REPRESENTACIÓN DE LA MAFIA YAKUZA EN LA OBRA DE TAKESHI KITANO

En Colombia, y en general en Latinoamérica, existe un gran desconocimiento acerca de la mafia japonesa Yakuza, la cual constituye uno de los grupos criminales más organizados y más grandes del mundo en términos de número de integrantes y de poder socio-económico. Prueba de este desconocimiento, en el caso específico de Colombia, es la escasa (si no nula) producción bibliográfica existente. En la actualidad registran dos títulos relacionados con esta mafia: Yakuza: la mafia japonesa y la trata de blancas, del comunicador social de la universidad de la Sabana, Juan Carlos Giraldo; y Atrapada por la mafia Yakuza, de Marcela Loaiza, una víctima colombiana sobreviviente a la red de prostitución de la mafia.

Estos dos textos, el primero descriptivo y el segundo biográfico, abordan la Yakuza tangencialmente, centrándose en la problemática de la trata de blancas, pero sin profundizar en todo el bagaje histórico, cultural, social, político y económico que implicó la conformación de esta mafia, y su posterior empoderamiento y legitimación.

La poca información escrita que circula en español y que llega a la sociedad Colombiana es insuficiente y genera más dudas que respuestas, por lo cual, no es extraño que la principal fuente de conocimiento acerca de la Yakuza provenga principalmente de discursos ficcionales del cine y la televisión. guerra, se creó todo un género cinematográfico japonés denominado cine Yakuza eiga, en el cual se exponía la vida, rituales, modus operandi, hazañas y peripecias de estos mafiosos.

Esta tipología del cine Japonés inspiró la industria occidental y hoy se puede hacer un extenso recuento de todas las producciones “hollywoodenses” e independientes que abordan, central o tangencialmente, el fenómeno social Yakuza.

KITANO: NARRACIONES DE LA YAKUZA
No se puede hablar de cine Yakuza eiga sin mencionar a Takeshi Kitano (1947), actor y director de cine japonés que incluye con frecuencia este tema en su obra. La pasión del productor por el mundo Yakuza tiene su origen en su niñez. Kitano creció en un barrio humilde de Tokio (Shita-Machi), entre conversaciones y ajuste de cuentas de los mafiosos y siempre tuvo la sospecha de que su padre, con quien casi nunca hablaba, hacía parte de la Yakuza

En Sonatine (1993), obra magnánima de Kitano, el cineasta no sólo dirige, sino que también actúa en el papel protagónico del film y se convierte en Aniki Murakawa, un yakuza de Tokio que empieza a cansarse de su estilo de vida, al sentirse desmotivado y decepcionado del mundo de la mafia y del ejercicio de la violencia, la cual siempre ejerció como medio para conseguir sus fines. Murakawa es enviado, en compañía de sus hombres, a cumplir una importante misión en Okinawa: la de pacificar la guerra entre dos clanes aliados. Al llegar a Okinawa, Aniki y sus hombres descubren que la guerra entre clanes se trataba de una simple contienda típica entre los dos grupos, algo de lo que podían ocuparse solos, por esta razón, Murakawa sospecha que alejarlos de Tokio responde más a intereses personales de su jefe que a la necesidad de que sirvieran como mediadores en el conflicto.

Cuando la base de operaciones del grupo de mafiosos es destruida por la explosión de una bomba y tienen un embate en un bar con los miembros del otro clan, Akini reafirma sus sospechas y decide escabullirse en compañía de sus hombres a una casa ruinosa y apartada en la costa de la isla, esperando el desenlace de sus vidas, pues la única certeza que les acompañaba era que no podían huir de la mafia Yakuza.

En la casa de la playa el grupo de mafiosos parece haber sido reemplazado por un grupo de chiquillos que jugaban, danzaban, bromeaban, se enamoraban, tonteaban y se divertían como niños. Kitano logra imprimir un grado altísimo de humanidad e ingenuidad a un grupo despiadado de mafiosos que en Tokio, fuera de la playa, hubieran matado a cualquiera que se les interpusiera en el camino. Las escenas de la playa generan una empatía fortísima con los Yakuzas, a tal punto que el desenlace, la muerte anunciada, genera desazón e incluso, tristeza. El suicidio de Akini Murakawa en su carro (de un disparo en la cabeza), frente a la mirada impotente, dolorida, pero orgullosa de su amada, constituye una alegoría romántica del sepukku Samurái , el guerrero prefiere morir honorablemente por sus propias manos que por las del enemigo, que en este caso, es su propio clan.

elementos: La violencia, el honor y los rituales. Kitano asume la violencia como un fenómeno inherente y característico de la Yakuza, la cual, a su vez, hace parte de la dualidad nata del ser: el monstruo y el niño conviviendo en la misma persona. actor es casi mecánica, no hay motivación ni deseo de ser violento, es más una respuesta natural a una vida que tocó vivir, a un trabajo que no se deja por no saber hacer otro.

El honor. Finalmente, se representa a través de la exposición de rituales honoríficos como el tatuado corporal y el sepukku, el cual se exhibe como un acto de álgido decoro que consiste en el auto-desentrañamiento del guerrero para evitar el deshonor de morir en manos del enemigo, de la vejez o de la enfermedad. Murakawa decide acabar con su vida, pero la película genera una duda: ¿el Sepukku es motivado por la inminente muerte a manos del enemigo o por el exilio al cual fue confinado en la playa? La respuesta sería obvia de no ser por el código de honor Yakuza, para quien el destierro es una afrenta dolosa pues implica no sólo la pérdida de su oficio (probablemente el único que sepa ejercer), sino la desprotección y posible ataque de propio clan (Hill, 2003: 216)

BIBLIOGRAFÍA

• Hill, Peter. (2003) The Japanese mafia: Yakuza, law and the state. Gran Bretaña. Oxford University Press.
• Miranda, Luis. (2006) Takeshi Kitano. Madrid. Ediciones Cátedra. Colección signo e imagen 68

Autor: Sindy Paola Cortes Barrios