PORQUE SON VIGENCIA LOS CLÁSICOS DE LA SOCIOLOGÍA (DURKHEIM, WEBER Y MARX) EN LA SALUD COLECTIVA.

La historia de la salud colectiva se apoya en el pensamiento económico – sociológico que ha evolucionado a lo largo de la historia, encontrando sus fundamentos teóricos en el pensamiento de grandes sociólogos como han sido Durkheim, Weber y Mark, cada uno de ellos aportando ideas que fundamental la necesidad de la salud colectiva como protección a los trabajadores.
En este sentido, Émile Durkheim, demostró cómo las fuerzas sociales afectan la conducta humana. Hizo un estudio sobre el suicidio, demostrando que las fuerzas sociales influyen en el acto aparentemente tan propio o personal como el de quitarse la vida. Durkheim comenzó estudiando casos de suicidio en la Francia de su época. Las estadísticas mostraban claramente que algunas categorías de personas tenían una probabilidad mayor que otros de suicidarse. Concretamente, encontró que los hombres, los protestantes, los ricos, y los solteros mostraban una índice de suicidio más alta que las mujeres, los católicos o judíos, los pobres y las personas casadas, respectivamente. Durkheim dedujo que estas diferencias correspondían a diferentes grados de integración social de las personas. Las tasas de suicidio bajas caracterizaban categorías de personas con fuertes lazos sociales, mientras que las tasas de suicidio elevadas correspondían a personas más individualistas y socialmente solitarias.
Efectivamente, en las sociedades dominadas por los hombres que estudió Durkheim, estos gozaban de mayor autonomía que las mujeres. Durkheim llegó a la conclusión de que,
independientemente de las ventajas que supone la libertad para los hombres, la autonomía implica una integración social menor, lo que contribuye a una tasa de suicidios más alta entre los hombres. Lo mismo sucede con los protestantes, la individualidad de los cuales los predispone más al suicidio, a diferencia de los católicos y los judíos, los rituales de los cuales fortalecen los lazos sociales. Los ricos, evidentemente, tienen más libertad de acción que los pobres, pero también una tasa de suicidio más elevada. Finalmente, los solteros, con vínculos sociales más débiles que los casados, también corren un riesgo más elevado de suicidarse.
De este modo, y según los argumentos de Durkheim se podría afirmar que las fuerzas sociales afectan a la salud colectiva de los trabajadores, creándose fuertes lazos sociales, toda vez que esta situación de seguridad de la salud colectiva genera un entorno de tranquilidad para el trabajador.
A juicio de Durkheim, a menudo la gente no hace más que seguir las pautas habituales de la su sociedad. Los hechos sociales pueden condicionar la acción humana de diferentes maneras, que van desde un rotundo castigo (en el caso de un delito, por ejemplo) hasta el rechazo social (en el caso de un comportamiento inaceptable), pasando por un simple malentendido (en el caso de un uso equivocado del idioma). Durkheim aceptaba que los hechos sociales son difíciles de estudiar porque, como son invisibles e intangibles, no pueden observarse directamente. En vez de eso, sus propiedades deben ponerse de manifiesto indirectamente mediante el análisis de sus efectos o analizando los intentos
que se han hecho para expresarlas, como son las leyes, los textos religiosos o las normas de conducta escritas. Al estudiar los hechos sociales, Durkheim subrayaba como era de importante que era abandonar los prejuicios y la ideología. Una actitud científica exige una mente abierta a las evidencias sensoriales y libres de ideas preconcebidas procedentes del exterior. Durkheim afirmaba que sólo se podían generar conceptos científicos mediante prácticas científicas. Va desafiar los sociólogos a estudiar las cosas tal como son ya elaborar nuevos conceptos que reflejan la verdadera naturaleza de lo social.
A Durkheim le preocupaban, como otros fundadores de la sociología, los cambios que se estaban produciendo en su época, cambios que transformaban la sociedad. Tenía un especial interés en la solidaridad de tipo social y moral, es decir, la que mantiene unida a la sociedad y evita que se precipite en el caos. La solidaridad se mantiene cuando los individuos consiguen integrarse en grupos y se rigen por un conjunto de valores y costumbres compartidos. En su primera gran obra, “La división del trabajo social”, Durkheim presentó un análisis del cambio social que propugnaba que el advenimiento de la era industrial conllevaba la aparición de un nuevo tipo de solidaridad. Cuando planteaba este argumento, Durkheim contraponía dos clases de solidaridad (la mecánica y la orgánica), relacionándola con la división del trabajo, el desarrollo de la diferenciación entre varios empleos.
