus habilidades a un solo profesor? Seré más didáctico y trasladaré el caso a distintos ámbitos laborales para que se pueda entender la gravedad del asunto.
Infalible doctor, ¿se imagina atender a cuarenta pacientes a la vez? Todos quejándose de un dolor soportado por un mes debido a que Essalud gestionó la cita médica con una plausible agilidad digna de admirar… ¿Los atendería, usted, reconocido galeno?. Honestísimo abogado, visualice lo siguiente: cuarenta familiares lanzando calumnias e improperios sobre su defendido, el cual es verdaderamente inocente; usted quisiera manejar a situación y hablar de la honorabilidad de su cliente, dígame, ¿lo haría?
Muy paciente cajera de cualquier agencia de servicios, ¿podría atender a cuarenta personas que quieren pagar sus deudas, alimentos, boletas, electrodomésticos a la misma vez? Todos quieren irse rápidamente, no permanecer más en aquel lugar que no es su hogar –así como usted lo deseó desde su hora de ingreso–, dígame, ¿está en sus facultades? Intachable congresista, ¿se imagina ver a cuarenta manifestantes de la región a la cual usted representa reclamando una obra que les prometió y que no cumplió? (Ingenuos pobladores, pues, de por sí, los padres de la patria no tienen la facultad para hacer ello). Todos enfurecidos, defraudados y con la determinación de no volver a votar por usted en las próximas elecciones. ¿Los escucharía o es más sencillo que sus guardaespaldas conformen un cordón humano y así evitar el contacto con aquellos pobladores?
Honorable Presidente de la República, analice el siguiente escenario: cuarenta ciudadanos buscándolo en un mitin de su partido para saludarlo y manifestarle los requerimientos de su región, provincia o distrito, ¿los oiría o subiría raudamente a su vehículo para evitar la situación? o tal vez sí lo podría efectuar, pero dependiendo de sus voluntades; la diferencia con el docente es que él o ella, definitivamente, lo tienen que hacer, aunque muchas veces les resulta complicado en demasía.
¿Por qué obstaculizar la labor del profesor? ¿Por qué no preocuparnos más por el modo de estudiar de cada estudiante? ¿Por qué mencionar esa falsa máxima sobre la educación personalizada si los agentes implicados en la Educación no procuran que esto se produzca? Es cierto, es ideal que el alumno tenga una atención personalizada, pero los que manejan las políticas educativas poco o nada se han esforzado para lograr lo propuesto.Vamos, señores que tienen en sus manos los hilos de la educación, ¡más trabajo y menos verso!
Escritor: José Gabriel Landeo Palomino
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