“Porque los colombianos no nos hemos atrevido a resolucionar nuestros propios inconvenientes”

Hablar de filosofía colombiana es tener en cuenta la imitación, la repetición, y el duplicar la manera de ver de otras culturas. Desde el mismo momento en que se intentó hacer reflexión filosófica ligada a los dogmas de la fe cristiana por la fuerte influencia de los predicadores católicos, en esta parte del mundo. No se necesita ser un experto para comprender que siempre se ha indilgado lo espiritual a la ocupación de pensamiento del hombre. Sin lugar a dudas, en nuestra mirada no hay una originalidad, que nos permita reflexionar al mundo, al hombre y a Dios (Kant, 1765), incluso nuestra propia realidad, supeditados siempre al modo de pensamiento ateniense, romano, alemán y británico-estadunidense que han determinado los parámetros para aquellas actividades que hoy entendemos como filosofía, por ello la tradición valida toda practica racional (imitación) del legado de los que nos antecedieron.

Así mismo, cabe resaltar la fuerte crítica postmoderna al quehacer reflexivo que no se ciñe a la tradición y, se entremezcla con la especulación, la ligereza del pensar y del hablar, el uso de argumentos débiles, sosos o sin fundamento con los que debatimos una temática, por ello nos es necesario deconstruir para reconstruir y dinamizar las relaciones del ser que piensa con los demás seres y cosas, que le acompaña en esta existencia.

De otra parte, el quehacer filosófico cumple con unos pasos indispensables según la tradición; en Colombia se limita a actividades propias del aula y, la vida personal se desplaza por otra ruta; la formación filosófica se recibe en el colegio o los centros de educación superior por ello encontramos formadores que no son idóneos y que hacen de esta actividad una serie de actos aburridos apartados de la vida personal, la verdad, la pasión, la admiración y la dinámica del pensamiento antropológico. La verdadera filosofía tiene su génesis en una dinámica humana; de allí deviene, se dinamiza y trasmuta en sus raíces más profundas al interior del ser de que piensa.

Sin embargo, algunos pensadores colombianos lo han intentado ellos, se salieron del paradigma natural que se les impuso, encontrando cierto rictus de autenticidad, otros lo intentamos todos los días, con la revolución de las cosas pequeñas, haciendo de la filosofía una manera de vivir, intentando despertar el pensamiento crítico de las nuevas generaciones, al igual que de los hombres y mujeres adultos, para la resolución de nuestras dificultades más trascendentales, “la filosofía se debería enseñar desde la vida” (Zuleta, 1994).

Así las cosas, La educación colombiana deberá revolucionar todos los ámbitos de nuestra idiosincrasia, mostrando la imperiosa necesidad que tenemos de despertar a los jóvenes, niños y adultos a nuevas maneras de entender nuestra propia realidad para transformarla, lograr la realización personal, familiar y social, donde lleguemos a vivir una vida plena (con justicia social). Deberá instaurarse un compromiso con las personas implicadas en campañas a los hombres y mujeres adultos y una idónea formación directa de los niños, niñas y adolescentes para hacer patente este ideal, “una vida mejor para todos, con oportunidades e igualdad, para llegar a ser más felices”.

La filosofía colombiana requiere de encontrar su norte, un derrotero que nos haga ser conscientes del fuerte influjo de la pereza, la cobardía y, las malas decisiones que se toman a la ligera, porque otros quieren, ¿si puedo pagar, para que pensar? He ahí la mentalidad del ser pensante postmoderno colombiano (Kant, 1783) y específicamente la mentalidad que avalan la mayoría de nuestros gobernantes en todos los órdenes.

Por supuesto la filosofía es ese impulso enérgico, que impregna una dinámica y fortaleza; ella nos muestra un derrotero por el cual podremos encaminarnos con pie seguro, al desarrollo de nuestras probabilidades económicas, sociales, culturales y sobre todo de índole personal; así, lo hicieron bajo el cielo griego y sobre el suelo ateniense, por ello seguimos imitando a los únicos que han sido originales en el campo de la cultural, la civilización y sobretodo la racionalidad que hace verdaderos sabios, “el quehacer filosófico en Grecia”.

REFERENTES:
1. Diccionario de Filosofía. Martínez Echeverri Leonor y Martínez Echeverri Hugo. Editorial Panamericana. 3ª Edición. Bogotá D.C 1999.
2. Zuleta, Estanislao. El elogio de la dificultad y otros ensayos. Fundación Estanislao Zuleta. Bogotá D. C. 1994.

Escritor: Campilio Castro Maldonado