SUAVE ES LA NOCHE

Dicen que su mejor obra, su obra maestra, fue El Gran Gatsby. Sin embargo, ninguna como Suave es la noche para acercarnos al personaje en el que acabó convirtiéndose su autor. Como otros escritores antes que él, Francis Scott Fitzgerald (Saint Paul, Minnesota, 24 de septiembre de 1896-Hollywood, California, 21 de diciembre de 1940) no pudo evitar trascender más como arquetipo de la época que le tocó vivir, que como escritor. En palabras de Matthew J. Bruccoli (el que fuera una de los mayores estudiosos de la vida de Scott y Zelda). “Es el escritor alcohólico, el novelista arruinado, el genio derrochado, la encarnación de la Era del Jazz, una víctima sacrificada en el altar de la depresión».

Y por todo ello su vida acabó dominando su obra literaria. Una obra, que refleja como pocas el desencanto de los privilegiados jóvenes de su generación en esos años que siguieron a la Primera Guerra Mundial. Lo tenían todo, pero muchos acabaron perdidos entre el alcohol y languidez. La “Generación Perdida”, se les llamó y Scott Fitgerald fue aclamado por unanimidad como digno portavoz. Escribió cinco novelas y docenas de historias cortas en las que la juventud y la desesperación eran temas recurrentes. Era un escritor honesto y consciente del abismo abierto en el periodo de entreguerras. En su caso, y aunque dejó la universidad para alistarse, nunca llegó a entrar en combate en Europa. Lo que no quiere decir que no sufriera las consecuencias y los efectos subyacentes de una de las guerras más cruentas a las que se ha enfrentado el ser humano.

Quizá, por eso, sus personajes masculinos, atractivos e ingenuos a veces, están condenados de antemano, pero antes de que se rompan en mil pedazos brillan con tal intensidad que es imposible que no deslumbren. “Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”, dijo Fitzgerald una vez. Por lo que respecta a sus personajes femeninos, a sus heroínas, están inspiradas (conscientemente o no) por la que fue el gran amor de su vida. Más que eso, por la persona que marcó sin remedio su existencia.

Suave es la noche es la historia de amor del propio Fitgerald y de Zelda Sayre. Se conocieron en el verano de 1918, cuando él estaba en el ejército, en Camp Sheridan, cerca de Montgomery (Alabama). Se ha dicho que fue un encuentro de ésos típicos de las novelas o películas de amor. El propio Fitzgerald lo trasladó al papel en uno de sus cuentos: La última belleza sureña. …Mientras bailaban en la pista, los tres músicos de la orquesta tocaban “Cuando te hayas ido” de una manera imperfecta y conmovedora, que me parece estar oyendo ahora mismo, como si de cada compás brotara un precioso minuto de aquel tiempo. A mi alrededor se fraguaban sin cesar parejas de organdí y verde oliva. Era una época de juventud y de guerra y nunca hubo tanto amor como entonces.

Pese a la música y a tanto amor, no fue un noviazgo fácil. Se comprometieron, se fueron a vivir juntos, se separaron, y finalmente acabaron casándose en abril de 1920 en Nueva York, una semana después de que el escritor publicara su primera novela: A este lado del paraíso. Fue un éxito fulgurante y, conforme el éxito y la fama fueron siendo mayores, ellos fueron bebiéndose la ciudad y media Europa. Eran jóvenes, atractivos, con talento… Eran hermosos y maditos, dos de los rostros más conocidos de un periodo lleno de excesos, de libertad, en el que todo parecía posible. El horror de la guerra había quedado atrás y una especie de felicidad artificial se instaló en las venas de no pocos ciudadanos. Sin embargo, también encarnaron la incertidumbre del crash económico que sacudió al mundo a finales de la década de los veinte y rompió el ensueño.

A titulo más humano y más personal, Zelda y Fitzgerald representan la pasión más arrebatadora y el desamor más desgarrado, el éxito y el drama, la subida al cielo y la bajada a los infiernos, los efectos devastadores del alcoholismo y de la locura. Son ejemplos claros de que la literatura necesita de mitos, de leyendas, como London, Rimbaud, Wolf… La fascinación que despertaban venía de la precocidad, de la velocidad con la que vivían y de su capacidad para consumir hasta las cenizas lo que llegaron a tener: felicidad, éxito, dinero… Hay que reconocer que, en la creación del mito, Hemingway jugaría un papel clave. Se conocieron en París, en 1925, poco después de la publicación de El gran Gatsby. Hemingway escribió sobre Fitzgerald:

Su talento era tan natural como el dibujo que forma el polvillo en un ala de mariposa. Hubo un tiempo en que él no se entendía a sí mismo como no entiende a la mariposa, y no se daba cuenta cuando su talento estaba magullado o estropeado. Más tarde tomó conciencia de sus vulneradas alas y de cómo estaban hechas, y aprendió a pensar pero no supo ya volar, porque había perdido el amor al vuelo y no sabía hacer más que recordar los tiempos en que volaba sin esfuerzo.

