SAPIENCIA EN EL ARTE DE ESCRIBIR

Escribir es un arte, una maravillosa habilidad que desarrollamos en el mismo instante que deseamos hacerlo, porque a todos, en cierto momento de nuestra existencia nos nace la necesidad de narrar algo o de pintar una acción, donde el lector se deleite con nuestra aventura, creando imágenes con la mejor herramienta que tenemos: la palabra escrita. Tomar esa figura que representa una letra y formar el nombre de una palabra es darle vida y adquirir así mismo el poder de la invención. Inventar es volver realidad nuestros pensamientos y emociones, es sacar del alma la valentía para que tú, querido lector, puedas conocerme y juzgarme, llorar o reír o simplemente dejar a un lado lo que yo creía sabiduría en el arte de escribir.

Pasamos muchas noches en vela, muchos momentos sin saber qué hacer; tomamos un libro y deletreamos sin leer o, iniciamos un escrito y la mente nos juega lo peor: en blanco, pensamos en ideas vagas; sin sentido y sin dirección, y se apodera ese miedo que todos conocemos: ¿Qué escribo? ¿Por dónde inicio? ¿Cómo se escribe? La conexión entre esa hoja de papel y tú está en la seguridad y la fe que se tiene, en el ímpetu de querer dejar ese caparazón que se lleva por años llamado ramalazo literario y que se carga por mucho tiempo, cuando alguien por alguna razón no valoró ni se conmovió con mis primeros escritos, en la casa o en la escuela, y sin darme cuenta, mi fracaso de escritor empezó cuando apenas comenzaba a imaginar y a jugar con las palabras.

Por ente, me da miedo escribir. Me asombro cuando cierro los ojos y pienso cómo construir un texto, solo letras y combinación de las mismas, formación de vocablos que inspiran a soñar, a reír, a derramar lágrimas y manchar el papel para luego, reconstruir con mi propia imaginación. Eso debe ser, que yo pueda tener la potestad de crear con las palabras del otro, de las tuyas y de las mías y, a esto llamamos literatura; me hicieron creer que solo le pertenecía a unos cuantos: a aquellos de barba blanca y un poco añejados, a los que llamamos bohemios y caminan lento por las calles y, solo toman café.

Sin embargo, escribo y sueño escribir más, es una necesidad latente, todos la necesitamos; yo la necesito porque me humaniza, me hace sentir importante, acompañado, compartido y trascendental. La palabra queda escrita en el alma o en un papel de biblioteca convertido en libro que al pasar con los años estudiarán, algunos curiosos lectores, algún concepto de gramática. ¡Pero, me leerán!

Escribir debe ser una obligación del día a día, debe ser un ejercicio rutinario donde los miedos se enfrenten y se conjuguen con las ganas de compartir lo que pienso, lo que siento y lo que imagino. Todo arte necesita un protagonista y un artista; las palabras y el escritor enriquecen al lector, toda expresión tiene un valor impregnado en sí mismo y la forma como la interpretamos en la sensación que nos deja ese inventor de imágenes llamado escritor.

Y, no podemos dejar a un lado la otra cara del arte de escribir: leer. Leerme a mí mismo, leer tus escritos, mi querido lector, y leer a los demás; ese trío que nos lleva al conocimiento y nos ensancha el espíritu. Leer como práctica para escribir y lograr recorrer el pensamiento de los personajes, de los lugares y las circunstancias. Las letras se crearon para ser escritas y leídas por aquellos hombres que desean engrandecer su alma a la hora de actuar. Definitivamente no podemos negar el poder de las palabras, la forma de expresarlas y la manera de sentirlas.

Concluyendo, escribir es humanizar las letras, es crear, es enlazar todas las emociones del hombre y su mundo, es totalizar el ser desde la trascendencia en lo que hace, dice y escribe y dejar de temer a ser juzgados por aquel que ni siquiera se atreve a hacerlo, ¿será que me dejo atemorizar por el que menos sabe hacerlo o por el que nunca jugó o jugará con su creatividad para trasmitir lo que piensa? Yo voy a escribir, te invito a escribir y luego, leeremos en voz alta con buena puntuación y entonación lo que inventamos con las letras.
No te olvides de escribir, porque es allí donde te recordaré.

Autor: Martha Elena Valencia Orozco.

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