El siglo XX se caracterizó por la generación y especialización de diversos saberes que movilizaron tanto el progreso descomunal de muchas naciones como la destrucción y la barbarie a gran escala, como consecuencia de la aplicación de esos saberes a la industria de la guerra. Podríamos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que el siglo XX produjo más saber e instrumentos tecnológicos que todos los producidos por el hombre en los cuatro siglos anteriores.
A finales de este mismo siglo se desencadena un desarrollo sin precedentes en la tecnología de la información, tanto en hardware como en software. Hoy es un hecho que los seres humanos vivimos la paradoja de tener a mano un mayor número de información en todas las áreas del conocimiento, y a su vez, sentir que navegamos en un mar de informaciones que nos confunde y avasalla si no aprendemos a digerirla. Un ejemplo de esta paradoja es que hoy cualquier ser humano, desde su casa y tratando de paliar la carencia de un médico, puede consultar, investigar y aprender sobre una enfermedad que padece, teniendo un horizonte amplio de las características de la enfermedad y su tratamiento.
De igual forma, una madre puede encontrar que su hijo se suicidó siguiendo las instrucciones de un “ser virtual” que lo dirigió desde alguno de los miles de portales malévolos que tiene la Internet. De esta manera, ampliando a la millonésima potencia esta clase de ejemplos, podemos afirmar que el fenómeno de la comunicación que se produce a partir del uso de las tecnologías, pone a disposición del hombre actual un enorme caudal de información y provoca con él un proceso comunicativo bidirecional, que en el mejor de los casos permite que el interlocutor o usuario de las tecnologías responda tomando una posición crítica, y en el peor de los casos hace que el receptor de la información actúe como un títere que ha sido seducido sutilmente por un actor perverso que se camufla en la clandestinidad de un escenario virtual.
De otra parte, en este laberinto de la tecnología informática, parece que hoy viviéramos la angustia que padeció el monje Guillermo en el libro “El nombre de la Rosa” del escritor italiano Umberto Eco; en uno de los pasajes de este libro, el monje intenta descifrar y dominar, desde el sitial del hombre moderno racional, la complejidad del laberinto de la biblioteca, pero luego de caminarlo termina perdido y aceptando que el laberinto es más complejo de lo que había pensado. Al final descubre que sólo hay una manera de comprender y descifrar el laberinto: tomar distancia de él para luego volver a transitarlo con paciencia y con más elementos de juicio. Con esta nueva estrategia, el monje Guillermo de Baskerville al final encuentra el recinto donde habita el constructor del laberinto y el asesino de los monjes.
La primera paradoja es que la información y la tecnología son espadas de doble filo, con posibilidades de generar vida o muerte. La balanza se inclina de un lado o de otro dependiendo del grado de conciencia y criticidad que posea el receptor y operador de las mismas. Como lo expresa Carlos Corrales en su ensayo “Comunicación y nuevas tecnologías”: el manejo de la información exige saber cómo generarla, cómo buscarla, cómo valorarla y evaluarla a partir de las características de las fuentes, a fin de asegurar su pertinencia, utilidad, objetividad, vigencia, actualidad validez y exige saber registrarla, documentarla y almacenarla… Lo que sí es cierto es que por ningún motivo quisiéramos regresar a ese mundo medieval cerrado donde la información era un privilegio de seres mortales que se creían poseídos de una investidura divina que les daba la autoridad de ensalzar a los “buenos” y excluir a los “malos” como si en el planeta no hubiesen otros matices en el pensar, el sentir y el actuar.
La segunda paradoja tiene que ver con la desigualdad en el acceso y utilización efectiva de la información y la tecnología informática. El informe de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano en 1999 presenta una situación mundial crítica en el campo de la educación y el empleo. La característica esencial es el contraste cada vez más abismal entre los países ricos y los países pobres. El informe dice: “El aumento del comercio, las nuevas tecnologías, las inversiones extranjeras y la expansión de los medios de comunicación e Internet, constatan que se están abriendo oportunidades a millones de personas. Sin embargo, hay muchas naciones donde la norma sigue siendo el atraso y la pobreza. Más de 80 países todavía tienen ingresos per cápita inferiores a los de hace un decenio o incluso más.
En muchas regiones de Latinoamérica parece que el tiempo se hubiese detenido en la Edad Media europea, porque miles de seres humanos viven ausentes de los avances de la tecnología comunicativa que ha producido este siglo. La brecha científico – tecnológica se amplía y los países llamados subdesarrollados se distancian cada vez más de los países que ingresaron a la era de la energía nuclear, la electrónica, la teleinformática, la astrofísica, la biogénetica y la biorobótica”.
En síntesis, no se trata únicamente de alabar las virtudes de las tecnologías de la información (como en efecto las tiene), sino de construir un mundo donde se pueda globalizar el acceso crítico a los saberes, y donde la educación de calidad sea un verdadero derecho de todos y no de unos pocos. El reto de construir una sociedad global que ponga en interacción el uso, aplicación y desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información con las ventajas que proporciona el potencial de éstas en educación, ciencia y tecnología, exige que los gobernantes de los países empobrecidos vuelquen sus esfuerzos hacia la educación y formación de talento humano capaz de innovar y hacer aplicaciones creativas con el uso de la tecnología informática. ¿Cuál es el reto de las naciones más desarrolladas? Así como han expresado que la Amazonía debe ser un territorio cuyo propietario es la humanidad, su reto es convertir el avance tecnológico informático en un derecho de todos los homo sapiens que habitan el planeta.
Esperamos que en el trayecto de nuestras búsquedas informáticas podamos sorprendernos y celebrar con los creadores del laberinto sin encontrar monjes torturados o muertos al final del camino.
ADRIANA LOZANO ZAPATA