Porque todo lo que sube tiende a bajar y la pareja no iba a ser menos. En 1930 comenzaron los problemas mentales de Zelda, que la llevarían de un centro psiquiátrico a otro. Suave es la noche es el reflejo y el resultado de todos los problemas personales que el escritor atravesó a lo largo de los ocho años que tardó en escribir la novela. En ella, se narra la historia de una pareja (psiquiatra y paciente) con todo a su alcance para ser feliz. No obstante, pronto todo comienza a tambalearse, a deslizarse sutilmente hacia ese abismo que Fitzgerald llamó “la pura bancarrota emocional.” La misma bancarrota que él mismo acabaría por sufrir.

La historia vio la luz por primera vez en la Scribner’s Magazine entre enero y abril de 1934, en cuatro entregas. Ya como novela, fue publicada en dos versiones distintas. En la original, los flashbacks rompían la estructura lineal, cronológica. Mientras que en la segunda versión, sirviéndose de las notas del propio autor, se optó por un orden cronológico. Esta versión fue la que se publicó póstumamente. Hace unos años se reeditó la original, mucho más compleja, pero también mucho más fresca. Básicamente, la estructura se divide en tres partes.

-1ª Parte: El respeto por las apariencias, el encanto, la frivolidad de una pareja y de las personas que la rodean. Personajes que, como las polillas, se sienten atraídos por la luz que despiden el doctor Dick y su mujer Nicole. Una pareja acomodada, con residencia en Europa, que pasa parte de su extenso tiempo libre en la Riviera Francesa. Todo parece perfecto, encantador, desenfadado, pero Fitzgerald va dando pequeñas pistas de que nada es lo que parece, de que existen profundas grietas, de que en estado latente yace algo que no va bien.

Parte: Los flashbacks. Explican el origen de esa pareja llena de encanto que hemos conocido en la primera parte. Doctor que se enamora de una paciente con un trastorno motivado por un oscuro episodio de su niñez, de una truculenta historia paternofilial. Su lucha por sanarla, por mantener a raya los periodos de desequilibrio. psiquiatra? ¿Hasta qué punto, si es real, puede sobrevivir al desastre? ¿Puede el amor trascender a la enfermedad? Se tiene la sensación de que el doctor realmente quiere con locura a su mujer, pero también que está exhausto, que no podrá resistir el débil equilibrio de fuerzas, que no podrá fingir eternamente para mantener las apariencias, porque poco a poco las grietas van ensanchándose sin remedio y la paciencia se agota. Paso a paso, inevitablemente va acercándose hasta el abismo, hasta el vacío. Fitzgerald escribe.

Del mismo modo que la indiferencia, independientemente de que la cultivemos o dejemos que se atrofie, termina por producir un vacío, Dick se había acostumbrado a sentirse vacío de Nicole y cuidaba de ella en contra de su voluntad sin permitir que en ello intervinieran para nada sus sentimientos. Se habla de que las heridas cicatrizan, estableciéndose un paralelismo impreciso con la patología de la piel, pero no ocurre tal cosa en la vida de un ser humano. Lo que hay son heridas abiertas; a veces se encogen hasta no parecer más grandes que un pinchazo causado por un alfiler, pero siguen siendo heridas. Las marcas que deja el sufrimiento se deben comparar más bien a la pérdida de un dedo o la pérdida de visión en un ojo. Puede que en algún momento no notemos que nos faltan, pero el resto del tiempo, aunque los echamos de menos, nada podemos hacer.

3ª Parte: La ruptura. El doctor es ya muy consciente de que ha dado tanto que ya no le queda nada, de que apenas ha hecho aquello que quería con su vida, se siente abrumadoramente exhausto y vacío. La importancia del vacío. Por su parte, su mujer (esquizofrénica) en plena subida quiere vivir, ir más allá de su marido. Las infidelidades son ya cosa de dos.

