RECHAZO Y DESINTEGRACIÓN SOCIAL DEL INMIGRANTE AFRICANO EN CATALUÑA – 2 parte –

Otra de las causas del rechazo al que están sometidos los inmigrantes está relacionada con el incremento excesivo de la población de las ciudades, ya que en muchas ocasiones este aumento ocurre a mayor ritmo que el crecimiento de viviendas y de infraestructuras. Esto provoca que los recién llegados se alojen en donde puedan, surgiendo zonas de chabolas en las periferias urbanas. En el caso de España, los inmigrantes explican un 78,6% del crecimiento demográfico, situándose en niveles próximos a la media del área europea (79,4%).  Es de destacar que España lideró el crecimiento poblacional de los países europeos en la década 1995-2005, con un incremento del 10,7%, únicamente superado por Irlanda (14,8%), y alejada de las medias del área del euro (4,4%) y la UE-15 (4,8%).

Por otro lado, la desintegración del inmigrante en España, muy asociada al rechazo, también se ha incrementado en los últimos años, aunque las profundas diferencias sociales, la segregación y los ghetos han sido una constante de las ciudades desde la antigüedad. La falta de integración de los extranjeros puede deberse, aunque no de forma exclusiva, a las diferencias culturales tan marcadas que existen en determinados grupos como es el caso de los de origen africano. Las grandes variabilidades en aspectos de la idiosincrasia tan importantes como el idioma, la religión, entre otros, han contribuido a marcar una frontera en el proceso de integración social de los inmigrantes africanos.

La integración suele llevar un tiempo prolongado, ya que está ligada además a la situación administrativa. El permiso de residencia cuesta adquirirlo como mínimo cinco años. Superado ese periodo de tiempo, los salarios son mayores y la reagrupación familiar resulta un poco más fácil.

En este contexto la asimilación puede ser más o menos fácil. Además, las posibilidades de integración en la sociedad receptora dependen de varios factores, entre los que se incluye la duración temporal. Sin embargo, en ocasiones el tiempo puede no bastar. Esto puede ejemplificarse a partir de la experiencia de diversas ciudades. Por ejemplo, la población negra lleva viviendo en Estados Unidos mucho tiempo y está aún segregada, lo que tiene que ver con el etnocentrismo de los blancos de origen anglosajón. Algo similar ocurre en ciudades asiáticas con las minorías chinas, o en Alemania donde cerca del 68 por ciento de un millón de niños y jóvenes habían nacido en Alemania pero siguen siendo considerados extranjeros

Otro factor a considerar en el proceso de integración es el deseo de asimilarse. En este sentido hay grupos culturales que evitan dicha asimilación.   Puede haber también grupos de inmigrantes que no acepten ciertas formas del grupo receptor. Por ejemplo, los inmigrantes musulmanes que practican la poligamia o que rechazan ciertas formas culturales europeas (y que desean que se respeten ciertas peculiaridades de su cultura o religión en la vida social, por ejemplo en las escuelas públicas). Muchos valoran la conservación de su lengua, religión e identidad, aunque deban aceptar las normas sociales generales de la sociedad en que se integran.

La asimilación depende también del volumen de la inmigración. En general, cuanto más numerosa y diferenciada es la población del grupo inmigrante más peligro sentirá el grupo receptor y más embarazosa será la asimilación. El último de los factores a tener en cuenta  es la actitud del grupo receptor. Desde la perspectiva de los individuos del grupo de acogida (los barceloneses, por ejemplo) la reacción de rechazo puede producirse: por sentirse amenazado en su trabajo, por temer ciertas consecuencias de la inmigración, tales como el encarecimiento de la vivienda o los alimentos; por la amenaza a su prestigio, a su poder, a su riqueza, a las oportunidades para él o para sus hijos; por el miedo a verse afectado en sus valores, en su lengua o religión por una masa creciente de llegados que poseen valores distintos.

Esta falta de integración en la sociedad de destino unido al desarraigo de muchos de estos inmigrantes de sus lugares de origen por la falta de contacto habitual,  en ocasiones puede provocar la pérdida de parte de sus señas de identidad.

Es importante hacer referencia a los resultados de una encuesta realizada por López y Pérez en 2010, lo que es un indicativo del estado de opinión actual de una parte de los españoles sobre la inmigración. En este estudio se tuvo en cuenta la diversidad en edades, sexo y ocupación de los encuestados, así como la búsqueda de información adicional en encuestas y foros de Internet. La pregunta básica fue “¿Qué opináis sobre la inmigración y cómo creéis que repercute en España?”

Entre las respuestas obtenidas destacaron las que plantean la presencia de un gran número de inmigrantes en el país, que sólo se debería permitir la entrada a aquellos que cuenten con un contrato de trabajo. Se reconoció que los extranjeros realizan los trabajos que los españoles no desean, pero muchos encuestados también coinciden en que le reducen las opciones laborales a los nacionales, y que por su culpa se reducen los salarios.

También fueron abundantes las respuestas donde se refleja una cierta inseguridad ciudadana, y cierto “miedo” hacia estos grupos de extranjeros, por causas como el terrorismo o el paro. Más de la mitad de los encuestados coincidieron en que la convivencia no es fácil, debido a que se desconfía de los inmigrantes, y se les relaciona con la delincuencia. Este justamente fue el punto más extremo: la inmigración como peligro. Esta fue la respuesta más común entre las personas mayores, las que sugirieron evitar la entrada a estos grupos de diverso origen.

El estudio además arrojó que la mayoría de los encuestados piensa que los que trabajan habitualmente deben tener derecho a cobrar el subsidio de desempleo, a nacionalizarse españoles, y al voto, en tanto muy pocos les otorgarían el derecho a sindicalizarse. La aprobación de la presencia de inmigrantes, siempre que estos cumplan las leyes y normas de convivencia, es otro de los comentarios a destacar. En este punto los encuestados opinaron que los inmigrantes que no cumplan las leyes deben ser penalizados pero no de forma muy severa.

Autor: Moises Bolekia