Particularidades del trabajo del arte en sentido moderno, siguiendo la concepción de trabajo de Marx.

La concepción del trabajo en Marx -tal como es expuesta en los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844- postula que en la economía capitalista el trabajo está asociado al capital, reproduce el capital y se vende como mercancía. Los obreros al no poseer otra cosa que su fuerza de trabajo, la venden a los dueños de los medios de producción, los capitalistas, quienes les pagan -mercancía humana- al precio de su reproducción, esto es, solamente con lo imprescindible para que sobrevivan y se reproduzcan para seguir trabajando. Esta fórmula aseguraría la dependencia vital de los obreros respecto de sus empleadores y a partir de ello, su cosificación y alienación.

Desde este punto de vista, los obreros son equiparables a los compañeros de Ulises que se han de sacrificar para que el héroe pueda escuchar el canto de las sirenas, dado que la burguesía disfrutaría de bienes estéticos y materiales gracias a que los obreros son privados no solamente de su consumo, sino del placer de su producción, el que radicaría en la cercanía con lo producido, en la conciencia de su significado y especialmente, en el acto creativo que su quehacer conlleva. En las sociedades pre capitalistas, para Marx, los artesanos accedían al privilegio de esta relación con los objetos, dedicándose a una labor independiente -no asalariada- y consciente. En cambio, en las sociedades capitalistas, donde se dan las cadenas productivas, el trabajador pierde ese vínculo al acceder solamente a una fase de la operación fabril. Este hombre se convertiría así en alienado, tanto respecto de los objetos, como de la naturaleza y de sí mismo.

En el capítulo VI inédito del libro I de El Capital, Marx retoma estos conceptos, asociándolos a las nociones de “trabajo productivo” y “trabajo improductivo”. En este lugar, de manera similar a los Manuscritos, sostiene que el trabajo productivo enfrenta al trabajador con el producto de su trabajo en forma de capital, llegando a la enajenación. En cambio, respecto del trabajo improductivo afirma que este no sería propiamente alienante, al permitir al trabajador desarrollar su subjetividad dejando algo de sí en el producto. En este caso se encontrarían los artistas modernos que, como Milton con su libro El Paraíso Perdido, crean algo “como expresión de su naturaleza”, esto es, por iniciativa propia. Más aún que el artesano medieval, atado aún a la techne, el artista moderno ejerce, no para crear algo, sino para sí mismo. Se puede colegir una consecuencia ética de esta tesis: la importancia para Marx -igual que para Kant-, del ejercicio de la libertad y la voluntad para el desarrollo cabal del ser humano. Ser dueño del propio trabajo sería la puerta de entrada de la verdadera humanización del hombre.

Según José María Durán (2008), al valerse del ejemplo de Milton, Marx delineó de alguna manera el modo de producción característico de las artes. Este autor liga la tesis marxista antes mencionada, con el concepto de la actividad racional práctica aristotélica, donde no predomina la techne. Para Aristóteles, habría un modo específico de “hacer poético” cuya finalidad no es una cosa, sino el efecto suscitado en la audiencia. Este efecto es el del temor y la conmiseración y a un nivel superior, el de la catarsis; fin que no se opondría a la techne, sino que la orientaría (cfr. Aristóteles: Poética). Asimismo Marx aludiría a un trabajo que es efecto de “la acción expresiva del juicio subjetivo” del autor, que toma forma en la obra, por tanto, cuya finalidad no es la obra en sí, sino el sujeto, el trabajador.

Agrega todavía Durán algo extremadamente relevante para la teoría del arte, y es que en este punto se puede unir la concepción poética aristotélica con la platónica, que refiere a la “locura divina” como fundamento de la poesía. Vinculando el trabajo improductivo del poeta, expresión de su subjetividad en términos de Marx, a la tradición platónica del artista como un inspirado, que es la base para la idea del genio, se difuminaría la habitual oposición platónico-aristotélica del arrebato de las musas versus la techné a través de la idea de finalidad poética, presente en primera instancia en la filosofía aristotélica, pero desarrollada a partir del Renacimiento, con la celebración del genio poético y consolidada recién durante la modernidad, cuando se desprende del ámbito de lo necesario-comunitario, que se manifiesta en el hacer de la techné.

(arte esteticista), tal como afirma Peter Bürger. De acuerdo con este proceso, el arte moderno fue adquiriendo cada vez más un fin en sí mismo, hasta llegar a una completa disociación respecto de su contexto. El combate de este panorama fue el objetivo de las vanguardias a comienzos del siglo XX y sigue siendo el problema central cuando se analiza el papel del arte en lo que llevamos de siglo XXI.

Referencias bibliográficas
BÜRGER, Peter, Teoría de la vanguardia. Traducción de Jorge García. Barcelona: Península, 1995.
MARX, Karl. Manuscritos económico filosóficos El prólogo (pág. 1 a 3), Salario (pág. 3 a 13) Beneficio del capital (pág. 13 a 24) y Trabajo enajenado (pág. 35 a 45).
DURÁN, José María. “Sobre el modo de producción de las artes: Marx y el trabajo productivo”. Hacia una crítica de la Economía Política del Arte. Madrid: Plaza y Valdés, 2008.

Escritor: Mirsa Andrea Acevedo Molina

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