Según Durkheim, las culturas tradicionales en las que se daba una reducida división del trabajo se caracterizaban por una solidaridad mecánica. Como la mayoría de los miembros de la sociedad realizan ocupaciones similares, las unen las experiencias comunes y las creencias compartidas. La fuerza de estas creencias tienen un carácter represivo: la comunidad castiga inmediatamente a cualquiera que cuestione las formas de vida convencionales. Queda poco espacio para el disenso individual. Por tanto, la solidaridad mecánica se basa en el consenso y en la similitud de creencias. Sin embargo, las fuerzas de la industrialización y de la urbanización han producido una creciente división
del trabajo que ha contribuido a la quiebra de este tipo de solidaridad. Por Durkheim,
la especialización de las tareas y la creciente diferenciación social en las sociedades avanzadas iban a producir un nuevo orden en el que habría una solidaridad orgánica. En las sociedades que se caracterizan por este tipo de solidaridad las mantienen unidas la interdependencia económica de las personas y el reconocimiento de la importancia de las aportaciones ajenas. A medida que expande la división del trabajo, la gente depende cada vez más de los otros, para que cada persona necesita productos y servicios que les proporcionan los que tienen otras ocupaciones. Las relaciones de reciprocidad económica y de dependencia mutua llegan a sustituir las creencias compartidas coma fundamento del consenso social.
Por otra parte, Weber consideraba que esta racionalización de las acciones tenía dos aspectos básicos. El primer aspecto consiste en la sustitución de las concepciones tradicionales del mundo y las formas de acción social para nuevas formas, de carácter más reflexivo, explícito, ordenado y calculable, produciendo proyectos de vida específicos y predeterminados, tanto religiosos como económicos. El segundo aspecto es la extensión de las áreas de vida social, que se consideraba que aún no estaban cerradas, aunque se hubiera perdido parte de su orden de legitimación religiosa.
Weber considera la ética del protestantismo como la base fundamental del nuevo sistema económico emergente (el capitalismo). Esta ética es el elemento mediante el cual se introduce esta sustitución de las concepciones tradicionales del mundo y de las formas de acción social, por unas nuevas formas más reflexivas, explícitas, ordenadas y calculables.
Tal y como hemos avanzado anteriormente, Max Weber no hace ninguna definición conceptual de » El Espíritu del Capitalismo “, ni el acota a un momento singular en la historia del hombre, porque no es un término que se pueda singularizar en un momento histórico determinado. Se trata de un conjunto de elementos de una realidad histórica, relacionados entre ellos mismos, que Weber unifica otorgando determinadas significaciones culturales y formulaciones de la forma más adecuada para defender su propio punto de vista. El espíritu del capitalismo es el fenómeno que propicia la progresiva mutación de las acciones sociales de los individuos, y está conceptualizado como una realidad imprescindible para poder entender que la investigación weberiana, es una idea de carácter provisional más que una definición de carácter conceptual.
Por último para Marx, el proletariado era la gran amenaza de la sociedad burguesa. El proletariado es el resultado del proceso de depauperación de las masas en la sociedad burguesa, y, al mismo tiempo, el grupo de personas despojadas que al tomar conciencia de su situación y de la necesidad de resolverla por ser contradictoria con la condición humana, se constituye como clase social y asume su papel revolucionario. Y es, en la toma de conciencia de la situación real, donde ve Marx la integración de pensamiento y praxis y, por tanto, la contribución efectiva del pensamiento en la emancipación de los seres humanos. El jefe de esta emancipación es la filosofía y su corazón es el proletariado.
La articulación de la lucha de clases con el desarrollo económico del capitalismo fue realizada por Engels. En el artículo Esbozo de una crítica de la Economía Política (1844),
Engels haga una crítica de las categorías de la Economía Política clásica y una denuncia, no sólo política y social sino también económica, de la sociedad burguesa. Las que eran, por la economía clásica, categorías naturales y eternas, sólo eran, por Engels, categorías
históricas correspondientes al sistema capitalista dominado por la competencia. Y la competencia determina, según Engels, un sistema anárquico de producción el cual, con las crisis económicas y el proceso de concentración de capital el que enfrenta, con intensidad creciente, propietarios y proletariado, llevará, provocando una revolución social,
a la destrucción del capitalismo. La revolución comunista proletaria convertirá con el
desarrollo propio del sistema económico y, en consecuencia, Engels señalaba que
el estudio de las contradicciones del capitalismo permitiría establecer la justificación científica, no meramente utópica y sentimental, de la revolución social.
Entre las ideas de Engels asumidas por Marx destacan : primera, su visión del capitalismo como un sistema sometido a crisis periódicas de intensidad creciente las cuales arruinan los pequeños empresarios, los cuales pasan a formar parte del proletariado; segunda , la tendencia a la concentración de la propiedad en la clase alta y la consiguiente desaparición de la clase media y, tercera , la importancia del progreso científico y tecnológico para reducir la escasez, producir para satisfacer las necesidades humanas y hacer posible la abolición de la propiedad privada y la transición al socialismo.
