LA RESISTENCIA DE ERNESTO SÁBATO

Con el paso del tiempo la sociedad ha ido evolucionando de diferentes maneras. Se podría creer que este proceso se da para bien del ser humano. Pero en muchas ocasiones no nos damos cuenta del daño que ha causado en nosotros. Es decir, el hombre crea elementos y pensamientos que funcionan como motor de progreso, pero al mismo tiempo esas creaciones se convierten en su propia condena. Esto es lo que plantea Ernesto Sábato en su libro La resistencia. Nos muestra las desventajas que tiene esta globalización que cada día nos invade más, pero principalmente nos quiere abrir los ojos para remover todo eso que daña a nuestra sociedad, que no nos permite ser seres humanos sino individuos que andan por la vida sin recordar que somos parte de una colectividad que se necesita mutuamente.

Ahora bien, ¿Podría la resistencia ser un elemento propio de nuestro ethos? A mi parecer no lo es, nuestro constructo social ha estado basado en imperfecciones que con el paso del tiempo hemos ido empeorando, cada vez somos más apáticos ante las situaciones de los demás, los valores se han perdido, se han vuelto relativos, nos hemos vuelto conformistas, así que terminamos aceptando las cosas con tal de sobrevivir; hemos llegado a tal punto de resignarnos ante todo que no nos importa nada ni nadie, lo único que importa en este mundo soy yo.

Respecto a esto es necesario respondernos ¿cómo debemos resistir? Para ello podemos hacer varias cosas: primero, reflexionar ante las situaciones que se presentan a nuestro alrededor y darnos cuenta de si estamos actuando moralmente de manera adecuada; segundo, dejar de pensar de manera individual esto nos permitirá desarrollarnos como sociedad, puesto que los cambios sociales se dan con más facilidad cuando se hacen en colectividad; y tercero, ya que estamos cayendo en la cuenta de estos errores infundir desde la infancia la importancia que tiene formar a un niño con valores éticos y morales en medio de una sociedad que lo pide a gritos. Lo último, nos lleva a pensar que no hay que considerar al ser humano enteramente maleable, pero sí hay que comprender los procesos que actúan como presión para que la gente obedezca y se conforme, aun en sociedades con evidentes problemas sociales, como la nuestra.

Lo que sí parece claro es que ninguna persona nace obediente ni conformista, son actitudes que se aprenden en sociedad. Es decir, el conformismo se puede definir como la tendencia de los miembros de un grupo a adaptarse a las reglas y a los objetivos del propio grupo. Se trata de una igualación de la conducta individual producida bajo la presión del grupo y con tensión entre las convicciones inmediatas y las informaciones que los miembros del grupo facilitan. Esto es lo que no podemos permitir que ese “ente” manipulador haga con nosotros lo que quiera a tal punto de matar nuestros ideales, de quitarnos las ganas de vivir, de abandonar al niño que llevamos dentro.

Todo lo anterior lleva a otra pregunta ¿ante qué debemos resistir? Personalmente creo que uno de los factores fundamentales contra lo que debemos luchar es contra el consumismo, al que nos lleva la globalización. Si esta última se basara en la justicia sería de gran valor humanitario, pero el tipo de globalización en el que vivimos actualmente es producto de un modelo injusto que han instaurado las empresas multinacionales y los gobiernos occidentales para exprimirnos no solo a nivel laboral, sino como personas, a pensar en que el grande debe pasar por encima del pequeño sin importar nada, o de que cualquier ser humano si es “más vivo” puede sobrepasar los límites morales que deberíamos tener presentes. Todos los elementos electrónicos, por ejemplo, pertenecientes a esta globalización, al no ser utilizados de manera adecuada se han convertido en elementos que nos alienan del mundo. Nos encierra en un universo particular que no nos permite vivir, ni sentir lo valiosos que es tener al lado a una persona, sentir su olor, su voz, su piel; nos incrusta en un hoyo negro, nos deshumaniza. La globalización debería ser justa y positiva para todos. Si las culturas compartieran sus riquezas, se extendiera la solidaridad y se produjeran intercambios comerciales justos el mundo estaría más equilibrado.

Infortunadamente no será así mientras el mundo esté dirigido por personas codiciosas afanadas por obtener dinero sin escrúpulos de ningún tipo. La globalización no beneficiará a los pobres, ni les hará salir de la pobreza. Cuando una fábrica se instale en un país (por ejemplo), para sacar a una región de la pobreza, pagando salarios justos, tratando a los obreros y empleados como seres humanos con derechos. Entonces sí, la globalización sería de grandioso valor. Sería bello, ético y justo que el capital haga acto de responsabilidad humana y obre en justicia social, eliminando ambiciones desmedidas.

Ahora si relacionamos lo dicho con esta frase de José Martí cuando dice: “la cultura es la verdad que el pueblo debe saber para nunca más perder su amor por la libertad” podemos concluir que cuando el pueblo ha salvaguardado por el camino su cultura, sabe a qué se enfrenta, a quién se enfrenta y cómo enfrentarlo esto les permite ser libres, pues nunca permitirán un sometimiento o un cambio en sus valores porque ellos son los que fortalecen la historia de principio a fin.

Escitor: Andrea Carolina Gómez Becerra