Los árboles en Campos de Castilla de Antonio Machado

Desde que llegó a Soria, Antonio Machado se acostumbró a dar un paseo a lo largo del Duero, en donde el poeta disfrutaba de la fresca brisa mientras meditaba sobre los misterios de la vida, a la sombra de frondosos árboles. Conocido como poeta de los árboles, se cree que su gran amor y el interés por la naturaleza y por el arbolado provenía de la influencia que recibió de la Institución Libre de Enseñanza en Madrid. Allí cerca de la escuela está la Sierra de Guadarrama, una alineación montañosa que mide 80 km de longitud y pertenece a la mitad este del Sistema Central español. Era un sitio perfecto donde podía observar muchas veces la belleza de la naturaleza, mientras cultiva el gusto por la belleza de los árboles y por las excursiones. Así alaba una vez a sus amigos, el pulmón verde del mundo:

POEMA DEL ÁRBOL

Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento…

Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.

Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.

Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.

Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.

No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.

Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde…

Aunque no saben hablar, estos árboles son para el poeta sevillano confidentes íntimos con los que puede desahogarse. Por otra parte, los árboles son también símblo de integridad, humildad y perseverancia tal vez a causa del recuerdo feliz de un patio de limoneros y naranjos en su infancia, Antonio Machado tuvo siempre un gran interés por árboles, sobre todo con álamos, encinas, olmos, olivos, pinos y robles, durante diferentes etapas de su vida:

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,

y un huerto claro donde madura el limonero;

mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;

mi historia, algunos casos que recorder no quiero…

(Poema XCVII, Poesías completas, p.136)

…Tengo recuerdos de mi infancia, tengo

ímágenes de luz y de palmeras,

y en una gloria de oro,

de lueñes campanarios con cigüeñas,

de ciudades con calles sin mujeres

bajo un cielo de añil, plazas desiertas

donde crecen naranjos encendidos

con sus frutas redondas y bermejas;

y en un huerto sombrío, el limonero

de ramas polvorientas

y pálidos limones

(Poema CXXV, Poesías completas, p.198)

A veces, al poeta le gustaba contemplar los árboles y veía en ellos un reflejo de su propia alma:

He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!

Sin embargo, sobre el tema de las encinas y los olivos aparecen, unos poemas más largos y famosos en Campos de Castilla. Y algunas veces, son encarnación vívida de Castilla y Andalucía respectivamente, tierra que desempeñan un papel importante del poeta.

La encina, según Miguel Herrero Uceda de su libro “El alma de los árboles”, es árbol más representativo del bosque mediterráneo, no podía faltar en «Campos de Castilla». Un árbol sencillo, duro, que en silencio realiza su labor diaria que es vivir como se puede…, las encinas acrecientan el sentimiento de soledad, pues  igual que sucede con los campesinos, la forma de ver la vida, las inquietudes y esperanzas, entre estas personas y Machado son tan dispares que le hacen sentirse sólo, por lo que las encinas siempre forman parte del paisaje, excepto en raras ocasiones como en estos versos que pertenecen a una poesía que escribió en recuerdo a una expedición a los encinares de El Pardo. Este alejamiento hará que cuando trate sobre estos árboles, les acompañe adjetivos como polvoriento, pardo, obscuro, negro.

¡ Encinares castellanos

en laderas y altozanos,

serrijones y Colinas

llenos de oscura maleza,

encinas, pardas encimas:

humildad y fortaleza!…

  ¿ Qué tienes tú, negra encina

campesina

con tus rams sin color

en el campo sin olor

con tu tronco ceniciento

sin esbeltez ni altiveza,

con tu vigor sin tormento,

y tu humildad que es firmeza?…

(Poema CIII, Poesías completas, pp143 y ss.)

 

¡Viejos olivos sedientos
bajo el claro sol del día,
olivares polvorientos
del campo de Andalucía!
¡El campo andaluz, peinado
por el sol canicular,
de loma en loma rayado
de olivar y de olivar!
Son las tierras
soleadas,
anchas lomas, lueñes sierras
de olivares recamadas.


