En Chichén Itzá tenemos una de las muestras de arquitectura prehispánica más importantes en el Gran Juego de Pelota. Sus grandes dimensiones han hecho que los investigadores se pregunten cuál ha sido el propósito de su construcción, y sus fenómenos acústicos son motivo de maravilla para los cronistas.
El fenómeno de ecos sucesivos es quizás el más popular. Éste resulta como consecuencia de los muros paralelos de las dos tribunas, y que no deja de ser hoy un dato curioso que los guías muestran a los turistas que visitan ésta zona arqueológica.
Pero el misterio más grande de éste recinto no son sus fenómenos acústicos. Lo que ha intrigado realmente a aquellos que se han dedicado al estudio del juego de pelota son sus grandes dimensiones. La cuestión recurrente es descubrir los motivos de tener un campo de juego de dimensiones tan grandes. A pesar de que existen más de 242 estructuras identificadas dedicadas al juego de pelota en el área maya de las cuales 7 se ubican en Chichén Itzá, y si bien no existe entre estas estructuras la identificación de ninguna especie de reglamentación que pudiéramos extrapolar a las actuales reglas en las dimensiones de una cancha de deportes como el soccer o el baloncesto, casi todas las estructuras conservan la misma relación de proporción entre el ancho y largo de la cancha.
Y el Gran Juego de Pelota no es la excepción de la regla de proporción, pero con sus 153 metros de largo sobresale al lado de otra famosa estructura en la ciudad más joven de Tenochtitlán. Aunque el juego de los mexicas fue destruido durante la construcción de lo que hoy es el zócalo de la capital de México, se conservan registros de sus dimensiones que son equiparables a las del Gran Juego de Pelota de Chichén Itzá.
Respecto al gran tamaño de estas estructuras, algunos investigadores han llegado a suponer que eran un símbolo más que una cancha donde se realizaran prácticas reales del juego de pelota. Los han denominado como el Juego de los Dioses, con la suposición de que no precisamente se realizaría el evento del juego de pelota, sino solamente rituales que estarían dedicados a sus dioses con fuerte asociación al juego.
Además, tanto al juego de pelota de Chichén Itzá como al de Tenochtitlán se les asocia a otra estructura cercana llamada Tzompantli, que tiene como característica principal que sus muros fueron labrados con cráneos humanos, lo que le confiere una fuerte relación con los sacrificios humanos que presumiblemente practicaban estas culturas.
Otros investigadores por el contrario, afirman que si se realizaban partidos del juego de pelota en éstos lugares, siendo los resultados de éstos encuentros decisivos en los cuestiones como las guerras, donde además, era seleccionado el jugador cuyo honor al ser sacrificado permitiría prosperar a la ciudad que representaba.
Sea cual fuere el propósito de su construcción, el uso que le hubieran dado los habitantes prehispánicos en Chichén, o el simbolismo real que le confirieran los dirigentes religiosos de los mayas, no podemos dejar de maravillarnos con su construcción, que tras varios siglos se sigue manteniendo en pie.