Reducir la incertidumbre

El afán productivo hace que la actividad transcurra rápidamente. Saltar de un peldaño a otro como quien rema en la laguna seca o dejar una faena a medias para acometer una distinta son constantes en el día a día del ejercicio laboral. Atender a varios frentes abiertos a la vez puede dejar inconclusa otra faceta. ¿Y afrontar un imprevisto?: fuente de estrés laboral. ¿Quién no se ha sentido estresado alguna vez? Pongámonos en el siguiente supuesto.

Son las 8:00 de la mañana de un viernes despejado y suena el despertador en casa de Raquel. Tras dar varios cabezazos en la cama, se hace la remolona, pliega su cabeza sobre la almohada un rato más y se encomienda al confort de su colchón magneto látex. Todo sea por una buena higiene postural. Vivir cerca del trabajo le permite habitualmente llegar con tiempo, por lo que decide aguantar un poco más. Al confiarse más de la cuenta, se le ha ido un poco la hora. Ya son las 8:30 y entra a trabajar a las 9:00. ¿Llegará a su hora? Tras correr la maratón en el cuarto de baño y dejar la ropa en el suelo sin recoger, algo habitual en estas circunstancias, se viste y se maquea antes de dar carpetazo a la última jornada laboral de la semana.

Apresurada, decide salir a la calle con la cabeza bien alta. Eso sí, consciente de que las prisas le han sobresaltado. ¡Ya que se me ha ido un poco de madre esta mañana, al menos trataré de enmendarlo ahora! Algo así debía pensar una titubeante Raquel, decidida a irse a pie al trabajo y dejar el volante para otro día. Todo sea por reducir el riesgo de los accidentes in itinere. Justo antes de entrar en la oficina y con un poco de retraso sobre la hora de llegada, se frota las manos, con la creencia de vivir una tranquila mañana. Piensa que le espera una jornada plácida y sin apreturas. Nada más entrar por la puerta y tras saludar a sus compañeros, se lleva una sorpresa, no precisamente grata por lo inesperado. Una cola de albañiles ataviados con calzado de seguridad, monos de trabajo y cascos alineados en fila india, en comandita. ¡Hemos venido a recibir el cursillo! Vocifera uno de los motivados operarios. Después de ver la vestimenta, ¿hacía falta alguna prueba más evidente?

En un ejercicio de contención, apresaba el sano juicio de pensar: ¡la que me ha caído encima!, ¿quién dijo viernes? Entre tanto desconcierto, aparece Juan, apuesto comercial vestido de traje y corbata. Juan: ¡Hola Raquel, buenos días! ¿Podemos charlar un ratito?  “sí, cómo no” responde encogida de hombros. Juan: ayer estuve reunido con el Sr. González, director ejecutivo de don ladrillo, uno de nuestros distinguidos clientes. A partir del lunes ejecutarán tareas de movimiento de tierra en el boulevard de la autovía. Los trabajadores no se pueden incorporar a la obra si no han hecho el curso previamente.

El Coordinador de Seguridad y Salud vela por que esto se cumpla y así nos lo transmite. Ayer le comuniqué la noticia a tu compañero Juan. Me dijo que él se encargaría personalmente de avisarte. Como sabes, hoy va de visitas para hacer tomas de datos. Para la empresa es una excelente noticia que don ladrillo apueste por nosotros en proyectos de tal envergadura. Es una de nuestras principales fuentes de ingreso. Por lo tanto, debemos ofrecerle el mejor de los servicios. Supongo que estabas avisada… Ella: “¿ah, sí? ¡Pues la verdad es que no me había dicho nada!” Exclama con asombro.

Con un enfado monumental, permanece parca en palabras e incontenible en los gestos. Por momentos, sufre una preocupante paralización. Crece la inseguridad y su corazón late más rápido de lo normal. No está acostumbrada a las altas emociones de poderle la presión. Suele tenerlo todo bien atado, salvo los arreglos mañaneros de los viernes. Sin comerlo ni beberlo, se ha visto envuelta en una madeja. Ahora, le toca salir de ella.

A un tris de salir por la puerta y vociferar “¡tierra, trágame!”, trata de mantener la compostura, aunque su rostro delate pérdida de control. Semejante situación produce estrés, puede nublar las ideas y desestabilizar momentáneamente. Es el ser o no ser de cualquier profesional y toca dar la talla. Una delgada línea separa el afrontamiento de la evitación. Hacer o no hacer. Ése es el tema, ¡qué dilema! En juego se pone el prestigio profesional. Necesita tomarse “cuartelillo” antes de decidir. “Salgo un momento al cuarto de baño, vuelvo enseguida”. Afirma Raquel con voz entrecortada.

Dejar los fantasmas a un lado y ponerse manos a la obra es la solución. Olvidarse de lo que ha pasado o al menos dejarlo aparcado. Porque no queda otra. Dejarse vencer por el miedo puede mensaje “¡Vamos mujer, que no es para tanto. Con lo guapa que vienes esta mañana no resultar fatal. ¿Evasión o victoria?.

Escritor: Rodrigo Rosas Sánchez.