La concepción dominante acerca de la noción de sofística, el movimiento intelectual que se concentró en Atenas, Grecia, hacia el siglo V a. C. —llamado el Siglo de Pericles o Siglo de Oro—, ha estado determinada a lo largo de la historia por la interpretación y la valoración negativas que Platón y Aristóteles hicieran de ella en sus obras. Platón responsabiliza a los sofistas, junto con sus enseñanzas —las cuales considera carentes de fundamentos universalmente válidos, cuyo único fin es su propio beneficio económico en desmedro de sus aprendices—, como los causantes de la corrupción ético-moral y, por tanto, política de la sociedad de finales de siglo.
Una mirada histórico-filosófica, desvinculada de las ópticas platónica y aristotélica, permite ver que ya para la época en que los sofistas asumieron el papel de educadores, estaba operando una serie de cambios, tanto en el plano social como en el de la conciencia, a los cuales se sumó una intensa actividad intelectual que ellos se encargaron de potenciar. En este sentido, la actividad pedagógica de los sofistas respondía a inquietudes y necesidades profundas del hombre conforme se fueron dando cambios sustanciales en su modo de vida individual y colectivo. Así, la competencia para la recta administración de los asuntos privados, al igual que la formación política para el ejercicio del poder democrático, constituyeron exigencias urgentes del hombre de aquel tiempo que los sofistas se propusieron suplir.
La crisis de la aristocracia y de los valores tradicionales, así como de la filosofía naturalista (las cosmologías presocráticas), la apertura al ‘mundo’ de la polis por vía del incremento del comercio exterior, y sobre todo, el desarrollo de la democracia, se cuentan como factores que influyeron de manera decisiva en la entrada en escena de los sofistas y en su gran popularidad y éxito como educadores y formadores. Así, cuestiones inherentes a la existencia humana como la ética y la moral, la creencia religiosa, la política, el lenguaje y el conocimiento humano, emergieron como principales objetos de reflexión desplazando con ello el interés por explicar la naturaleza (physis) de las cosas, a lo cual apuntaba la filosofía precedente. De lo cual se desprende que la sofistica constituye un punto de inflexión fundamental en el curso de la reflexión filosófica que determinaría la tradición del pensamiento occidental hasta nuestros días.
Infortunadamente, los intentos de penetrar en el corazón de las enseñanzas de los sofistas están plagados de dificultades por cuanto casi nada nos ha llegado de su prolífica producción escrita, y lo poco con que contamos no permite reconstruir su pensamiento y el contenido de sus enseñanzas con la certeza necesaria como para poder hacernos una idea clara, por una parte, y hacer una valoración adecuada de dichos pensamiento y enseñanzas, por otra. Asimismo, con el término “sofistica” no se alude a un cuerpo doctrinal ni a un conjunto de principios o propósitos que sean comunes a quienes ejercían la profesión, y a lo cual se pueda acceder más o menos indistintamente desde la perspectiva de cada sofista individual: la sofistica no constituye una escuela. Pero, como si esto no fuera lo suficientemente problemático, hay que añadir que, además, los sofistas tienen en contra que una parte importante de los testimonios y la imagen que tenemos acerca de ellos han sido transmitidos, como ya se dijo, por uno de los filósofos más grandes e influyentes en la historia del pensamiento occidental, y quizá su más grande crítico y detractor, Platón.
Así las cosas, es apremiante llevar a cabo la empresa de reivindicar el sentido histórico del término sofista, y de los demás relativos a él, y dar una mirada filosófica general a la sofística en cuanto movimiento intelectual para poner al descubierto el aporte fundamental de su pensamiento y de sus enseñanzas, reconociendo en ello un eslabón esencial constitutivo de la tradición filosófica hasta hoy. Para ello, además del análisis de las principales tesis de los sofistas más influyentes, es imprescindible considerar algunos estudios que, desde mediados del siglo XIX, se han ocupado en reivindicar el papel que cumple la sofística en el pensamiento filosófico occidental, particularmente el del historiador clásico George Grote, A history of Greece; from the earliest period to the close of the generation contemporary with Alexander the Great (1846-1856), y el del filólogo alemán Werner Jeager, Paideia (1933-1947).
Escritor: Alexander Álvarez