La literatura como búsqueda de la verdad

Las discusiones en que se persigue establecer una distinción entre literatura y realidad (verdad y ficción), son abundantes en el terreno de la teoría literaria y por muy sistemática o racionalista que sea la perspectiva desde la cual se aborda dicha discusión, es innegable que la evolución de las obras literarias desde los griegos hasta la actualidad impide determinar con certeza cuál es la línea que separa la ficción de la realidad. Si bien es cierto que cada época propone una concepción particular acerca de lo que es realidad y de lo que es ficción, y que, dependiendo de estas es que se establece la discusión que pretende diferenciar la una de la otra, en última instancia los dos conceptos se refieren a categorías sempiternas, a saber: lo que los seres humanos viven en su cotidianidad y lo que construyen con su imaginación a partir de los valores culturales con que han sido educados.

Juan Goytisolo, en su ensayo “Los escritores españoles frente al toro de la censura”, se refiere entre líneas a este tópico, desde un enfoque político: En una sociedad en la que las relaciones humanas son profundamente irreales, el realismo es una necesidad. Desde que se levanta hasta que se acuesta, el intelectual español cree vivir un sueño. Alrededor de él todo contribuye a desarraigarle del tiempo en que vive y acaba por sentirse habitante de otro planeta, caído por equivocación. Este desarraigo provoca un vacío que es preciso colmar, que cada uno colma a su manera. Para los escritores españoles la realidad es nuestra única evasión. (Goytisolo, 1967: 64).

Este párrafo ilustra una situación concreta que obliga a que los conceptos de realidad y ficción se fusionen y sean por completo indiferenciables. Si pasamos por alto la referencia que hace Goytisolo al momento histórico de represión en España y si tomamos el fragmento como un enunciado independiente, notaremos que lo que el autor plantea es la posibilidad de que “lo real” se configure como un sueño (es decir, como “una ficción”); y a su vez, cómo existe la posibilidad de que la representación de “la realidad” (recurso puramente ficcional) brinde, para quien experimenta dicha disociación, un escape de esa “realidad” que por su carácter de imposición resulta “ficticia”.

Asimismo, la interpretación del enunciado desde su base histórica nos conduce a una conclusión similar. El arte literario, desde la perspectiva de Goytisolo, es una herramienta para enfrentar un sistema represivo, de cuyos máximos mecanismos de “imposición de realidad” es la censura. Un gobierno que censura y que establece cánones estéticos es, en efecto, un sistema que funciona desde la base de una concepción concreta de realidad, y su éxito en el poder depende de cuántos individuos estén convencidos de esta.

La censura es también el vehículo de todo canon, pues se precisa de un sistema de clasificación ligado a una ideología que oriente las preferencias literarias a las que puedan ajustarse las obras. Las obras excluidas son, por lo tanto, obras “censuradas”, ya que se corresponden con las posturas de una ideología diferente, es decir, defienden otro tipo de realidades.

La historia demuestra que en España ese ha sido el común denominador de la crítica literaria y de los medios de difusión de los textos. Goytisolo argumenta cómo las palabras de Fraga Iribarne, Ministro de Información, a mediados de los años sesenta, con respecto al arte y a la creación, significaban exactamente lo contrario de lo que proponían: “(…) el Estado no puede pretender «ser el creador ni de la verdad, ni del arte, ni de las grandes creaciones representativas de la cultura»” (Goytisolo, 1967: 59). Como se puede apreciar, la problemática está planteada en términos de “la creación de la verdad”, de donde se desprende que la “realidad” (“la verdad”) es algo que una entidad con poder está en capacidad de construir, o en capacidad de no hacerlo.

Al ser tan endebles los términos de “realidad” o “verdad” y al estar ligados al acto de “crear”, que es el que hace posible la existencia de la “ficción”, es apenas lógico que la apreciación del arte literario gire siempre en torno a la cercanía entre ambos conceptos. Goytisolo evidencia que la censura en su país perseguía precisamente ese objetivo, que la literatura reacciona siempre al contrario de lo que la censura se propone y que las obras literarias realmente valiosas son aquellas que constituyen una respuesta violenta y estética a cualquier orden de represión:

En un país en donde las cuestiones políticas y sociales, el adulterio, el suicidio, la religión, son temas tabús y no pueden tratarse de otro modo que de acuerdo con el dogma político-religioso defendido por el ministerio, se podría esperar (…) que la literatura española fuese conformista, aséptica, alejada de las asperezas y problemas del universo real; en otras palabras, una literatura neutra, no comprometida. (Goytisolo, 1967: 60).

Es claro, que para este autor la literatura, identificada como una disciplina artística que se construye en la ficción, tiene una finalidad: la de ser un medio para la expresión de la verdad. Ya sea que se trate de una verdad de tipo social, pues, se está hablado en última instancia, de una verdad que se sostiene sobre una base ficcional.

Esta propuesta es vigente en la literatura de nuestros días, puesto que invitan a que se rescate con ella la expresión auténtica de la búsqueda de sentido del mundo, única fuerza común a todos los seres humanos: “Si de modo arbitrario el ministerio de Información decreta que el realismo es subversivo, los escritores incurriremos en sus iras, pero nos mantendremos fieles a él. Si decide que respirar es un crimen, seremos criminales, pero respiraremos” (Goytisolo, 1967: 65).

Bibliografía

Goytisolo, Juan (1967). El furgón de cola. Barcelona, Seix Barral.

Escritor: Alba Luz Sánchez Escudero.