Modelos de educación sexual

La educación afectiva y sexual que se da en la escuela, tanto la formal como la informal, parte de un modelo fundamentalmente -biologicista y está centrada en los riesgos asociados a la actividad sexual -sobre todo los derivados de la penetración-. Los contenidos giran alrededor del aparato reproductor, del parto o, como mucho, del desarrollo físico de la adolescencia, y se dejan de lado aspectos tan fundamentales como el placer que reporta la comunicación, la expresión del afecto o el amor al otro; las dudas sobre la propia identidad y los gustos sexuales, los sufrimientos y los desengaños amorosos o las experiencias abusivas y dolorosas.

La experiencia educativa con jóvenes nos hace pensar que estos probablemente están saturados de un tipo de educación formal que no cubre las sedes expectativas. Cuando a principio de curso empezamos las clases de educación afectivo con los alumnos de Secundaria, les preguntamos si han recibido ya educación sexual, y la respuesta suele ser unánimemente que sí, -que en la escuela les han explicado los aparatos reproductores, el embarazo, las hormonas y todo això‖. Esta educación es la que normalmente imparte en la mayoría de escuelas e institutos, fruto de un modelo biologicosanitari que reduce la sexualidad a la reproducción y en una serie de cambios fisiológicos, y olvida los aspectos afectivos, personales y de placer. Y no hablamos de otro modelo que se difunde desde las clases de religión, un modelo -confessional‖ que sólo reprime y crea miedos.

No sorprende, por tanto, que el adolescente esté harto de las moralejas represoras, de las prohibiciones  en que la familia, la iglesia y determinados medios de comunicación han convertido el discurso sobre la sexualidad. El sida, los malos tratos, las violaciones, los embarazos … parecen ser los únicos temas de los que hablamos con los nuestros hijos, la única realidad que parece existir en la televisión o que escuchamos decir a los rectores … y con este discurso es lógico que se produzca el rechazo.

Ambos modelos, el biológico y el moralista, transmiten una concepción problemática y conflictiva de la sexualidad, que en muy poco se parece a la vivencia que tienen, y que no responde a sus preocupaciones y ni intereses. Concretamente, el modelo biologicista, con la pretendida neutralidad que se atribuye todo discurso científico, esconde una problemática y una conflictividad real en las relaciones afectivas y sexuales, pero en este caso, se trata de un conflicto que no tiene que ver tanto con el desconocimiento de los medios anticonceptivos o de las prácticas seguras, sino con una concepción estereotipada de cómo deben comportarse los varones y las mujeres en las relaciones sexuales, de una visión de la sexualidad limitada y estrecha y de una educación sexual que, en definitiva, no cuestiona ni transforma las bases que generan la discriminación sexual.

En todos los casos sin embargo, es conveniente distinguir entre la educación formal y la educación informal. La primera es la que se hace conscientemente, bien por profesionales normalmente dentro del ámbito escolar o familiar, o también por parte de instituciones como la iglesia. La segunda, la educación informal o incidental, está constituida por aquellas influencias que se dan sin intencionalidad explícita clara, por ejemplo a través del trato con los amigos, a través de las películas o de los medios de comunicación, dentro y todo de la familia y, en general, viviendo. Esta educación, no la controlamos los padres ni los maestros, y los resultados en la vida de nuestros adolescentes son dramáticos.

Aunque existen numerosos mitos que se oponen a la educación formal: que fomenta el libertinaje sexual, que es innecesaria en la edad infantil para que los niños son asexuados, que la educación sexual banaliza el sexo, -y éste pierde el carácter sagrado o misteriós-, que la naturaleza es sabia y nos enseña cómo debemos actuar, etc. Lo más sencillo para quien opina de esta manera es, o no educar, o dar una educación exclusivamente técnica y
instructiva.

Desgraciadamente, la ausencia de educación sexual formal de calidad no llene las vidas de los adolescentes de misterios, sino que provoca opiniones negativas sobre el sexo -y sentimientos de culpabilidad- y el rechazo hacia una vivencia personal del sexo al margen de los modelos establecidos, es decir, represión. Contrariamente, nosotros pensamos que la sexualidad es natural y saludable, que solo debería generar sentimientos de bienestar y que no se debe reprimir si se desea. Si la familia, el sistema educativo y el sistema sanitario reconocieron el derecho a la actividad sexual, se ocuparían de favorecer que este derecho lo pudiéramos ejercer, si lo deseábamos, de forma libre y responsable.

Debemos tener claro que educar estamos educando siempre, incluso cuando callamos nuestro silencio está mostrando una visión de la sexualidad negativa, vergonzosa o prohibida. Es importante que tomemos conciencia de este hecho y pasamos a la ofensiva con una actitud abierta y decidida sobre la sexualidad, una actitud dialogante y comunicativa que muestre la sexualidad como un aspecto de la personalidad que se debe afrontar con responsabilidad, libertad y tolerancia.

Es por eso que pensamos que no podemos abandonar el ámbito de la sexualidad en la educación informal, sino que deberíamos reforzar la educación formal desde criterios y valores consensuados y aceptados socialmente, de respeto, de tolerancia y de libertad. Y para este cometido será necesario ponerse el chip y emprender la tarea, sin renuncias y sin vergüenzas, desde la familia y desde la escuela, con el objetivo de ayudar a vivir de la manera más plena y satisfactoria posible nuestra juventud.

Si no empezamos a dar otra educación, otros mensajes alternativos, los adolescentes  continuarán respondiendo fielmente a los estereotipos, y no sólo en los aspectos que ya se han comentado sino también en el hecho de reducir la sexualidad a la genitalidad y la obsesión por la penetración. Por estas razones pensamos que es imprescindible y urgente introducir la educación emocional y de la sexualidad en la escuela. Siguiendo F. López (1990), proponemos un modelo de educación sexual profesionalizada, democrática y abierta, el objetivo sea favorecer la aceptación positiva de la propia identidad sexual y el aprendizaje de conocimientos (Habilidades sociales, motoras, actitudes …) que permiten vivir las diferentes posibilidades de la sexualidad en cada edad, según la persona desee.

Esta educación parte del reconocimiento del derecho al placer y de la consideración de la sexualidad como una dimensión positiva. Y los contenidos son tan diversos como la propia vida: biológicos, morales, sociales, preventivos, personales, etc. Porque así no podemos seguir: no podemos seguir abandonando la educación sexual de nuestra juventud a la irracionalidad y la ausencia de educación sensata, coherente y positiva a que la estamos condenando. La escuela y la familia deben tomar partido, en el sentido de tomar parte activa y militante en el proceso de sexuación de las nuevas generaciones.

Autor: Materiales de sexualidad. Rosa Sanchis.

Original en http://www.rosasanchis.cat/sexualitat/sanchis_senabre/baubo_07_materials_sexualitat.pdf