LA LLAVE MAESTRA

La lectura es un camino recorrido por pocos porque está encriptado entre prácticas educativas, costumbres y elementos culturales. Nos han enseñado abruptamente a leer y a escribir con afanosa presión ejercida por maestros y familiares, a comprender textos por medio de resúmenes, identificación de personajes, búsqueda de palabras desconocidas… Todo con el fin de que aprendamos técnicas de acercamiento al texto que nos alejan de la lectura. A pesar de los sorbos amargos que en la infancia muchos bebemos, algunos adoramos la literatura; ¿a causa de qué? ¿De los maestros? ¿De los familiares? ¿De la casualidad? No voy mencionar todos los factores que fomentan amor por la lectura.

Pero puedo afirmar que, en mi caso, ningún docente me motivó a leer, tampoco mi familia, jamás presencié el calor que supondría la lectura en voz alta yo, abiertamente, adjudico mi caminar entre las letras a la casualidad: un libro en mi casa, El lobo estepario de Hermann Hesse, mal cuidado, jamás leído. Lo cogí, lo leí, lo releí, me encantó; ingresé al mundo de la lectura, me derretía, me enojaba, reía, lloraba; cuando lo tomaba, encontraba un incipiente deseo de leer más, era como mirarme en un espejo, y ver mi reflejo observándose en otro espejo, y otro reflejo dentro, y otro espejo, y otro, y otro…

Un día pude adquirir material bibliográfico por préstamo bibliotecario, devoré la obra de Hesse, impactándome con Siddharta, Demian, Narcíso y Goldmundo, proseguí con los clásicos rusos, en Gogol, Gorki y Dostoievski, encontré palabras convertidas en lo absurdo de la realidad, volví a Alemania para danzar con Goethe y Novalis; volé hasta Norteamérica para ensoñarme en Emily Dickinson y Withman, el teatro de O Neil; reconocí el pasado político latinoamericano con García Márquez en El otoño del Patriarca. Gracias a mi biografía lectora, veo la lectura como lo plantearé, partiendo de mi experiencia, de otros autores, y de la literatura.

Cuando un lector se sumerge en las aguas profundas de la lectura obtiene algo que piratas hubieran querido encontrar, pero jamás hallarían en la “x” del mapa, ni en un tesoro de oro: una llave maestra que abre todas las puertas con enigma y misterio aunque las cerraduras sean diferentes. Quien lee se introduce en un denso laberinto con enésimas puertas, leer las abre, se puede retroceder en las páginas de un libro, ir, volver, avanzar, llegar a otro, ese ir y venir a través de las letras dirige hacia el conocimiento propio, del mundo, de los demás, del pasado, del presente y sus utopías, por eso, “la lectura es ese singular vínculo con el otro y el mundo, que los hombres idearon, sin saberlo, como un homenaje que define su ser, la palabra” (Pérez: 140).

La llave maestra no permanece mágicamente, produce necesidad, no obligación de mantenerla, esta desarraiga al lector y por ella estudiantes que gustan de la lectura, se desempeñan mal en español por no realizar resúmenes o resaltar la idea central… Yo, por ejemplo, obtenía pésimas calificaciones; no crecí en el auge digital, hubiera plagiado esas tediosas tareas, pero sin ser ese mi entorno, nunca lo hice y difícilmente los maestros suponían que un estudiante no había elaborado la síntesis sino que la había copiado; ahora sí lo piensan y tienen la certeza.

La función de padres y docentes de literatura es guiar a los estudiantes en la búsqueda de la llave maestra para viajar contra la indiferencia del presente y el olvido del pasado, ya lo dice Willian Ospina “¿Qué es lo que verdaderamente se conserva a través de la memoria oral o escrita? Yo diría que las minuciosas sabidurías de la vida diaria, los escrúpulos y los rituales que hacen posible la convivencia, la amistad, el amor…” (Ospina, 1999: 10)” Los maestros y parientes adjudican al facilismo de la web la falta de interés por leer, pero el internet como una amenaza para sucumbir, los hábitos típicos de los niños y jóvenes de la actualidad no indican imposibilidad en la formación de lectores, más bien, es imperativo leer el mensaje comunicado por la tecnología: si un estudiante busca la idea principal en internet es porque la lectura no debe ser una obligación sino un regalo, así será disfrutada, amada, vivida; ser otorgado desde la gestación y continuar en la primera infancia hasta la escuela convirtiéndose en un hábito inherente a la vida.

Así la lectura producirá buenos resultados como lo plantea Michéle Petit, al decir “los diversos niveles de la lectura están entremezclados: se trata de la construcción de sí mismo, pero también de la introducción de un registro de utilización de la lengua que posteriormente será útil en la escuela…” (Petit, 1999: 83), los inconvenientes con el desempeño en español se explican en el orden establecido en la enseñanza de la literatura: primero lo técnico, luego el disfrute (sin llegar al segundo); el proceso necesita ser invertido: primero animar a la lectura, posteriormente abordar las técnicas.

En suma, la función de padres y maestros es propender porque los estudiantes encuentren en la lectura el conocimiento sobre sí mismos y los demás y del código lingüístico, obtendrán así la llave maestra que abrirá millones de puertas, entre las que encontrarán cuervos que hablan para decir “nunca más”, elfas inmortales que eligen la muerte para defender su amor, exploradores en busca de ríos de oro, mujeres cubiertas de palabras para narrar mil y una historias capaces de enamorar y salvar vidas, caballeros andantes que lo dan todo por las aventuras y sus doncellas, un dictador que atemoriza un país reuniendo características abominables de dictadores que ejercieron el poder en un continente, hombres que dan la vuelta al mundo en 80 días… Miles y miles de letras encadenadas con un ritmo atrapa y encanta.

BIBLIOGRAFÍA

Ospina, William. La lámpara maravillosa. Universidad Autónoma Latinoamericana, 1999.
Pérez, Juan Fernando. “Leer y Pensar”. En Universidad Nacional de Colombia. Números 5-6 año MCMXCVII.
Petit, Michéle. (1999). Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. México: Fondo de cultura económica.

Escritor: María García Chavarría