Mil senderos. Con sus machos,
abrumados de capachos,
van gañanes y arrieros.
¡De la venta del camino
a la puerta, soplan vino
trabucaires bandoleros!
¡Olivares y olivares
de loma en loma prendidos
cual bordados alamares!
¡Olivares coloridos
de una tarde anaranjada;
olivares rebruñidos

bajo la luna argentada!
¡Olivares centellados
en las tardes cenicientas,
bajo los cielos preñados
de tormentas!…
Olivares, Dios os dé
los eneros
de aguaceros,
los agostos de agua al pie,
los vientos primaverales,
vuestras flores racimadas;
y las lluvias otoñales
vuestras olivas moradas.


Olivar, por cien caminos,
tus olivitas irán
caminando a cien molinos.
Ya darán
trabajo en las alquerías
a gañanes y braceros,
¡oh buenas frentes sombrías
bajo los anchos sombreros!…
¡Olivar y olivareros,
bosque y raza,
campo y plaza

de los fieles al terruño
y al arado y al molino,
de los que muestran el puño
al destino,
los benditos labradores,
los bandidos caballeros,
los señores
devotos y matuteros!…
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos,
en los pliegues de la sierra!…
¡Venga Dios a los hogares
y a las almas de esta tierra
de olivares y olivares!

( Poema CXXXII, Poesías completas, p.211-212)

 

Desde luego, si leemos bien el poemario, notaremos que no sólo el pino y el roble, sino también otros árboles como el haya o el ciprés son componentes característicos en estos hondos cantos a los árboles. Sin embargo, entre todos

los árboles que aparecen en este poemario, Antonio Machado tuvo un afecto especial a los olmos, cuya pujante vitalidad y firmeza, simbolizan, en cierto sentido, una esperanza incesante de vida y, le recuerdan, a veces, la prematura muerte de Leonor:

 

…El viento ha sacudido

los mustios olmos de la carretera,

levantando en rosados torbellinos

el polvo de la tierra.

La luna está subiendo

amoratada, jadeante y llena.

  Los caminitos blancos

se cruzan y se alejan,

buscando los dispersos caseríos

del valle y de la sierra.

Caminos de los campos…

¡ Ay, ya no puedo caminar con ella !

( Poema CXVIII, Poesías completas, p.195)

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verde le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
hunden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que, rojo en el hogar, mañana
ardas, de alguna mísera caseta

al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hacia la mar te empuje,
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

 

Este poema a lo mejor fue el fruto de un paseo ordinario por la tarde, a causa de su amor por la tierra de Castilla y a causa de su profunda preocupación por la enfermedad de Leonor, Antonio Machado encontró en éste un tema para su poesía, cantaba un olmo, un árbol que se ve en toda la península para expresa su dolor y en consonancia con la destrucción del árbol y su capacidad de regeneración. En vez de cantar un olmo robusto, lleno de vida, el poeta describía adrede un olmo viejo, un olmo medio muerto, hendido por el rayo, pero nos trajo esperanza en primavera con unas hojas recién crecidas. 

En la primera parte del poema, el poeta nos dió una idea general, una imagen triste del árbol hablando de la especie, del entorno, y de la situación miserable de la planta( la verdad es que el árbol que mostró a los lectores fue exactamente el reflejo moribundo de su esposa enferma), pero también hablaba de la clave- aquellas nuevas hojas recién brotadas con la llegada de la primavera, y una pequeña comparación con álamos, otro tipo de árbol bastante conmún en España.

En la segunda parte, la más larga de toda las tres partes del poema, después de presentar el subjeto, el protagonista que iba a describir, el poeta se puso a fijar su mirada en esas nuevas hojas que verdeaban entre tanta muerte y podredumbre, depositándoles un deseo diminuto, pero pujante, que resurgía de la vida y pelearía inflexiblemente contra la adversidad y contra la fatalidad y en la tercera parte, Machado ya no hablaba del olmo, sino hablaba de la otra esperanza, de otro milagro de la primavera, de la vida.

Autor: Wang Jung

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