Marx llegó a la convicción, en 1844, que la raíz última de la alienación de los hombres había buscarla en el ámbito económico y que sólo una crítica de la Economía Política permitiría comprender la naturaleza y el desarrollo del capitalismo, así como las fuerzas que conducen a su necesaria sustitución por socialismo. Marx rechazó pronto la Economía Política liberal porque esta utilizaba las relaciones de producción burguesas como categorías eternas, sin explicar el proceso histórico que las había creado, y enunciaba leyes las que regían toda sociedad, como si fueran naturales y eternas. Marx mostró que la Economía Política era una construcción ideológica la que ocultaba la dinámica histórica y a la alienación radical de los hombres en el trabajo dentro del sistema capitalista, y presentó los economistas como los representantes científicos de la burguesía.
La Economía Política legitimaba el orden social dominante y, en criticarla, Marx trataba de destruir una ciencia que, con apariencia de objetividad, explicaba el capitalismo, esto es, los modos de obtención de riqueza produciendo miseria.
Marx aborda, por primera vez, la crítica de la Economía Política en los Manuscritos
de política y economía (1844), también llamados Manuscritos de París. Para hacerla, utiliza el método inversor de Feuerbach sobre el idealismo hegeliano y busca las raíces de la alienación del hombre su vida real y, al mismo tiempo, retiene de Hegel la visión del hombre como un ser activo que produce su propia vida mediante el trabajo, y es en el trabajo donde Marx encuentra la raíz de la frustración del hombre en el sistema capitalista. El tema central de los Manuscritos es el trabajo alienante, que reunifica las relaciones sociales, subordina el hombre al mundo de cosas que él ha creado y lo separa del producto de su trabajo y de su ser
verdadero (de su esencia).
La crítica de la Economía Política tiene así el carácter de una denuncia, partiendo de la problemática humanista, desde la que se la tasa de ocultar la alienación básica del hombre en el capitalismo y de presentar este modo de producción como necesario y acorde con la naturaleza del hombre y de las cosas. Marx considera, en los Manuscritos, que el punto de vista de Hegel y el de la Economía Política coinciden. La Economía Política concibe, desde Adam Smith, lo económico como una lucha del hombre con el medio a través del trabajo; Hegel presenta, en la Fenomenología del Espíritu, su visión del hombre real como un ser activo que produce la su propia vida con el trabajo.
No obstante, Marx encuentra en Hegel una mistificación idealista en el proceso humano del trabajo, ya que la historia hegeliana de la alienación y reconciliación del hombre está referida al trabajo mental, abstracto y especula y será en este ámbito donde superará la frustración. Por Marx, hay que volver del cielo especulativo en la tierra de la realidad humana, y Marx lo hace con la concepción del hombre como un ser de necesidades, la vida coincide con su producción (con qué produce y cómo lo produce), y su frustración hay que buscarla en el trabajo social mediante el cual produce y reproduce las condiciones de su vida material.
Para Marx, el trabajo de los hombres crea un mundo objetivado el cual, a pesar de ser una creación suya, se le opone y se le impone como algo exterior, de manera que le hace perder su condición de sujeto capaz de controlar su propio destino, y esta alienación, consustancial al hombre, sólo podrá ser superada con la toma de conciencia de que este mundo objetivo es emanación de sí mismo. El trabajo es alienante para la división del trabajo, el sistema de mercado y la propiedad privada, que separa el trabajador de su trabajo, los productos de su trabajo y de los medios de producción.
El trabajo alienante separa al hombre de lo más específicamente humano: el trabajo creador. El hombre deja de ser el sujeto del proceso social para someterse al capital, que es el gran protagonista y, al mismo tiempo, la manifestación objetiva de la pérdida del hombre en el trabajo alienante. La propiedad privada de los medios de producción significa la apropiación del producto del trabajo para el capitalista. Y, así, el producto del trabajo se opone al trabajador como algo ajeno y hostil. El trabajador ve que el trabajo (ya no voluntario, sino forzoso) no sólo produce bienes sino que, también lo produce a él como trabajador asalariado, como mercancía, y produce el capital, es decir, el poder autónomo y objetivo que la oprime.
Como se pudo observar todos los pensadores justifican la salud colectiva en los trabajadores y las capas sociales más vulnerables, debido a su desprotección ante las personas que ostentan los capitales, si bien el panorama social de la época de los autores ha cambiado, los principios son los mismos.

Bibliografía.
Durkheim: ¿Qué es el hecho Social?
Max Weber: Economía y sociedad
Marx: Introducción a la Critica de la Economía Política