PAJARITO ENJAULADO

El pajarito que está en tu casa…Mírale qué triste se ve. Canta aún, si…pero no canta como el que resiste alegremente. Le escucho, y noto que es un canto triste y melancólico como el de aquel que se ha quedado solo. El pajarito de tu casa somos vos y yo. Es todo aquel que por una u otra razón terminó allí, encerrado, y cada día con menos esperanzas de salir.

Y ¿para qué salir? La vez que abrieron la puerta y salimos, no sabíamos qué hacer…angustiados, sentimos que no era normal estar fuera de la jaula, además, no nos enseñaron a volar ni a enfrentarnos al mundo fuera de la jaula, no nos alentaron a seguir soñando en paisajes más allá de las absurdas rejas. El pajarito que en tu casa está enjaulado ya no ama, no sabe cómo hacerlo, no tiene a quien amar. Se ama lo más cercano, lo que sentimos más próximo: primero a sí mismos, y luego lo que está a nuestro rededor.

Están los pájaros que viven libres fuera de las jaulas, están aquellos que fueron liberados y que intentan sanar las heridas de su cautiverio. Y estamos nosotros, los que nacimos en la jaula conviviendo junto a otros enjaulados. Y, cuando esta compañía, aquella con la que se compartía las miserias del encierro, aquellos con quienes se ha compartido las alegrías del instante ya no esté junto a nosotros ¿qué nos queda entonces? Pareciese que soledad y miedo, soledad y tristeza y muchas ganas de no seguir más existiendo. La muerte es un dulce alivio, el suicidio verdaderamente es una solución.

Pero cuidado, presta mucha atención al canto liberador del pájaro que sabe no rendirse, que sabe no desistir. Desde fuera, la puerta se agita, su canto pretende abrir todo lo que indique encierro. Melodía es, que entre todos rompamos la celda, melodía es que las rejas no nos separen, simplemente porque no deberían existir, melodía es escapar y encontrarnos con quien ya es libre, o apenas pretende liberarse y animarnos a ayudarle, o que nos ayude.

El pajarito encerrado escucha al fin al pájaro que forjó su libertad y ha decidido seguir cantando su canto, que es el propio canto. El pajarito encerrado ha decidido creer en su vivo canto,  y en su propio vuelo aun creyendo fuertemente que volar es una enfermedad. Los pájaros han abierto juntos la jaula. Los pájaros se han escapado y han retornado. Han  recordado su condición de libertad. ¿Y ahora cómo hacer para arreglárselas el pajarillo que antes sufría el encierro? ¿Cómo lograr que se adapte a su original condición? Seguramente necesitará del ejemplo de quienes ya vuelan. Será éste, como aquel esclavo al que el filósofo ha rescatado de la caverna una vez que el mismo se ha liberado siendo esclavo, al que se le ha enseñado a mirar primero al suelo donde es guiado por las sombras, pues sus ojos son sensibles aún para el gran sol, la gran libertad, el conocimiento. Sus ojos han de adaptarse a los potentes rayos del sol que a todos ilumina por igual.

Si el pajarito ha decidido abrir la puerta de la jaula junto a otros, estará gustoso de cantar en compañía de esos otros para que entre todos asuman las consecuencias de su liberación. Tendrá mucho que aprender este pajarito. Grandes alegrías le esperan y cuando crea que la ha alcanzado del todo es porque dentro de sí ha surgido esa decisión de volar así como los otros pájaros que han escapado al encierro. El pajarito abre sus alas y se da cuenta de que son para volar, el pajarito salta desde muy alto sin importar el riesgo de estrellarse contra el suelo, igual, ha comprendido que la tristeza le depararía un pésimo final en esa jaula…ya no hay temores con la muerte. El pajarito ya en pleno vuelo descubre que volar no es una enfermedad, que la enfermedad realmente era el prejuicio o temor que tenemos a ser libres, una falsa idea que cuando estábamos enjaulados nos fueron inculcando hasta el punto de llegar a convencernos a cada uno de ello. La jaula está rota, la jaula ya no existe, la jaula nunca existió, la jaula la llevo dentro de mí.

Escritor: Manuel Fernando Castaño