Puede que escribir sobre aquellos años fuera una catarsis para el escritor, puede. De hecho, fue la primera novela de Fitzgerald en más de nueve años, y la última que llegaría a terminar. Escribirla no fue fácil para él, ni emocional ni materialmente. Durante la redacción de la novela, Zelda continuó ingresada y Fitzgerald se quedó varias veces sin dinero, recurriendo a su editor o a las revistas comerciales, ofreciéndoles relatos breves para poder continuar.

Cuando finalmente se publicó en 1934, Suave es la noche no tuvo una gran acogida. Más bien se la trató con cierta indiferencia. En plena crisis económica, los lectores se habían apartado del mundo de fantasía de los años veinte, y creyendo que Fitzgerald volvía de nuevo a sus temas estrellas (las viviencias de una serie de personajes alrededor de la efervescencia de las burbujas de champán o del foxtrot) no se molestaron en descubrir que la novela era la confesión de que él mismo también había sido una víctima de esos felices años 20, que todo eso quedaba ya muy lejos para él y que lo que había escrito no era más que una desgarradora crónica de las miserias que todo amor, que termine o no, encierra. …Dicen que la locura nos separó. Es justo lo contrario: nuestra locura nos unía. Es la lucidez la que nos separa.

Señala el personaje de Zelda en Alabama Song, una de sus más recientes biografías. Todavía hoy en día ha trascendido poco de la figura de Zelda más allá de su marido y lo cierto es que intentó ejercer como artista. Pintó, escribió cuentos, artículos, teatro, incluso una novela Save me the waltz (Resérvame este baile). Se puede decir que su obra no superó el examen del tiempo, aunque lo haya hecho ella como personaje, al igual que Fitzgerald. La verdad es que no se pueden entender por separado, sus figuras se complementan, forman un todo que ha hecho historia, que ha pasado a la historia de la literatura.

¿Qué sucedió con ellos tras Suave es la noche? Pues que, como en el libro, acabaron separados, aunque menos en paz que sus alter ego. Era inevitable. Fitzgerald, con graves problemas financieros, se trasladó a Hollywood a mediados de los años 30. Inició otra relación, escribió más historias breves, guiones para la Metro-Goldwyn-Mayer y dejó inconclusa su quinta y última novela: El último magnate. A finales de los 40, ya totalmente alcoholizado, sufrió dos ataques al corazón. El último, que tuvo lugar en el apartamento de su amante, acabó con su vida.

Por lo que respecta a Zelda, continuó viviendo en centros psiquiátricos de la costa este, hasta que en 1948 murió en un incendio que tuvo lugar en un psiquiátrico de Carolina del Norte. Paradójicamente, murieron separados, pero fueron enterrados juntos en el cementerio de Saint Mary, en Rockville, Maryland. Al final, las hermosas palabras del personaje de Nicole en Suave es la noche resultaron ser una especie de profecía. …Piensa en cuánto me quieres. No te voy a pedir que me quieras siempre como ahora, pero sí te pido que lo recuerdes. Pase lo que pase siempre quedará en mí algo de lo que soy esta noche. Para todos aquellos que quieran conocer algo más sobre Fitzgerald o Zelda, van las siguientes sugerencias:

-Alabama Song de Giles Leroy. Ganadora del Premedio Goncourt 2007. Esta especie de biografía reconstruye la vida de Zelda en primera persona.

-Zelda. A biography de Nancy Milford. Finalista del premio Pulitzer en 1970 y todo un bestseller que dio entidad propia a la figura de Zelda.

-Hermosos y malditos de Francis Scott Fitzgerald. Novela de marcado carácter autobiográfico.
-El Crack-Up de Francias Scott Fitzgerald. Recopilación de ensayos e historias.

-Pizcas de paraíso. Un extensa biografía del escritor que supone además una recopilación de cuentos tanto de Zelda como de Fitzgerald.

-Querido Scott, querida Zelda y Cartas de amor y de guerra. Parte de la correspondencia que mantuvo la pareja.

-Zelda y Francis Scott Fitzgerald de Kyra Stromberg.

Existe la versión cinematográfica de Suave es la noche. Estrenada en 1961, fue dirigida por Henry King e interpretada por Jennifer Jones y Jason Robards Jr. Y para aquellos que tengan tiempo, ganas de viajar y dinero, mencionar que existe un museo dedicado a la pareja. Se encuentra en el 919 de Felder Avenue, en la ciudad de Montgomery (Alabama), donde nació y se crió Zelda, y donde vivió la pareja a principios de la década de los 30.

Escritor: Maje Dobon

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