Una de las principales preocupaciones en las obras más tempranas de Judith Butler es la valoración social que reciben algunos sujetos en desmedro de otros tantos. ¿Cómo algunos cuerpos están relegados al espacio de lo despreciable, de lo abyecto, en los límites de la inteligibilidad? ¿Cómo se produce la operación según la cual hay Cuerpos que importan y otros que no tanto? ¿Por mientras otros tantos gozan de los privilegios de tener representatividad jurídica, política y, ante todo, semiótica? Primeramente afirmemos que esta problemática gira alrededor del orden simbólico que nos insistente pregunta sobre 1] A nuestro juicio, cuando Butler se pregunta por las normas político de la representación semiótica. La fuerza de sus cuestionamientos pone en evidencia las condiciones (poco favorables) que debemos cumplir para llegar a la esfera de inteligibilidad de lo propiamente humano.
A partir de las preguntas en torno a la inequidad de la representación semiótica, emerge la inquietud ética del trabajo de Butler, inquietud que resulta ser, a grandes rasgos, la pregunta por lo efectos excluyentes del sistema simbólico. Un sistema simbólico de inteligibilidad heterosexual según el cual, bajo la óptica butleriana, llegar a ser humano implica necesariamente devenir inteligible sólo como varón o mujer.
la matriz de las relaciones de género es 2] Es decir, sólo es pasible de representar lo humano mediante un tipo de codificación: la matriz que nos permite codificar a las personas está conformada y se presenta ante nuestros ojos, ineluctablemente, en términos dimórficos. No hay manera de salir de aquello que Gayle Rubin dio por llamar sistema sexo/género; del régimen inmanente que nos constituye en, insistimos en la disyunción, varones o mujeres.[3] Si tratamos con la humanidad, sostiene Butler, no podemos perder de vista que se encuentra dividida en dos grandes grupos: sólo somos inteligibles qua varón o mujer. La norma de género binario es aquella que nos vuelve implica estar inscripto necesariamente en uno de los dos únicos géneros. En este sentido, podemos concluir, Butler generiza la humanidad.
Ahora bien, quisiéramos poner en valor que la teoría de la performatividad de Judith Butler no sólo permite objetar modelos teóricos coercitivos y excluyentes, sino que además pone en circulación una nueva ontología de género. Se trata de un doble gesto: crítico y ontológico simultáneamente. Por un lado, la filósofa reprocha las tradiciones teóricas que sostienen una causa originaria que justifique los actos. En este sentido, la performatividad habilita a la norteamericana a lanzarse contra los modos sustantivos, o como ella misma denomina, contra las teorías que se basan en la metafísica de la sustancia.
Por otro lado, la performatividad de género compone una modulación afirmativa, una contracara positiva que asevera al género como performativo. El aspecto positivo se encuentra en descripto en términos de un conjunto de gestos, actuaciones,indumentaria, y todo tipo de discursividad impresa en el cuerpo (sea hablada o no). En suma, aquí el género es afirmado ontológicamente como una estilización corporal que no requiere un hacedor preexistente; como el efecto de una historia sedimentada en los cuerpos resultante de una reinvocación y reinterpretación de variados actos lingüísticos y corporales.
son performativos en el sentido de que la esencia o la identidad que pretenden expresar son inventos fabricados y mantenidos mediante signos corpóreos y otros medios discursivos. El hecho de que el cuerpo con género sea performativo indica que no tiene una posición ontológica distinta de los diversos actos que constituyen su realidad.
una serie de imitaciones de otros y no es explicado por Butler mediante una categoría dinámica que puede liberarse de un agente previo a la acción. Tal como lo sostuvo Nietzsche, no hay hacedor detrás del hacer que justifique la identidad sustantiva, la performatividad butleriana se sostiene sólo en virtud de una constante performance iterable.
En definitiva consideramos que la performatividad contiene un doble gesto. En sentido crítico, pretende desarticular el marco simbólico heterosexual que inscribe a las personas si y sólo como mujeres o varones (y a las teorías que se apoyan en dicha matriz conceptual). En segundo término, muestra que si interpretamos obligatoriamente lo femenino o lo masculino mediante actuaciones corporales podemos transformar su sentido. Así, en tanto existen modalidades disidentes que actúan fuera de lo establecido, la performatividad de género como ontología alternativa puede explicar la identidad travesti o trans de varones y mujeres. Este es, al parecer, el beneficio más significativo que Butler busca defender.
Si en el hacer está la clave del género entonces existe la posibilidad de actuar de otros modos, de describirlos de otras maneras y de generar condiciones de legitimidad política más de pensar el género como performanceconvierte su reflexión en una alternativa política que permitió introducir al canon filosófico problemas relativos al géneros y las sexualidades divergentes, cuestiones hasta el momento lo suficientemente invisibilizadas.
Escritor: Magdalena De Santo
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