La Primera Infancia, un momento vital para el desarrollo humano

Según el Comité de los Derechos del Niño (2005), se entiende la Primera Infancia como “el periodo comprendido desde el nacimiento hasta los ocho años de edad”; no obstante, en Colombia la Política Pública por la Primera Infancia la refiere como “(…) la etapa del ciclo vital que comprende el desarrollo de los niños y de las niñas, desde su gestación hasta los 6 años de vida, [por ser una etapa] decisiva para la estructuración de la personalidad, la inteligencia y el comportamiento social” (República de Colombia, 2006).

La delimitación de este periodo, así como la comprensión y exaltación de su relevancia están marcadas fuertemente por los hallazgos recientes que desde las neurociencias se han efectuado sobre el desarrollo del cerebro. J. Fraser Mustard, presidente y fundador del Instituto Canadiense para las Investigaciones Avanzadas, PhD. de la Universidad de Cambridge, plantea por ejemplo que “el desarrollo cerebral durante la infancia tiene un rol central en el aprendizaje, la conducta y la salud tanto física como mental.

Según Mustard, diversos estudios han mostrado cómo influyen en el desarrollo del cerebro, el ambiente y las experiencias que tiene el niño durante la gestación y los primeros años. Todos los estímulos a su alrededor o la falta de éstos inciden en el proceso denominado cableado cerebral, mediante el cual millones de neuronas establecen conexiones unas con otras. La formación de las conexiones para los circuitos sensoriales (visión, tacto, audición, etc.) realizada mediante la sinápsis , depende de las experiencias del niño desde su nacimiento hasta los dos años aproximadamente; momento en el que culmina su formación.

Al parecer, en esta etapa del desarrollo se configura un patrón de respuesta emocional de por vida, a partir de estímulos tanto internos como externos. Para Fraser Mustard “(…) los estímulos que provienen de la experiencia (del medio ambiente) son los responsables de encender la maquinaria genética de las neuronas que van a establecer las diferentes funciones en las distintas regiones del cerebro” y cuyos circuitos determinan la “maleabilidad” o plasticidad cerebral durante la temprana infancia, haciendo de este uno de los periodos más críticos en el desarrollo cerebral.

Lo anterior no sólo repercute en los primeros años, sino que impacta la vida adulta, tal como lo han evidenciado diversos estudios. A partir de experiencias emocionales traumáticas durante la primera infancia como el maltrato, el abuso sexual, el abandono afectivo, etc., se derivan en la edad adulta problemáticas como el consumo de drogas, el alcoholismo, la depresión, los comportamientos delictivos, entre otras.

Para los neurocientíficos ha sido claro que son múltiples las implicaciones que tienen el cuidado del niño pequeño y de la madre para la estructuración física, cognitiva y afectiva de todo ser humano; claridad que también ha despertado el interés de la economía en investigar esta etapa del desarrollo. Los economistas han comenzado a interesarse en los análisis costo-beneficio de la inversión en la primera infancia; desde los Premio Nobel de Economía como Amartya Sen (1999) y Heckman (2000), hasta los expertos del Banco Mundial han afirmado que la mejor inversión que puede hacer un país pensando en su desarrollo humano y social es garantizar el desarrollo integral a la niñez temprana.

Estudios longitudinales reflejan los impactos que conllevan en la edad adulta las precarias condiciones de vida de los niños y las niñas en los países con mayor pobreza. Con base en el análisis de variables como la mortalidad infantil, la desnutrición, el poco acceso a educación inicial de calidad, entre otras, han concluido, por ejemplo, que la relación costo-beneficio de la inversión en programas de desarrollo infantil temprano refleja un retorno promedio de US$7 por cada dólar invertido (J.Van der Gaag).  En conclusión, existen argumentos científicos de gran relevancia para considerar la primera infancia como una etapa fundamental en el desarrollo humano cuyas implicaciones sociales y económicas pueden trazar nuevas trayectorias para cualquier sociedad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Amartya, Sen. y Brundtland, Gro. (s.f). Romper el ciclo de la pobreza Invertir en la infancia. Conferencias Magistrales. : Banco Interamericano de Desarrollo.
Arango, M., & Nimnicht, G., (2005). Veinte años de experiencia. Un informe sobre el programa PROMESA en Colombia. Medellín: Fundación Bernard van Leer.
Departamento Nacional de Planeación. Consejo Nacional de Política Económica y Social -CONPES. (2007). Política Pública Nacional de Primera Infancia. «Colombia por la Primera Infancia». Bogotá, DC.
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Moreno, T. (Ed.). (2002). Resiliencia en Programas de Desarrollo Infantil Temprano. La Haya: Fundación Bernard van Leer.
Mustard, Fraserd. (2003). Desarrollo infantil inicial: salud, aprendizaje, y comportamiento a lo largo de la vida. En: Primera infancia y desarrollo. El desafío de la década. Bogotá: Alianza por una Política pública de infancia y adolescencia.
Organización de Estados Americanos. (2007). Avances del Proyecto: Tendencias de las políticas de transición en comunidades rurales, indígenas y de frontera (Colombia, Venezuela, Perú, Brasil y Chile). Quinta Reunión de Ministros de Educación. Cartagena de Indias: Secretaría Técnica con Apoyo de la Fundación Bernard van Leer.
Vargas, Emily. (2006). Planeación de políticas para el desarrollo de la primera infancia: Guías para la acción. Bogotá: Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. Red del Grupo Consultivo para la Primera Infancia en América Latina y el Caribe. Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano.

Escritor: Isabel Cristina Quiroz

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