La importancia del lenguaje en la humanidad.

Desde inicios de la humanidad siempre ha habido un deseo por parte del hombre por dar a conocer sus pensamientos, lo cual solo es posible haciendo uso del lenguaje, pues éste es un componente inmerso en la naturaleza humana; es decir, el lenguaje es una facultad innata con la que nace toda persona y es a la vez el único elemento que le permitirá comunicarse con sus semejantes.

Comprender el amplio concepto de este elemento, nos lleva a hacer varias aserciones de carácter estructural, tal como lo aseguró De Saussure, esto es, mirarlo desde el punto de vista de la ciencia que lo estudia: la lingüística. Esta ciencia concibe al lenguaje desde diferentes perspectivas, que son: el lenguaje como todas las formas que posee el ser humano para comunicarse, el lenguaje como un sistema de signos o símbolos, el lenguaje como el uso de sonidos para expresar lo que se piensa o se siente y el lenguaje como las distintas maneras o modos de hablar de una región .

Atendiendo a estos conceptos, podemos asegurar que el lenguaje, gracias a la lingüística, se ha podido estructurar de una manera jerárquica, en donde el primer concepto que se mencionó anteriormente corresponde al de lenguaje mismo, el segundo al de lengua, el tercero al del habla y el último al de dialecto. Ahora bien, si analizamos cada premisa consignada, podemos entonces decir que no hay otra manera conocida o inventada por el ser humano para desarrollar el pensamiento, que no sea por medio del lenguaje, ya que gracias a éste es como llegamos a comprender el mundo, a conocer las ideas, los aciertos y desaciertos de otros; es el único camino para aprender a escribir, a leer y a hablar bien.

Estos últimos tres – lectura, escritura y oralidad – son en sí el legado que nos permite desarrollar el lenguaje, para que nuestras visiones se complejicen y a la vez podamos enfrentar al mundo de manera crítica. Es entonces, que podemos asegurar que las formas en la que el lenguaje ha evolucionado con mayor efectividad, ha sido en estas tres destrezas, pues le ha tomado siglos al ser humano desarrollar la habilidad para nombrar con sonidos la realidad que lo rodea (oralidad) y a esto le sumamos el inventar un sistema de signos que le permitiese representar lo hablado y que al mismo tiempo sus pares lo entendiesen (escritura – lectura). Es por ello, que el desarrollo del lenguaje no es una utopía; más bien, compartimos la máxima del narrador Richard North Patterson: «La escritura no es producto de la magia, sino de la perseverancia».

Con esto se daría a entender que el lenguaje es el producto de un proceso extenso, que se va perfeccionando a medida que hacemos uso de él y es en este punto que nos tocaría señalar otra característica que éste posee, la cual está referida a su dinamismo, esto es, el lenguaje está en constante evolución y evita quedarse estático, pues las lenguas que no evolucionan, tienden a desaparecer. Ante esto, podemos ver que en la actualidad se reconocen aproximadamente 6.912 idiomas , los cuales luchan por permanecer vigentes, gracias a sus hablantes, pues una regla en el lenguaje es que si una lengua tiene pocos usuarios, ésta, con el transcurrir del tiempo, desaparecería, lo que sugiere que entre más hablantes, mayor será el lapso de existencia de un idioma.

Por otra parte, cuando se habla de la complejidad del lenguaje, no debemos alarmarnos, pues aun siendo complejo, todos los seres humanos hacemos uso de él y es en ese uso en donde se enriquece, en donde evoluciona para poder seguir realizando su labor de nombrar la realidad, aun cuando esta sea intangible; por ello lo peor que podemos hacer y a la vez se convertiría en un óbice, sería dejar de imaginar, de crear o inventar nuevas realidades lingüísticas, ya que de este modo, condenaríamos a las lenguas a su extinción, tal cual como ha pasado con idiomas de tribus africanas e indígenas. La invitación para finalizar sería, valorar el lenguaje en todas sus expresiones, porque todo lo que comunica algo, hace parte de éste; continuar como hablantes activos y dinámicos para que nuestros idiomas permanezcan, dar a conocer lo que pensamos, sentimos o deseamos a partir de la única forma que conocemos: El lenguaje y por último, perseverar en la práctica de las formas más evolucionadas: oralidad, lectura y escritura; porque solo en el uso constante de ellas, podemos entender la complejidad del mundo, para poderlo interpretar de forma sencilla, como lo asegura el narrador W. Somerset Maugham: «Escribir con sencillez es tan difícil como escribir bien.»

Escritor:  Jaime Luís De Los Ríos Pérez