Uno de mis hábitos mañaneros favoritos es el de escuchar las conversaciones ajenas en el transporte público. Además de ser una gran herramienta para mantenerme despierta, las conversaciones de gente que no tiene nada que ver conmigo me ayudan a pensar en los temas más variopintos y a salir de mis rutinas mentales.
Durante el último viaje de la semana pasada escuché una conversación que me ha tenido pensativa todo el fin de semana. Las encargadas de distraerme eran dos mujeres de mediana edad que lo estaban pasando en grande discerniendo sobre cuál sería su próximo amante. Sí, sí, lo habéis leído bien. Teniendo en cuenta el tema de la conversación, supongo que ese día había muchos más oyentes de incógnito que yo. Evidentemente, fue escuchar la palabra amante y al instante mi cabeza decidió que aquélla sería la conversación que me acompañaría durante mi trayecto. Y lo que vino después no me defraudó en absoluto. Poco me podía imaginar cuando oí esa conversación que acabaría provocando una decisión que espero traiga grandes alegrías a mi vida, y a la de mi pareja.
Sí, quiero tener un amante. Pero no un amante al uso, eso sería demasiado fácil de explicar y no valdría un artículo. Lo que yo quiero va mucho más allá. Quiero recuperar las noches de dormir a pierna suelta, la voluntad de hierro para hacer lo que me proponga, el optimismo y ese brillo en los ojos que dan las ganas de comerse el mundo y de no conocer la monotonía. Y lo mejor de todo es que, gracias a las dos señoras que no conozco de nada a las que más cariño tengo, ya sé cómo conseguirlo. Lo que yo necesito es una motivación. Mejor dicho: una pasión. Sí, una actividad, del tipo que sea, que dé sentido a todo lo que hago. Algo que me ilusione y que ocupe mis pensamientos durante gran parte del día. No está mal, ¿no? Pues no, ¡no está nada mal!.
He pasado todo el fin de semana pensando en ello. No quería precipitarme y otorgar el honor de ser mi amante a algo que no lo mereciera realmente. Porque, ¿cómo se decide qué es lo que va a mover tus actos el resto de tu vida? ¿Realmente va a ser para siempre jamás? O si me canso lo puedo cambiar. Pero, ¿realmente te puedes cansar de algo que te apasiona? Con la cabeza llena de humo de tanta pregunta sin respuesta decidí cambiar de táctica y enfocar mi búsqueda de otra manera. ¿Quiénes son las personas más apasionadas del mundo? ¿Cómo lo hacen para vivir con tanta pasión? ¿Y qué es lo que les hace apasionarse? Fue hacerme estas preguntas y la respuesta vino sola. Niños. ¡Los niños!.
Estos seres pequeñitos son los reyes de la pasión. Ellos saborean lo que les gusta como si fuera lo único que hay en el mundo. Lo disfrutan, viven para ello y no dejan que ninguna preocupación, por grande que sea, les distancie de su objeto de deseo. Y, lo mejor de todo, porque aquí es donde entramos nosotros, es que cada niño tiene su propio amante. Todos los niños tienen una actividad favorita, algo que les gusta por encima de todas las cosas y a lo que dedicarían las 24 horas del día. Forma parte de su ser. Y si forma parte de su ser, también forma parte del nuestro. Sea lo que sea, todos tenemos una pasión, algo por lo que lo dejaríamos todo y que nos hace vibrar de emoción. Ese es nuestro amante. Solo tenemos que hacer un poco de memoria y recuperarlo, porque está en nosotros. Yo ya he recuperado el mío, y hemos quedado que vamos a seguir juntos durante mucho tiempo. Este es uno de sus escritos más famosos y acaba con la frase: » novio con la vida». Y yo digo: ¿compartimos noviazgo con la vida?.
Escritor: Mireia Vilallonga