LA IRREDUCTIBILIDAD DE LA VIDA

La tesis que se argumenta en este artículo apunta hacia la consideración del vitalismo como una corriente filosófica que aporta fundamentos más sólidos que la teoría mecanicista en lo que se refiere a la concepción de la vida. Sin embargo, como la reflexión está ligada al saber filosófico más que a la práctica científica, el interés no radica en una defensa explícita de la cientificidad del vitalismo a partir de un método biológico, como lo hicieron los médicos y biólogos vitalistas, sino en resaltar, a partir de un análisis documental de obras específicas de autores como La Mettrie (1961) y Bergson (1963), la importancia de visualizar la multiplicidad de los fenómenos de la naturaleza para evitar así la reducción de la complejidad de ésta a las consideraciones de un saber especial. La corriente filosófica vitalista, además de ayudar a que la biología se independizara como ciencia, logró algo más ambicioso, pudo minar desde el análisis de la práctica científica la consideración clásica de la ciencia de la vida, aportando así, en la construcción de una visión más amplia del conocimiento científico.

El interés de los biólogos vitalistas residía en afirmar que su método de experimentación obedece a una práctica científica, pero a quienes saboreamos la reflexión filosófica nos interesa preguntarnos de acuerdo con las transformaciones históricas, si el saber científico ayuda a una construcción amplia del conocimiento, o más bien, se repliega y se queda anclado en concepciones deterministas que pueden cohibir la construcción del conocimiento como un hecho complejo en el que no sólo se acepte la intervención de la llamada ciencia natural o exacta, sino también la de las ciencias humanas y las ciencias de la vida. El desarrollo de esta reflexión se asentará básicamente en tres conceptos que se tendrán en cuenta en el momento de abordar el trabajo de La Mettrie (1961) y Bergson (1963): 1) la finalidad, 2) la materia, 3) la objetividad.

1. Para La Mettrie (1961) no hay ningún tipo de finalidad, pues según él las leyes físico-matemáticas tienen una acción perpetua que jamás llega a fin alguno. Bergson (1963), por su parte, aunque cuestiona el finalismo, propone que en el interés inmediato de cualquier organismo se puede ver una tendencia o un fin individual que se repliega sobre sí mismo, pues cuando un organismo satisface sus necesidades vitales o sexuales, no lo hace con un fin distinto al interés propio.

2. La Mettrie (1961), en cierta forma sigue los planteamientos cartesianos, en tanto considera que la materia es la única sustancia que se halla en el mundo, pero, a diferencia de Descartes (1990), niega la existencia de la sustancia pensante y no concibe la posibilidad de que Dios haya creado el mundo y haya puesto leyes eternas e inmutables en él. Para La Mettrie, la naturaleza (materia) es la que crea todas las cosas. Por otro lado, Bergson (1963) señala la diferencia entre materia inerte y materia viva u organizada, no sigue la postura aristotélica del alma que dota de vida a la materia, pero tampoco sigue los postulados cartesianos desde los que se piensa toda la materia como inerte.

3. Con respecto a la objetividad, cabe decir que para La Mettrie (1961) existe una ley de inercia que siendo externa a los organismos dirige y propicia sus actos, y que sólo a partir de esa ley es posible explicar los hechos del mundo, incluyendo las acciones de los organismos. En cambio Bergson (1963) reconoce la dificultad que se da cuando el biólogo intenta universalizar principios en los seres vivos, porque según él la objetividad no es un hecho de los organismos, pues cada organismo se concibe como una estructura cerrada sobre sí, que actúa en función de sus propios intereses, ya sean de carácter sexual o alimenticio, o de carácter gnoseológico como en el caso de los seres humanos.

Luego de exponer los conceptos que serán ampliados en el desarrollo de este artículo, se reitera que la explicación de la vida es un hecho complejo unido a las particularidades de cada especie y de cada organismo, por eso el interés de la reflexión no reposa en un estudio acerca de la cientificidad del vitalismo, ya que de antemano se da por sentado que el vitalismo del que se habla es un vitalismo científico, a pesar de que por su carácter ampliamente filosófico y metafísico ha sido objeto de reproche por parte de la denominadas “Ciencias exactas”, pero tan sólo hay que acercarse a la teoría mecanicista posteriormente positivista, para observar que sus postulados se cimentan sobre doctrinas filosóficas y, de igual modo, metafísicas.

Escritor: Juan Andrés Cárdenas