SER O TENER

He conocido gente que identifica su ser estrictamente con lo que tienen, con lo que en definitiva poseen para hablar en términos estrictamente materiales. Aclaremos algo no es que tenga nada en contra de las personas que tienen bien sea dinero o poder, por el contrario me parece que ello es prueba hasta cierto grado de su capacidad personal intelectual y moral. Por desgracia también lo digo: esto generalmente no es así. Es como preguntarse ¿Por qué un niño recién nacido inocente de todo mal tiene cáncer terminal? Frente a esta pregunta tan grave existen dos (2) salidas: la primera aceptar que es producto de una voluntad superior a que no podemos comprender dada la pequeñez o incapacidad al fin de nuestra razón. La segunda no menos tranquilizante digo, sus genes y los de sus padres son defectuosos o propensos congénitamente a esta enfermedad y desde siempre hubo la posibilidad de que la situación trascurriera del plano hipotético al real.

Lo horrible, es que se tradujo en un hecho, es una realidad. Ahora así es casi todo en la vida, generalmente expectantes frente a hechos realidades, o a su posibilidad, que extrañamente cuando se traducen en acto (en presente) traicionan por regla general esa ilusión que pudiéramos tener inicialmente de ellos. Creo que nadie es indiferente a esto que hablo ahora, a todos, nos ha pasado alguna vez en nuestro periplo por el mundo. El coraje y la valía de alguien recaen en la manera de responder a este desafío que en determinado momento a todos nos presenta la vida, a la encrucijada de o bien sobreponernos y ver aceptar y entender ello o claro esta derrumbarnos, por completo frente a lo que estimamos es un muro infranqueable. A veces odio ver las cosas en blanco y negro, descubro que la vida tiene muchos matices, siendo así pues cualquier decisión es peligrosamente válida, el único sentimiento de culpa que me puede embargar es tal vez no poder tener la opción de ensayar precisamente todas mis opciones de cara a una decisión que juzgo importante.

Vivo sorprendido de cierta gleba, que prolifera en el medio que cree que por ejemplo se puede salir victorioso en una discusión argumentando cosas extrañas y que no vendrían al caso, como el tamaño de sus genitales. ¿Tan poco convincentes son sus argumentos? Yo espero con sinceridad no acudir nunca a esa táctica ni a la de hablar de mi pasado sexual o tal vez a lo buen amante que soy. La vejez y la muerte: son un proceso natural nos guste o no, estamos abocados a ello desde el nacimiento, desde la concepción misma. Lo conveniente sería intentar, al menos comprender su alcance y profundidad, de todo lo que es efímero (y nada hay que no lo sea) aún más algo sujeto a las propiedades químicas del cuerpo como lo es la sexualidad, que se apaga con los años, o bien se trasmuta en otras sensaciones como la convivencia en la vejez.

Podríamos afirmar que la persona incapaz de reconocer lo anteriormente expuesto sobre la vida y la muerte, nunca tendrá paz, vivirá en una constante zozobra acerca de que camina irremediablemente hacia su destrucción, incluso diría que se tornara violenta e inhumana en la medida en que permanezca en su postura negacionista, que eligen negar la realidad para evadir una verdad incómoda; en esencia es un acto contra la razón. La violencia de género por ejemplo es una expresión de esta negación, al privarle al otro su dignidad como persona al no considerarle un ser humano. En el amor por ejemplo; se expresa el querer, la disposición de aceptar al otro con su diferencia –al menos eso se le dice, aunque resulta plenamente evidente en la mayoría de las parejas esto no es así, y que las relaciones de dominación son irrenunciables. Y no solo en las relaciones de pareja, sino en casi todos los ámbitos de las relaciones humanas.

Para finalizar quiero decir que pese a que nada puede compensar una vitalidad en extinción, sin embargo es posible, descubrir nuevos placeres. Gracias a los distintos matices de la vida, la inteligencia consiste en reconocer donde buscar dichos placeres. La búsqueda de lo nuevo es un placer, un fin en sí mismo. Hay que tener la valentía de reconocer y entender que los placeres son como todo transitorio no aferrarse a estos, (como a nada en la vida) para amar algo de verdad se debe estar en la disposición de renunciar a ello, de lo contrario ¿cómo saber si de veras nos importó alguna vez?

 Autor: Diego Cruz