LA INTUICIÓN EN LA EDUCACIÓN

La intuición es un término que suele usarse cotidianamente, pero pocas veces se piensa a profundidad en su significado y sus implicaciones, hasta el punto en que muchos cuestionan su validez como forma de conocimiento. Contrario a estas creencias, algunos científicos y pensadores, han otorgado a esta forma de aprehender el mundo, una especial relevancia; por ejemplo, demostrando a través de la neurociencia, que existe una activación cerebral específica cuando se acude a la intuición.

A través de estas indagaciones se ha restituido la validez de la intuición como forma de conocimiento, y se ha llegado a afirmar que una educación que no involucre la intuición es una educación parcial.
Así, la intuición se presenta como un camino idóneo para responder las preguntas que nos plantea el mundo, en que nuestra respuesta no se limita a hechos memorizados en la academia, sino a un proceso de relación entre todos los canales que configuran nuestra experiencia; una integración entre la cognición, la emoción, la percepción y la motivación.

Esto implica que la intuición contribuye a un aprendizaje integral y significativo, en que el sujeto es parte de lo que está conociendo. Pues, a través de sus experiencias previas y de su particular cosmovisión, accede no sólo a la comprensión de cómo pensar el mundo, sino también de cómo actuar en él. Esto conduce a que la intuición se conciba como un tipo de inteligencia que se alimenta de la profundidad y riqueza de nuestra subjetividad. La reconocida neurocientífica Bolte (2006), localiza esta inteligencia en el hemisferio derecho, y la caracteriza como: aventurada, sociable, sensible a la comunicación no verbal, empática, espiritual, creativa, y, en general, holística.

Schulz (1998), también relaciona otra parte del cerebro con la intuición: el lóbulo temporal. Y, ratifica la creencia de que la intuición es un ejercicio de integración, pues esta parte del cerebro es la encargada de recibir y relacionar la información que proviene de diferentes centros cerebrales y canales de percepción en el cuerpo humano. Así, como afirma Day (1996), la intuición es la mezcla entre símbolos, sonidos y emociones, etc.; que llegan respondiendo a una búsqueda particular, de forma desordenada, y es tarea de nuestra racionalidad, de nuestro hemisferio izquierdo, ponerles orden, traducirlos y dotarlos de sentido.

Es precisamente, debido a la naturaleza algo caótica y encriptada de la intuición, que muchos deciden dejarla de lado, desperdiciando el potencial de esta inteligencia y los beneficios que podría traer su entrenamiento. Por este motivo, el desarrollo de la intuición se presenta como un reto para el sistema educativo. Esto significa, en primera medida, la personalización o subjetivación de la educación, para promover un aprendizaje que se alimente de la integración del estudiante de todas sus experiencias cognitivas, sensoriales o emotivas, al momento de dar una respuesta o intentar comprender el mundo.

Esto implica la apuesta por una educación que potencie la interiorización y el autoconocimiento. Una educación en la que el sujeto sea la principal herramienta de conocimiento. También, supone la generación de experiencias significativas, que impliquen el desarrollo de relaciones interpersonales profundas, la participación en actividades artísticas o el contacto con la naturaleza, entre otras. En general, la promoción de actividades distintas de las que son tradicionalmente implementadas en el salón de clase; para así ofrecer a la mente algo que no se pueda aprender en libros de enseñanza, como dice Calaprice (2005).Todo esto se traduce en una educación más cercana a la vida y más en contacto con la realidad que nos rodea.

En definitiva, la apertura a una educación más integral, que complemente el desarrollo de la inteligencia racional con la inteligencia intuitiva, implicará la adopción de una nueva concepción del aprendizaje, que no podrá ser medido sólo a través de evaluaciones. Esta concepción asumirá el aprendizaje como algo más complejo e integral que involucre la forma de vivir la vida, y el modo como afrontamos las diferentes situaciones y retos que ella nos presenta. Es decir, saber qué hacer cuando no sabemos qué hacer. Esto afirma una vez más la validez de la intuición como una respuesta integral y profunda que nos involucra, y nos lleva a responder las preguntas y solucionar los problemas que el mundo nos plantea constantemente.

Referencias
Bolte Taylor, J. (2006). My stroke of insight: A brain scientist’s personal journey. Canada: Penguin Group.
Calaprice, A. (Ed.). (2005). The new quotable Einstein. New Jersey: Princeton University Press.
Day, L. (1996). Practical intuition: How to harness the power of your instinct and make it work for you. New York: Broadway Books.
Schulz, M.L. (1998). Awakening intuition: Using your mind-body network for insight and healing. New York: Three Rivers Press.

Escritor por: Eleonora Amaya Enciso