Cuando emprendí mi viaje a Ítaca, pedí alcanzar suficiente coraje para lograr terminar lo que apenas había comenzado, pero nunca imaginé que terminaría con lo que ahora gozo… Antes de emprender éste peregrinaje, me departieron que en ésta regata tendría que enfrentar Lestrigones, Cíclopes y a un colérico Poseidón. No les temas… “seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo” (Kavafis. 1911). Me dijeron quizá con la firme intensión de llevarlo como amuleto.
Durante el viaje encontré y conocí a muchas personas jóvenes, adultas y un poco “viejas”, y de algún modo con su corta o larga experiencia, cada una me llevó a vivir profundas aventuras y desventuras, lo que fue pieza clave y fundamental para continuar con el trayecto. Es cierto… no creo volver hallar a seres semejantes.
Haber enfrentado lo que viví con tales peritos, luego de haber pugnado tanto, finalmente hizo que me librara de una ingente y aterradora caparazón; desde entonces por fin puedo sentir cómo el universo toca mi alma y mi cuerpo. Poco a poco comencé a descubrir pensamientos y sueños que nunca imaginé existirían algún día en mí; mi cuerpo y mi espíritu sintieron emociones jamás vividas, y fue entonces cuando me di cuenta que otro ser yacía en mí. Un ser capaz de concebir y almacenar grandes sueños y metas a alcanzar, un ser un tanto parecido a esos lestrigones, cíclopes y a ese colérico Poseidón… -sin olvidar que aún continúo siendo mortal.
El camino fue lo suficientemente largo, hubo mañanas de frio, de sequías, de frutos y de un esplendoroso verano, y cuando arribaba a cada puerto llegaba con la misma sensación: cansada, decepcionada, frustrada y triste, pero muy en el fondo con una pequeña voz de aliento y de esperanza; pues podía sentir que más allá de las olas y las dunas me esperaba algo significativo, regocijante y muy placentero… -una titánica armadura de oro- la cual me señalaría al final del camino que estaría lista para continuar con la mejor parte del recorrido; otra travesía en la cual vislumbraría una lucha por la subsistencia en grandes batallas, por tantos caminos que aún me falta recorrer y que se encuentran mas allá de Ítaca, y que sin duda alguna debo conocer y transitar.
Me deleitaron tantos parajes, y en cada uno de ellos no imaginas cuantos obsequios recibí: el nácar, el coral, el ámbar, el ébano y una diversidad de aromas sensuales y especias únicas que espero poder compartir con aquellos seres que puedan apreciar estos exóticos elementos. Durante el largo viaje me llevaron y me dejé llevar a lugares inigualables, e intenté abstraer de cada sitio algo bueno y algo malo; no en exceso, considero que fue algo suficiente y preciso; además cuando encuentras a un verdadero sabio, éste reconoce y siente por cuánto tiempo es necesario guiarte.
El viaje se trató de determinar mi carácter y forjarlo hacia una visión evolutiva tanto en espíritu y en mente, con objetivos y metas claras, útiles para mí y para el entorno. Ítaca en su esencia es la prueba que necesitaba pasar para poder comprender y entrar al “complejo mundo del hombre”. No tenía en mente éste viaje; alguien sólo llegó un día y me abordó a un barco. Al principio o quizá durante un buen tiempo, sin rumbo y algo extraviada el navío comenzó a embarcarse a la deriva de un lado a otro en ese inmenso mar. Para entonces no había emociones, expectativas e ilusiones… –no había nada-.
Como anteriormente lo mencioné, un buen día me di cuenta que había logrado librarme de una opresora caparazón, y como estaba prácticamente siega, una vez visualizado mi alrededor comencé a recordar todo lo que anteriormente había escuchado y sentido… ¡por fin! supe cuan valioso había sido el proceso; luego intenté disfrutar del resto de la travesía con una visión y una comprensión del mundo un poco más clara. Finalmente hallé la dirección hacia Ítaca.
¿Qué más puede brindarme?, si me ha ofrecido casi todo… -lo más importante considero-, una gran satisfacción por mí libertad y una gran fe por lo que haré a continuación con mi vida-. Con esto puedo continuar el camino, no fue fácil… pero al fin pude encontrarme. Ya no siento que floto en un barco sobre el mar, siento que ahora toco tierra sobre las bases que el viaje y que Ítaca me ofrecieron, bases que son mas fuertes que las columnas de los templos de la antigua Europa, África, Asia y demás continentes. Ítaca siempre estará en todo mi ser. Esto hizo parte de mi vida, e hice lo posible y lo imposible por terminarlo.Ahora es un recuerdo…Ítaca ahora es y será mi único recuerdo INMORTAL(Inspirado de Ítaca. (Kavafis. 1863-1933).
Escritor: Edith Yamid Yagarí Tascón