LA PUGNA SEXISTA

Históricamente enfrentamos una constante disputa entre los géneros, donde se pierde la lógica de la evolución mística de los sujetos; donde sólo embarga la inconsistencia y confusión del cotidiano ejercicio del poder-empoderado que gobierna la tranquilidad del ser. Donde cada género se arma de sus propias estrategias para destruir al opuesto.

Los géneros ante una estructura superficial de perspectiva, muestra la lejanía y disgusto que se siente ante su opositor, la batalla sin fin, la guerra perdida en el acontecer que empañan el cuestionamiento, sin claridad en el motivo de la misma ¿Cuál es el sentido de la disputa sexista: un lugar, el poder, el reconocimiento o la desdicha? ¿Por qué buscar igualdad si nunca lo serán? Tocante a lo anterior, es imprescindible regresar al pasado que signa el presente; uno de los antecedentes que marcan designios es sin duda la historia de la familia, que empieza en 1861 con el Derecho materno; recordemos que en ese entonces la promiscuidad o conocido como el hetairismo, donde la vida sexual se ejercía primitivamente y excluía de toda certidumbre de paternidad . Por consecuencia la única descendencia fiel y consanguínea directa era la femenina, acontecimiento de donde nace el derecho materno, mismo que permitía lo preponderante de la mujer.

Lo anterior no cambia hasta que nace el derecho paterno, a partir del matricidio. Evoquemos entonces la mitología que lo hizo presente: Orestes, de Esquilo, como el cuadro dramático de la lucha entre el derecho materno agonizante y el derecho paterno naciente y vencedor de la época heroica. Clitemnestra, por amor a su amante Egisto, ha matado a su marido Agamenón al regresar de la guerra de Troya; pero Orestes, hijo de Clitemnestra y de Agamenón, venga la muerte de su padre matando a su madre .

En consecuencia, Orestes es perseguido por las Erinias defensoras del derecho materno; ya que el matricidio era lo más odioso, horroroso y castigado, sin embargo, al ser sometido Orestes a un juicio donde se jugaban ambas divinidades y donde se buscaba fatalmente el castigo de éste por tal hecho; Orestes logra ser absuelto por su argumento en derecho… “Clitemnestra ha cometido un doble delito, ha matado a su esposo y al padre de él.

Por lo anterior tenemos el derecho a la deducción, es decir, pensando en el empoderamiento que el derecho materno como única línea filial y consanguínea, era omnipresente tanto que el derecho paterno ni siquiera se pensaba, enlazando un poco más a profundidad las mujeres eran únicas y absolutas en derecho de los hijos, pensadas como únicos seres divinos; desde luego que la investidura de su majestad estaba sin duda alguna como antecedente y precedente, me es imprescindible cuestionar a ¿qué grado el derecho materno estaba desbordado? tanto que un acto homicida hablando desde lo corpóreo o metafóricamente logró su propio matricidio, al anular el derecho de los hijos a tener y querer un padre.

Lo anterior, muestra el lugar de hijo que también tiene derecho y voz para hacerlo valer; ya que tanto en el pasado como en la actualidad se piensa en los hijos desde un lugar subestimado (por el padre trabajador como por la madre insatisfecha por los quehaceres del hogar) no son lo suficientemente capaces de elegir por la sencilla razón de ser hijos menores o dependientes, lugar en el que es mejor mantenerlos como esclavos.

Para los griegos era indiscutiblemente trascendental el derecho paterno para sostener al materno, pero es indispensable para entender aquellos derechos olvidar por un momento el género o el sexo que se limita a la parte genital-fisiológica de los sujetos y a la parte genital-social de los mismos. En tanto, no olvidemos aquello físico o imaginario de los sexos, seguiremos siendo torpes al forzar lo tangible de las cosas, por el contrario, si lográramos pensar en ambos derechos como funciones, encontraríamos que no se refieren a las partes fisiológicas; sino que evoca la parte subjetiva de lo que a cada uno le corresponde hacer y ser como función y ejercicio diario para el acontecer de nuevas vidas como reproductores de los cuerpos.

Por lo tanto, no es necesario involucrar al pene o a la vagina para hacer saber quién es más fuerte o más débil, esta confusión es detonante para el malestar en la cultura , este doble mensaje de subestimación y de independencia en el que vive el ser humano es la raíz de la constante ansiedad degenerativa que culmina en delinquir y trasgredir la ley, alimentando sobre todo la pulsión de muerte que pone en riesgo el vivir cotidiano, recordemos que esta pulsión expresa intrínsecamente la destrucción que el sujeto genera para sí mismo y que expulsa arbitrariamente sin desprenderse de ésta y como recurso para soportar la desesperanza misma, donde es seducido por su constante ansiedad contenida por la ausencia de palabras que resguardan la soledad envuelta en violencia o consumo.

He aquí, el detonante incomodo en el que sobrevive el sujeto a la demanda social del deber ser, el deber tener, aspectos íntimamente arraigados a cualquier sujeto de cultura, es decir, es harto sabido que las manifestaciones de insatisfacción que atraviesa la sociedad como tal; no sólo son soportar violencia o hacerse resistentes a ésta, no sin quitar importancia al consumo de sustancias; sino, recurre al coqueteo de la destrucción para hacer posible una vida saturada de indicaciones y pasos a seguir para ser feliz, sin embargo, nada de lo anterior ha sido suficiente para contener los síntomas, por el contrario, estos han ganado terreno, afectando de forma irreversible, atando brutal y crudamente los recurso de la sociedad; ya que se insiste en generar manuales para contrarrestar el síntoma, haciendo valer la función de éste y desviar la mirada del origen del caos.

Escritor: Nohemí Hernández M

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