Némesis

La Unidad de Crímenes Especiales está reunida en el despacho recién remodelado. Ahora disfrutan de aire acondicionado, paredes  pintadas de un hermoso tono pastel y muebles sencillos, pero confortables. La cafetera italiana, algunas plantas, afiches hermosos y una enorme biblioteca constituyen la decoración simple y acogedora. El murmullo del agua al caer en la pequeña fuente de bambú y piedra situada en una esquina de la habitación, relaja y conforta a los miembros del equipo, siempre tensos por el mundo de horror con el que deben lidiar a diario.

Mercedes Galeano, la famosa comisaria experta en resolver crímenes no sangrientos y jefa de la Unidad, comenta con su equipo, los inspectores Graciela Sosa y Diego Carmona, el caso que tienen en la mesa. Están asombrados y secretamente complacidos de no tener la obligación de tomar medidas drásticas. Es un caso insólito, una suma de casos, una demostración de ingenio de una “criminal” por la que no pueden menos que sentir algo así como simpatía.

—Si ella no hubiese querido dejar testimonio, estaríamos ignorantes de lo sucedido. Una “justiciera” muy inteligente, todas las muertes fueron por causas naturales, en el caso de esos delincuentes era lo que se esperaba dada su forma de vida; naturales y sin indicios delatores ni sospechas— les comenta sin poder dejar de sentir que la justicia se ha anotado unos cuantos puntos gracias a esa mujer, Nor— ¿Y dices que te mandó el sobre a ti? Menos mal porque si cae en otras manos, el escándalo que se armaría…

 —Claro por eso te digo que fue muy inteligente, una vez fue diagnosticada y supo que le quedaban pocos días, redactó su confesión y dejó en la ONG, al Dr. Contreras, el sobre con las instrucciones para hacérmelo llegar, esta tarde hablaré con él, no para interrogarlo, sólo quiero saber un poco más del trabajo que allí realizan. En realidad el caso, o mejor los casos, están cerrados, sólo quería comentárselo.

 Mientras habla su jefa, Graciela, la aguerrida inspectora, mira hacia el pasado, ve una pequeña niña llorando desconsolada en el interior de un armario. Tiene miedo, miedo del hombre al que llama padre. Por las noches cuando se mete en su estrecha cama rosada y. mientras su madre duerme, le hace cosas feas y dolorosas. La última vez, ella tenía 13 años, lo esperó con un alfiler de pañal y se lo clavó en el ojo, nunca más regresó. Su mamá ocupada con sus otros tres hermanos nunca se dio cuenta de nada y ella no le quiso contar. Ya adulta y dueña de su vida y cuerpo, entendió que cada vez que su padre abusaba de ella, drogaba a su mamá con el té que tan amablemente le llevaba en las noches. Decidió estudiar criminalística y una vez graduada, optó trabajar en casos de abusos de menores, dándole un propósito a su vida. Eleva una oración silenciosa por Norma, la Némesis autonombrada a quien lamenta no poder felicitar.

—Pero ¿ya falleció? No me gustaría tener que detenerla, aunque no creo en la justicia civil, ni en el “ojo por ojo”, también estoy seguro que esos crímenes hubieran quedado impunes si ella no actúa. Todos sabemos que los niños no son prioridad en nuestra sociedad y aunque me duela, tengo que reconocer que en muchos casos, las autoridades somos cómplices, por no preocuparnos al ver lo que pasa y no querer distraernos de nuestro trabajo cuando se trata de casos de abuso a niños y mujeres o, de una mal llamada “limpieza social”, no nos damos tiempo para defender a los más vulnerables y por eso, estamos como estamos y suceden estas cosas tristes. Pobres niñas, pobre Norma—se lamenta el recio inspector Carmona, emociona.

 —No te preocupes, ya murió, fue cremada, ― dice Mercedes ― El Dr. Contreras se aseguró de no enviar el sobre antes de tiempo. Aunque no sabía nada, no había que ser un genio para hilar los hechos. Lamenta no haber tenido el valor para hacerlo él mismo, está cansado de las atrocidades que ve diariamente y la impunidad que nos carcome, especialmente cuando se trata de abusos a mujeres y menores. En cuanto a mí, asesoraré a la ONG en asuntos de prevención y ayuda a los niños maltratados, será agradable contribuir de alguna manera en memoria de nuestras amiguitas— afirma señalando el expediente.

 — ¿Nos permitirás ayudarte? Tal vez podamos crear un programa de prevención y una línea de denuncias, organizar talleres y seminarios para los jóvenes y sus padres, estoy dispuesta a donar mi tiempo y a conseguir más voluntarios— proclama Graciela con decisión.—Y yo— complementa Carmona— Ahora que estoy solo dispongo de mucho  tiempo libre y no tengo en qué emplearlo, me gustaría poder devolver tantas cosas buenas que me ha dado la vida. Llamaré a unos cuantos amigos, conseguiré más apoyo y ayuda.

— ¿Qué tal si les diseñamos un programa de línea abierta para denunciar los abusos, encadenado con nuestra unidad? Ya sé que no somos muchos pero estoy segura que cuando sea necesario, los compañeros colaborarán, esa es la manera de solucionar lo que decías de la falta de importancia que le damos a los crímenes contra la gente más vulnerable. Con esa línea siempre podremos estar atentos y se pude expandir hasta conseguir profesionales que permanentemente la atiendan para asesorar a las víctimas—, dice Graciela que ve en todo esto, un camino abierto para drenar sus heridas.

— Genial, algo bueno ha salido de esta tragedia. La muerte de Norma no ha sido en vano y con otros métodos, su labor de justicia continuará. Es una excelente manera de honrar a Sandra permanentemente, ahora que su madre no está para hacerlo. ¿Cuándo empezamos? Ahora mismo, vamos a despejar los casos que tenemos y me acompañan esta tarde a la reunión con el Dr. Contreras en la ONG. Lo llamaré ahora mismo ― concluye Mercedes con alegría y determinación discando el número, agradecida por tener la oportunidad de trabajar con este equipo tan leal y compasivo. Interiormente sabe que para Carmona y Graciela, la experiencia de este trabajo voluntario será un bálsamo en las heridas ocultas que llevan con dignidad y coraje, espera que sea suficiente para devolver a sus vidas la paz que les fue robada cuando las cosas malas también afectaron sus vidas. Ella agradece y siempre tratará de compensarla, la indudable buena estrella que fielmente la acompaña, el tener un trabajo que le apasiona, una vida plena y un amor incondicional por la humanidad.

 Autor: Maria Kristina Ruiz